News Argentina

jueves 17 de julio, 2008
ENTRE RIOS PINTA, Y PINTA MUY BIEN
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
ENTRE RIOS PINTA, Y PINTA MUY BIEN
 

Con gran entusiasmo comenzó una nueva etapa del exitoso programa Argentina Pinta Bien, organizado por el Centro Cultural Recoleta y Repsol YPF, y que tiene por objetivo poner a la vista de todos la valiosa producción artí­stica de cada una de nuestras provincias. Un programa que se ocupa de sus artistas consagrados y también de sus emergentes y que teje nuevas y necesarias redes a lo largo y a lo ancho del paí­s.

Con gran entusiasmo comenzó una nueva etapa del exitoso programa Argentina Pinta Bien, organizado por el Centro Cultural Recoleta y Repsol YPF, y que tiene por objetivo poner a la vista de todos la valiosa producción artí­stica de cada una de nuestras provincias. Un programa que se ocupa de sus artistas consagrados y también de sus emergentes y que teje nuevas y necesarias redes a lo largo y a lo ancho del paí­s.

En esta oportunidad, a diferencia de la etapa anterior, se eligió un curador por provincia y fue Cecilia Rabossi, con su mirada atenta y sensible, la encargada de rastrillar, investigar, detectar y seleccionar alrededor de 90 obras pertenecientes a 34 artistas de Entre Rí­os, esta particular y fecunda provincia cuya frontera es el agua y en la que, a su vez, existen otras fronteras invisibles que se mueven en su interior. Para lograr el objetivo contó con la ayuda de la Subsecretarí­a de Cultura de Entre Rí­os y del Museo de Bellas Artes de Paraná, especialmente de su director, el reconocido artista plástico Alfredo Godoy Wilson.
Esta difí­cil selección supuso, para la curadora, una aproximación a las búsquedas, estrategias y lenguajes plásticos que conviven actualmente y que revela infinitas miradas en las que se establecen diálogos y puntos de encuentro y que sentaron las bases para organizar los núcleos temáticos de la exposición. Una exposición que se inauguró "a todas luces" gracias a la calidad de los trabajos, el optimismo de los artistas, y a la renovación total del sistema de iluminación de las salas del Museo donado por Repsol YPF. El evento contó con la presencia de Roberto Romani, Subsecretario de Cultura de la Provincia, Liliana Piñeiro y Rita Fernández Madero del Centro Cultural Recoleta y Paula Ramos, responsable del proyecto por Repsol YPF.
Dentro del primer núcleo de la muestra se presentan trabajos que nos enfrentan a las Realidades Cotidianas a través de la particular mirada de estos artistas. Así­ es como el joven Marcos Bainella(1976), se convierte en cronista de un conflicto vecinal de su barrio y con un dejo de humor e ironí­a nos enfrenta a la locura de las guerras. El mundo femenino surge a través de la mirada de dos artistas: Julia Acosta (1971), quien recuperara el amor por el bordado y la costura, con todo el contenido de cuidado y protección que éste implica, materializado en la escultura blanda "Almohada abrazadora" y, Silvia Lissa (1966), excelente grabadora, con su galerí­a de retratos femeninos, figuras recortadas sobre un fondo geométrico que nos remiten a estampas japonesas. Lo lúdico aparece de la mano de otros dos jóvenes que trabajan en conjunto Lisandro Pierotti (1972), un eximio dibujante que crea los personajes y los recorta para que luego, Javier Escobar (1978), fotógrafo profesional, los "ubique" en lugares comunes -como puede ser una canilla o un enchufe- y los fotografí­e sin ningún tipo de intervención digital y así­, entre los dos, recrean mundos fantásticos. Como los de Lucas Mercado (1980), cuyos personajes nos llegan del mundo del comic. Otro excelente dibujante, Matí­as Bonfiglio (1986), nos introduce a nuevos mundos inquietantes, tan reales-irreales como el de los sueños y que hablan de la infancia. También llegados del mundo de los sueño, pero esta vez de los lugares a los que anhela viajar, aparecen los paisajes de Federico Lanzi (1981), resueltos con una imagen que claramente delatan que proviene de la generación de los videojuegos. Héctor Tacho Zucco (1964), escultor de trayectoria, convierte, con un simple cambio de escala, un elemento tan simple y cotidiano como un ganchito sujeta papeles en una magní­fica pieza -de talla directa- revalorizando su aspecto formal.
La mirada puesta en el espacio que nos rodea es otro de los núcleos con el que decidió trabajar la curadora. Francisco Vásquez (1979), juega con el plano de la ciudad, grandes planos de color y los tonos planos, en un intento por romper su traza y crear una nueva relación entre el hombre y su habitat. Norberto Pacheco (1964), y Analí­a Guestrin (1982), registran con su cámara y, cada uno a su manera, el mundo urbano que los rodea. Mientras el primero se ocupa del parque y -con mirada de niño- lo registra a través de los coloridos y tentadores chupetines y caramelos que pueblan el espacio, Analí­a documenta -en blanco y negro- los mercados callejeros de Madrid. Para Julián Villarraza (1976), la atención está puesta en la naturaleza que lo rodea y, es a partir de fotografí­as digitales de plantas que se elevan hacia el cielo y que el artista interviene con recursos gráficos para "hacernos ver" el fenómeno de la fotosí­ntesis. Marianne Winkelmann (1961), parte también de la observación de la naturaleza, pero no la interviene, simplemente se le acerca y descubre, en el universo de su cocina, la pista de aterrizaje de un insecto.
Graciela Migliavacca (1952), logra, a partir de planos muy cortos de las plantas de su jardí­n, composiciones totalmente abstractas que cautivan por la pureza de la lí­nea, la luz y el color. Marina Celecia (1960), también habla de un micromundo pero, en este caso parte de su imaginación y, delicadamente lo trama a "punta de bolí­grafo". Totalmente abstractas son también las composiciones de Oscar Ojeda (1956), quien, a partir de los restos de óleo de su paleta de pintor, fotografiada e intervenida con textos de conocidos escritores entrerrianos, nos sumerge en las "Cuatro estaciones del rí­o".
El artista es testigo de su tiempo y esto se refleja en el dramático núcleo "Confrontando Realidades". Néstor Medrano (1955), relata, bajo el impiadoso trazo del plumí­n, la tortura y muerte de Héctor Pichón Sánchez, durante la última dictadura militar; un documento silencioso de tinta sangre y dolor. Hugo Musser (1969), plasma con tinta inquietantes figuras expresionistas que cuestionan la locura de la polí­tica y el poder y levanta un "mueble altar", tal vez, como sí­mbolo de esperanza. Claudio Osán (1964), dibuja, con ironí­a y grafito, la "Anatomí­a de lo efí­mero" en la que conviven esqueletos de pájaros y códigos de barra. Juan Ignacio Pereira (1978), utiliza el dramático realismo de la fotografí­a color como una forma de resistencia al abandono y destrucción de las fuentes de trabajo, en este caso en los talleres de la Dirección Nacional de Ví­as Navegables del Ministerio de Obras Públicas del Puerto Nuevo de Paraná. Guillermo Hennekens (1955), utiliza el grabado y lo interviene para mostrarnos los excluidos que casi no se ven, pero que aún están.
La figuración como núcleo reúne trabajos de variados artistas. Personajes de la historia y la fantasí­a conviven en escenarios cotidianos, en surrealista temporalidad, en las obras de Sergio Damonte (1964), mientras que Miguel Angel Vesco (1981), pinta sus "Animalitos del rí­o", un chico y dos peces amigos posando para la foto, logrando una imagen casi POP. Tanto Marcelo Pessoa (1970), como Javier Solari (1979), y Liliana Barbagelata, se acercan mas al comic y, mientras los dos primeros dibujan personajes totalmente humanos, la tercera humaniza pequeños animales pero, en los tres casos, la ingenuidad y el color son protagonistas. Y, mientras Liliana Corona (1960), retrata con su cámara manos trabajadoras que nos hablan, en voz baja, de edades, oficios...vidas; Griselda Meded (1962), ensambla, con sus propias manos, recortes de chapa y materiales de descarte, para rescatar y dar vida a sus propios personajes. Rafael Capurro (1976) utiliza la fotografí­as en blanco y negro como recurso para plantear la obra, utiliza la repetición y utiliza diferente encuadre de un mismo elemento, en este caso una cabeza.
En esta carismática provincia de nuestro litoral no podí­a estar ausente el fantástico mundo de las fábulas populares poblado por su rica fauna y flora y, por supuesto su cerámica. En este último núcleo José Luis Saffer (1960), corporiza sus animales en piezas de arcilla blanca, tí­pica de rí­o Uruguay, a los que pinta en delicados tonos pastel. Luis Alberto Salvarezza (1957), también trabaja con la flora y fauna pero relacionados a ciertos simbolismos. Oscar Salarí­ (1961), nos zambulle en este colorido universo donde habitan carpinchos, ranas, loros e insectos propios de la zona como en la magangá. Y nos relata, a modo de historieta leyendas del lugar. Y son, justamente, los simpáticos personajes de estas leyendas los que toman vida en las piezas de terracota de Alejandra Franco (1963).
La muestra Arte de Entre Rí­os confirma, una vez mas, que cada capí­tulo del Programa de Argentina Pinta Bien puede ser la oportunidad de rescatar valiosos talentos en los rincones mas profundos de nuestra patria, darles visibilidad y tejer redes integradoras tan necesarias en estos tiempos.

 

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