News Argentina

miércoles 16 de julio, 2008
ALBERTO GRECO
Vivo Dito en Piedralaves
por Julio Sánchez
ALBERTO GRECO
 

Un raro rescate de obra más que singular puede verse en la galerí­a Del Infinito. Se trata de las fotos de Alberto Greco en Piedralaves, Ávila. ¿Quién fue Alberto Greco? Uno de los pilares del conceptualismo de corte mí­stico, un hombre que caminó por la misma senda artí­stica que Ives Klein, Piero Manzoni y algunos artistas del grupo Fluxus, como Ben Vautier.

Un raro rescate de obra más que singular puede verse en la galerí­a Del Infinito. Se trata de las fotos de Alberto Greco en Piedralaves, Ávila. ¿Quién fue Alberto Greco? Uno de los pilares del conceptualismo de corte mí­stico, un hombre que caminó por la misma senda artí­stica que Ives Klein, Piero Manzoni y algunos artistas del grupo Fluxus, como Ben Vautier. Greco nació en Buenos Aires en 1931 y se suicidó en Barcelona en 1965, poco antes de cumplir 35 años; en la década del cincuenta -en Francia, Brasil y Argentina- produjo pinturas inscriptas en la corriente de aquel momento, el informalismo. En 1962 retornó a Paris y comenzó su serie de acciones que no tuvieron ni la espectacularidad sanguinolenta del Accionismo Vienés ni la tecnologí­a del coreano Naum June Paik, más bien se alineaban en el "poiting" (señalamiento) de Marcel Duchamp. Para Greco no hací­a falta re-presentar (volver a presentar en la pintura) nada, era suficiente con la realidad. En el Manifesto Dito dell´Arte Vivo, publicado en italiano en 1962, el artista afirmaba: "El arte vivo es la aventura de lo real. El artista enseñará a ver no con el cuadro sino con el dedo. Enseñará a ver nuevamente aquello que sucede en la calle. El arte vivo busca el objeto, pero al objeto encontrado lo deja en su lugar, no lo transforma, no lo mejora, no lo lleva a la galerí­a de arte". Básicamente, la propuesta consistí­a en mirar con otros ojos aquello que todaví­a no habí­a pasado al cuadro, elegir un motivo especial -aunque no fuera especial ni particular, como un lustrabotas o un ama de casa- y encerrarlo en un cí­rculo de tiza. Sólo ese gesto indicarí­a, señalarí­a, una "obra de arte". En cierto modo, es algo como "presentación antes de la re-presentación", que paradójicamente quedarí­a "re-presentada" en una fotografí­a. La idea fue compartida por varios artistas de la época: a los 19 años, el francés Ives Klein (en quién Greco dice haberse inspirado) recostado en las playas de sur de Francia, miró el azul del cielo y dijo: "Firmé con mi nombre al otro lado del cielo"; otro francés (nacido en Nápoles) amigo de Greco, Ben Vautier, fotografió una serie de "gestos simples" (como escupir, comer o dormir) como obras de arte. Vautier integró el grupo Fluxus, que concebí­a arte y vida como un "flujo" continuo de intercambio y unicidad. Este grupo integrado por artistas procedentes de varias naciones tuvo al músico John Cage como principal inspirador. El norteamericano estaba bien empapado del budismo zen que aspira -entre otras cosas- a la conciencia de cada acto en todo momento. Para el budismo no hay jerarquí­as en el universo, ni en el tiempo ni en el espacio; todo es maravilloso y milagroso, aún aquello más banal, pues es el hombre quien etiqueta, alaba o condena según el paradigma moral y cultural de su momento histórico. Es así­ como se puede entender la Merda d´artista de Piero Manzoni, para el italiano sus heces valí­an su peso en oro, porque de hecho, "producirlas" equivalí­a a decir "estoy vivo"; desde este lugar se entiende porqué Manzoni firmaba con su nombre el muslo de mujeres como "esculturas vivientes" o porqué Jannis Kounellis, greco italiano del Arte Povera, metió doce caballos percherones en una galerí­a de arte: ni el mejor retrato inglés de un caballo podí­a compararse con el olor, sudor y potencia de un equino vivo. Cuenta el artista (neólogo, según su propia definición) Alfredo Portillos que dialogando con Cage aprendió que un acto tan sencillo como lavar los platos se puede convertir en una performance.
En la galerí­a Del Infinito se exhiben unas doce fotos de las experiencias de Vivo Dito en Piedralaves, Ávila. Montserrat Santamarí­a -que circunstancialmente paseaba por el pueblo junto con tres amigas- fue la testigo involuntaria y autora de las tomas de esta particular forma de arte efí­mero. En las fotos se puede ver a Greco "firmando" (en rigor, sosteniendo un cartel con su nombre) una paisaje pueblerino o una señora tendiendo las sábanas. Es notoria su cara de felicidad, como la de un niño travieso destripando un raro juguete: su propia realidad. El budismo también enseña que el humor es un camino de aprendizaje; las fotos de Greco pueden parecer un juego cuando lo vemos sosteniendo el cartel "Greco le meilleur de tous", pero su Vivo Dito nos recuerda una vez más aquello de que "lo cotidiano se vuelve mágico".