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jueves 6 de noviembre, 2008
Vestigios
Eduardo Medici
por Fiensilber Laura
Vestigios

Una muestra en la galería Rubbers permite recorrer los trabajos recientes del artista, reconocer los trazos que le pertenecen como parte de su repertorio formal e identificar una serie de remisiones abiertas a la historia del arte

Cada vez que Eduardo Medici (1949) realiza una exposición, ya sea de pintura, instalaciones o fotografía, “nos pone en estado de emergencia”. ¿Qué quiere decir esta frase de Walter Benjamín?. Creo que porque toca el ser, porque hay un elemento movilizador, porque es misteriosa—en un mundo que ha perdido misterio—y porque constata aquella idea heideggeriana de que “el artista tiene una lucha permanente con lo inexpresable”. Está también la idea de lo incompleto, de lo intranquilizante y porque mirar sus obras impone un esfuerzo.

El tema central en Medici es el cuerpo por lo que en general no podemos evitar una sensación dolorosa. Más aún en su actual muestra en la que en gran parte se exhibe su fragilidad y el desgarramiento, por ejemplo, “Retrato”( 2008), de carácter espectral.
El trazo está sugerido, apenas roza la tela, las figuras no revelan lo bello, lo estético, ni la gracia y como lo señala el artista “hay un contrapunto entre un acto de violencia y otro de delicadeza”.

En el prólogo del catálogo, Jorge Zuzulich se refiere al vestigio, un tránsito-“es el resto de un paso” a la manera en la que Medici plasma su obra. Esto es una marca Medici. En 2005 “Restos, Rastros, Rostros…”, parte de un título de su muestra, los rostros eran apenas visibles; “La Lección de Anatomía” , una instalación de 1992, un Cristo yacente, imagen estampada sobre tela a la manera de un sudario, así como una exposición de fotografías en 2001 en la que “Niña 2000” pierde carnalidad y otras de pequeño formato con la cualidad y la levedad de la acuarela.

Como todo artista que se nutre de la historia del arte no puede evitar la cita, por eso hay alusiones a Matisse, a Giacometti o al Médici de los 80, un referente importante de ese período, cuyo tema ya era la mujer y el sexo pero a diferencia de esos años, sobre fondos vibrantes.

Muchos se sorprenderán de un soporte rectangular en el que sólo hay signos de interrogación. Puede haber varias lecturas: una de ellas, ¿qué le pasa al pintor en el taller? A raíz de una carta de Cézanne en la que se refiere a una obra que cree es un fracaso, Deleuze explica “que en las experiencias del pintor, hay cosas así: esto funciona, esto no funciona, estoy bloqueado, no estoy bloqueado”. Otra lectura posible es aquella en la que Médici en una muestra de 1996 “Entre mí y mí” situaba al contemplador ante la perplejidad de ciertas preguntas filosóficas eternas: ¿de dónde venimos? , y por qué no, ¿adónde voy con mi pintura?

Entre las obras, cada una de ellas tiene su singularidad, destaco la de la portada del catálogo, un contraste entre la levedad del dibujo de la mujer y la geometría de contundente negro a la que se abraza y la rodea.

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Hasta el 7 de octubre,
Galería Rubbers Internacional,
Avenida Alvear 1595, Planta baja