Sin embargo, a medida que nos internamos en ella, no son pocos los momentos de emoción: una obra de Daneri destrozada, una pieza realizada con cabellos a mediados del siglo XIX, el lugar que debería haber ocupado una obra de Berni desaparecida recientemente.
Combinando la profundidad de la investigación estética y científica con la asociación libre de piezas de las más variadas preocupaciones y procedencias, la curadora de la muestra, Gabriela Siracusano, nos propone un verdadero viaje a las entrañas del arte. Su intención es hacernos penetrar en las bases materiales que frecuentemente sojuzgamos ante el impacto formal o conceptual. El ingreso al espacio lo pone en evidencia de manera contundente al enfrentarnos a la parte posterior de una obra de Eduardo Médici. Desde ese momento, la visión de lo que sigue ya no puede distraerse únicamente en la representación y adquiere un carácter decididamente analítico.
La exposición tiene un objetivo didáctico evidente. Cada sección está precedida por una breve explicación sobre materiales y técnicas que se refiere a un grupo de piezas a su alrededor. El montaje otorga agilidad al conjunto, al punto de invitarnos a un inadvertido recorrido exploratorio que parangona la investigación que está por detrás de la exhibición. La extrema variedad de las obras elegidas propone conexiones impensadas que disparan el ingenio y la imaginación.
¿Con qué otro criterio se podría haber reunido un gaucho de Juan Manuel de Blanes del siglo XIX con una obra de Alfredo Londaibere de la década pasada? Seguramente existen pocas posibilidades para que esa relación se establezca fuera de esta muestra, pero verla concretada en la sección de trabajos realizados sobre madera resulta sin dudas estimulante. La exposición está llena de estos ecos, a veces caprichosos, pero siempre precisos y provocadores. La clave de su eficacia se encuentra en la calidad de las obras elegidas, enhebradas por cuidadas vinculaciones espaciales.
Pero sería limitado decir que se trata de una exposición artística. Porque detrás y de manera recurrente se encuentra la preocupación del conservador, del historiador, y quizás simplemente del amante del arte interesado por la preservación del patrimonio cultural. A cada paso se nos presenta no sólo la dificultad que estas tareas conllevan, sino fundamentalmente la necesidad que las justifica. El daño de una pintura histórica inundada en el depósito de un museo o la mencionada destrucción de una obra de Daneri no pueden no llamar a la reflexión, la preocupación y la responsabilidad.
Así, entre el interés científico y el placer estético, entre la toma de conciencia y el permanente descubrimiento de relaciones formales impensadas, Las entrañas del arte. Un relato material nos propone un acercamiento inusual a la producción artística. O simplemente un acercamiento, ¿es necesario más?

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Hasta el 28 de octubre.
Espacio de arte Imago, Suipacha 658, 1er Piso