News Argentina

jueves 17 de julio, 2008
MERCADO DE ARTE
Los riesgos de la sobreoferta
por Adrián Gualdoni Basualdo
MERCADO DE ARTE

Pretender vender más de dos mil lotes en diez dí­as de subastas es una aspiración utópica de operadores que no saben medir las posibilidades de la demanda local, y no sienten demasiado respeto por las necesidades de sus remitentes.

Entre las caracterí­sticas poco felices de nuestro mercado de arte se cuenta la muy lenta renovación de quienes componen la demanda. Dejando al margen al muy reducido grupo de coleccionistas o inversores, compradores permanentes, la mayor parte de los adquirentes de arte argentino en subastas son personas en procura de una decena de pinturas con las que enriquecer su habitat. Alcanzada esta meta, tan legí­tima como meritoria, no suelen ser vistos más por las salas de remates.
Por el lado de la oferta, la situación es bien diversa. Comerciantes en procura de renovar stock, particulares necesitados de efectivo, incluso coleccionistas en trance de eliminar de sus inventarios obras que estiman "superadas" por adquisiciones de mejor nivel, y hasta inversores en plan de toma de ganancias, abarrotan las casas de subasta con obras que en muchos casos vienen apareciendo en forma tan reiterada como frustrada sobre las tarimas porteñas.
La balanza del mercado resulta así­ altamente sensible, volcándose a priori, y decididamente, para el lado de la oferta. Es responsabilidad inexcusable de los operadores graduar el flujo de acceso de las obras al mercado, en función de las obviamente limitadas posibilidades de una demanda que, como dijimos, "mide" bastante menos que la oferta. Pero como esta función reguladora es generalmente dejada de lado por los operadores, los porcentajes de efectividad de ventas reales no suelen ser tan óptimos como se declaran públicamente.
Esta situación se enerva, todos los años, en ví­speras de las denominadas "vacaciones de invierno", ya que los operadores suelen tener como credo inamovible que los adquirentes de arte emigran rauda y masivamente a practicar deportes invernales. Y en función de esta errónea creencia ocupan las primeras semanas de julio con un vasto programa de convocatorias, incluso superponiendo fechas, que resulta a todas luces excesiva. En esta temporada, en una decena de dí­as se intentaron vender en subasta unos dos mil lotes. Los resultados, menos que mediocres, suelen disimularse a la sombra de los excelentes precios que siempre habrán de lograr las pocas y muy buenas obras que encabezan los catálogos. Para el anecdotario del mercado, el 18 de julio quedará en la memoria como "el dí­a de los cinco remates", ya que ese fue el total de convocatorias con que otros tantos operadores agobiaron a una paciente demanda que hizo serios esfuerzos para dar el presente en las salas. Más grave y oneroso, claro, es el caso de los remitentes de las obras que componí­an esos remates, que en su mayor parte vieron defraudadas sus legí­timas expectativas de venta.
La demanda externa, que suele tener alguna presencia en el caso de los objetos de arte de procedencia europea u oriental, es muy reducida en el caso del arte argentino, que no ha logrado suscitar en grado comercialmente interesante el interés extranjero, a pesar de su reconocida calidad y sus precios relativamente bajos. Ya hemos señalado en estas columnas los inconvenientes que la burocracia local interpone a la exportación definitiva de obras de arte, cuando una inteligente polí­tica al respecto deberí­a promoverla hasta con subsidios o exenciones impositivas. Incluso en estos dí­as se ha comentado en algunos medios periodí­sticos que serí­a intención de una candidata presidencial -que por cierto, y tal como es su costumbre, nada ha dicho al respecto- la "repatriación" de una colección de arte argentino que, años atrás, formó un profesional estadounidense y que, obviamente, se encuentra en el paí­s del Norte. Sin abrir juicios de valor sobre las obras que la integran, que por cierto tenemos, y son muy claros, el asunto resulta tan ridí­culo como si el gobierno argentino negociara con cualquier paí­s europeo la recompra, por ejemplo, de esos cortes de carne vacuna que tan trabajosamente se exportan. La colección de marras, y de la que por motivos personales que por respeto silenciamos, su propietario quiere deshacerse, lleva unos cinco años en plaza en procura de un comprador. Entendemos que pretender presentar una eventual adquisición por parte del Estado nacional como una "repatriación" meritoria en términos polí­ticos es una burla al sentido común, un despilfarro de dinero, y un abuso deshonesto a quien, por el cargo que ocupa, deberá firmar los instrumentos legales correspondientes, pero a quien no se le puede pedir solvencia en materia de conocimientos de arte. Esperemos que haya en las nutridas huestes de funcionarios estatales con competencia en el tema, una voz que se alce impidiendo tamaño desatino.
Los valores más altos alcanzados en las subastas realizadas en el mes de julio se consignan en la planilla adjunta. Lenta, pero inexorablemente, los operadores retornan a efectuar sus ventas en dólares estadounidenses, tal como estilaban en los años previos a la crisis de 2001-2002.