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domingo 20 de noviembre, 2011
Carlos Cruz-Diez en Malba
El color en el espacio y en el tiempo
por Laura Casanovas
Carlos Cruz-Diez en Malba

El color “es una situación mutante, como nosotros, evolutiva y ambigua”. Así lo define el gran artista venezolano Carlos Cruz-Diez, cuyas palabras son el reflejo de una reflexión aguda, profunda y coherente a lo largo de su extensa trayectoria artística. Un camino de más de sesenta años, desde 1940 hasta la actualidad, que compendia de manera destacada la retrospectiva Carlos Cruz-Diez: El color en el espacio y en el tiempo, con la cual el Malba celebra su décimo aniversario.

Con la curaduría de Mari Carmen Ramírez, directora del International Center for the Arts of the Americas del Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH) -institución organizadora de la muestra junto con la Cruz-Diez Foundation-, se reúnen más de 120 obras entre pinturas, relieves, dibujos, serigrafías, estructuras, ambientaciones, y maquetas sobre los proyectos de intervenciones urbanas.

“Cruz-Diez intentó algo que ningún otro artista había hecho antes: liberar el color del plano bidimensional y entablar una relación con él en cuanto material siempre mutable y situación física (…) que evoluciona en el espacio y en el tiempo y al que no asiste ningún tipo de forma, soporte o muleta cultural”, señala Ramírez en el texto de la exposición.

El artista precisa que, a diferencia del trabajo con el color de otros artistas, como por ejemplo Dan Flavin, en sus propuestas éste no es una proposición estética, sino una vivencia. “Yo quería demostrar que uno está inmerso en el color”, señaló días atrás en una entrevista en el Malba.

El visitante tiene la magnífica oportunidad de experimentar esa inmersión cromática, que produce modificaciones perceptivas, sobre todo a través de las obras Ambiente cromointerferente y Cromosaturación. Con las cromosaturaciones, Cruz-Diez logra “lanzar el color hacia el espacio”. Como él mismo explica, se trata de ambientes artificiales con tres cámaras, una roja, una verde y otra azul que “sumergen al participante de la experiencia en una situación monocromática”, la cual produce estímulos que perturban la retina.

Para el artista, que desde 1960 vive y trabaja en París, el color es afectivo: “Cuando uno ama un color te toca la afectividad y percepción profunda”. A su vez, todo su trabajo en torno al color parte de una reflexión muy precisa vinculada con la racionalidad del experimentador.

Siempre estuvo interesado en el color, incluso en el inicio de su carrera como pintor realista y social. En 1954 realiza unos murales interactivos que marcan el inicio de su búsqueda de un lenguaje experimental y abstracto, el cual lo llevó a inventar técnicas y herramientas de trabajo. Y en esa búsqueda no se olvidó de la gente, sino que la hizo participante activa de sus obras.

Un importante conjunto dentro de su producción son las “fisicromías”, realizadas a partir de 1959 y hasta el presente. Se trata de estructuras de diversos módulos en las cuales combina tres condiciones cromáticas diferentes que son los colores aditivo, reflejo y sustractivo. Frente a estas obras varía la percepción cromática del observador de acuerdo con su desplazamiento y la intensidad de la luz: vamos hallando y perdiendo colores y descubriendo formas que surgen y poco después se disipan.

El movimiento en su obra aparece en el mismo momento del apogeo del Arte Cinético, a mediados de los años 50, por lo cual se le puso el rótulo de “artista cinético”. Si bien recibió el influjo de esta propuesta, dicha caracterización, como destaca Ramírez, le restó importancia “a su elección franca –y programada de manera casi científica- del color como punto de partida para toda su obra”. Una elección de la cual esta gran muestra no deja ninguna duda.

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Info
Hasta el 5 de marzo de 2012
MALBA | Museo de Arte Latinoamericano
de Buenos Aires, Av. Figueroa Alcorta 3415 Salas 5 (2º piso) y 3 (1º piso)