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miércoles 17 de junio, 2009
Arte originario: diversidad y memoria
por Graciela Lehmann
Arte originario: diversidad y memoria

Esta exposición, que puede verse hasta el 5 de julio en el Museo Nacional de Bellas Artes ofrece un relato sobre algunos temas centrales del arte indígena en el territorio argentino.

Si el pasado es un prólogo, detenerse a observar sus huellas y reconstruir sus misterios desde el presente es un desafío y una aventura, en la que la muestra "Arte originario: diversidad y memoria" invita a participar, para comprender y recrear el contexto original de las sociedades que habitaron el territorio argentino, a través de su arte.

Desplegada con una puesta museográfica didáctica y efectiva a la hora de resaltar el valor estético de cada objeto, la exposición que por estos días se aloja en el pabellón posterior de la planta baja del Museo Nacional de Bellas Artes, reúne piezas de importantes colecciones como la Francisco
Hirsch de la Cancillería Argentina, la Colección Guido Di Tella del Museo Nacional de Bellas Artes y la del Museo de la Plata.

En la penumbra de la vasta sala, la iluminación resalta la belleza de las piezas dispuestas en vitrinas que, agrupadas según diversos ejes temáticos, permiten aproximarse "a un arte sorprendente por su originalidad expresiva."

Los tópicos abordados son propios de la civilización andina: la imagen del jaguar (uturuncu) como metáfora del dios solar, el culto a los antepasado y el poder, y el consumo de plantas alucinógenas para entrar en comunicación con los seres sagrados.

Y precisamente ésa es la propuesta del curador de la muestra Antonio Pérez Gollán, que con sentido didáctico y coherencia artística, invita a "interpretar y asimilar con una mirada nueva, las viejas colecciones", correspondientes a un pasado que abarca el primer milenio antes de Cristo y la primera mitad del siglo XV, 2500 años de intensos procesos de transformación protagonizados por las distintas sociedades que habitaron el antiguo Noroeste, donde todavía viven sus descendientes.

Al recorrer la muestra, Imágenes, videos y textos acompañan y recrean un ambiente en el que las piezas son las verdaderas protagonistas. "La idea es hacer hablar a los objetos", propone Pérez Gollán, que a través de la
muestra aborda la evidencia arqueológica desde diversas perspectivas.

Y los objetos son elocuentes. Un enigmático rostro flanqueado por dos sinuosas serpientes bicéfalas perdura imperturbable y enigmático, sobre un disco de bronce de 39 centímetros de diámetro. Además del valor estético de esta pieza perteneciente a la Colección del Museo Nacional de Bellas Artes, provista de un diseño sintético y despojado, el visitante puede enmarcarla en el contexto del culto solar y comprender la dinámica del poder en aquella época. Por otra parte, al rodear la vitrina, del otro lado se exhibe otro disco perteneciente a la colección de la Cancillería que completa la imagen del dorso, una síntesis de cómo los objetos de diversa procedencia se ensamblan para reconstruir la identidad cultural de las comunidades originarias.

Un conjunto de tallas antropomorfas en piedra designadas por los arqueólogos como "suplicantes", por su posición, con las rodillas flexionadas y la cabezas dispuestas como en un gesto de elevación, evocan a los antepasados, según la interpretación propuesta.

En el sector en el que se representa el consumo ritual de los alucinógenos, pueden verse pipas, jarros, morteros, flautas y vasos que sorprenden por sus detalles decorativos, que evidencian una mirada estética en la elección de los diseños, colores y texturas, más allá de la tecnología.

La muestra se completa con obras de César Paternosto, Joaquín Torres García y Alejandro Puente, que permiten trazar vínculos entre el pasado prehispánico y los artistas contemporáneos, además de ilustrar a través de libros y publicaciones, las transformaciones operadas en torno a la
apreciación del arte aborigen americano, con el transcurso del tiempo.

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Más info
Hasta el 5 de julio
Museo Nacional de Bellas Artes,
Av. del Libertador 1473