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miércoles 16 de julio, 2008
LA NUEVA GALERÍA DEL ROJAS
por Rodrigo Alonso
LA NUEVA GALERÍA DEL ROJAS
 

Luego de una prolongada espera, el Centro Cultural Ricardo Rojas tiene un nuevo espacio para las artes visuales.

Luego de una prolongada espera, el Centro Cultural Ricardo Rojas tiene un nuevo espacio para las artes visuales. Está ubicado en su sede tradicional, que con esta inauguración se abre definitivamente al edificio adjunto, un predio anexado hace ya mucho tiempo por este ámbito de extensión a la comunidad de la Universidad de Buenos Aires, y que por diferentes motivos viene postergando su apertura.
En reemplazo del famoso "pasillo" que comunica el ingreso con la sala teatral, y que fuera uno de los bastiones de la producción artí­stica de los años noventa de la mano de Gumier Maier, el nuevo espacio ofrece grandes dimensiones y cierta cuidada independencia a la producción actual. Sin embargo, una pared de vidrio "contamina" la sala con el fragor de la vida urbana. Verdadero cuestionamiento del cubo blanco, esta incursión extra-artí­stica pone en tela de juicio todo intento de autonomí­a, y representa seguramente un desafí­o y un estí­mulo a la labor de Eva Grinstein, su curadora.
De hecho, al ingresar a la sala somos inmediatamente testigos de esa contaminación. La propuesta de Valeria Maculan, una hilera de andamios cubiertos de plantas y atravesados por artefactos de iluminación, nos ubica en ese terreno incierto entre adentro y afuera, entre naturaleza y ciudad. Paradójicamente, al mismo tiempo que nombra el afuera y aun cuando utiliza elementos de la vida cotidiana, la pieza no renuncia a su estatuto de dispositivo escultórico. Organizado en una serie de bloques compactos, el conjunto guarda pocas relaciones con el espacio que lo contiene, que no sean formales. Como en la escultura minimalista, los datos más relevantes son su escala en relación a la sala y el ví­nculo que establece con el espectador, que es particularmente interesante porque no se reduce sólo a interferir el recorrido. El desplazamiento a través de los andamios tiene ciertos visos lúdicos e involucra la sensorialidad del paseante, desde el color de la estructura metálica hasta el aroma de las plantas, desde la humedad de éstas hasta la cálida emanación de las luces.
Noelia Yagmourian, en cambio, acomete directamente sobre el espacio. Piso, techo y paredes se integran a su propuesta, convirtiéndose en soportes ineludibles de la misma. Como su compañera, los materiales que utiliza recuerdan con insistencia un circuito de circulación que no es necesariamente el artí­stico. Pero como su compañera también, el horizonte de su intervención es formal: un planteo de lí­neas emergen y se sumergen en el entorno, ora con una ortogonalidad que lo atraviesa conectando piso y techo, ora en un cúmulo apretado de cintas que emanan de la pared como una cascada cromática, a los que se suma un plano que acomete desde la escalera de entrada al piso. El color es igualmente protagonista en los trabajos de Yagmourian, a tal punto que unifica y en algún punto homogeneiza el conjunto. Son rosados que se resisten a calificarse de femeninos, probablemente por su obviedad. Más interesante es considerarlos en su contraste con la solidez de la sala, contraste que se refuerza en la elección de materiales blandos para la intervención.
Ciertamente, las dos artistas han diseñado su participación asumiendo y oponiéndose, al mismo tiempo, al espacio de la galerí­a. Pero aunque generen algunas sospechas, no es claro que hayan hecho lo mismo con la historia de la institución. ¿Un nuevo comienzo para la galerí­a de la avenida Corrientes? ¿O un contraste involuntario a tantas exposiciones que en estos dí­as insisten sobre la preservación de la memoria?

Hasta fines de mayo en el edificio contiguo al CC Ricardo Rojas, Av. Corrientes 2038.