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martes 23 de diciembre, 2008
Jacques Bedel
Aproximaciones
por Laura Feinsilber
Jacques Bedel

Por estos días se presentan en el Museo Nacional de Bellas Artes, obras recientes de Jacques Bedel. La muestra ofrece un panorama completo de este artista inagotable, multifacético y prolífero.

En 2005 desde esta columna con motivo de la exposición antológica de Jacques Bedel , me atreví a señalar que era un artista inclasificable dado que a su profesión de arquitecto se le sumaba la de artista plástico en disciplinas que abarcan la escultura, el dibujo, la pintura, los objetos, los grabados, las maquetas, los libros.
Inclasificable, ya que no encaja en ningún ismo ni corriente, un investigador apasionado de la ciencia, de la arqueología, del cosmos, además de utilizar, como un alquimista, materiales no convencionales: acero al cromo, níquel, titanio, aleaciones usadas en la aviación, resinas, silicio.
No es habitual que una muestra como la actual que se visita por tercera vez, siga sorprendiendo porque se descubren combinaciones de elementos y matices y contenidos que no se alcanzan a ver en una primera recorrida. Lo que se mantiene intacto es el carácter misterioso, a veces insondable y también sacral que Bedel ha sabido imprimir al corpus de su obra.
La muestra “Aproximaciones”, título ya utilizado por Bedel, 40 obras realizadas entre 2005-2008, está compuesta por “Aproximación a los sueños”, serie en la que hay personajes a la deriva en medio del mar cubierto por nubes amenazantes o aquellos que lo contemplan quizás con nostalgia y melancolía.
“Aproximación al mal” son placas de colores que revelan desplazamientos acuosos, microorganismos como los que se ven a través del microscopio.
Con una habilísima utilización de materiales como telas vinílicas, bolsas de polietileno plegadas y materiales brillosos, una combinación que a veces se convierte en lujosa, Bedel nos sumerge en mares y nubes amenazantes, tornados que se ciernen sobre desiertos de arena y horizontes infinitos, obras que también pertenecen a esta serie.
En el extraordinario libro de 300 páginas que acompaña la muestra con textos de Antoine Raymond, Renato Rita, y Ana María Battistozzi, profusamente ilustrado, se reproducen una serie de cuadros que supongo pertenecen al museo imaginario del artista y que sin duda han ejercido fascinación en su erudito incursionar por la historia del arte: “Estudio de Nubes” (1846) de Thomas Cole, “El Viajero frente al Mar” (1818) de Caspar David Friedrich, “El Buque Fantasma”(1887) de Albert Ryder, “Tormenta de Nieve” (1842) de William Turner. Como puede apreciarse toda una lista de románticos que miraron el paisaje y lo sublimaron. Pero también está el ominoso “Cuadrado negro sobre fondo blanco” (1913) de Casimir Malevitch, despojado de toda anécdota pero en el que el negro evoca la nada absoluta.
Así como la investigación científica es una de las obsesiones del artista, también lo es Dios o su ausencia, tema que trató en diferentes momentos, por ejemplo: “El Ojo de Dios” (1969), “El Dios Reencontrado” (1986), “Deus, ecce Deus” (1995) En esta muestra, “La Garra de Dios”, inquietante obra de profundos azules y carácter abismal, y “Más allá de Dios” nos llevarán hacia “El Borde de Dios”, imagen cósmica del infinito, una franja brillosa sobre el universo, perturbadora y conmovedora que muestra su misterio.
Esta muestra de Bedel sobre la naturaleza es de una rara belleza de la que no está ausente su visión apocalíptica y su alerta hacia la degradación inexorable.

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Info

Aproximaciones: Hasta el 2 de febrero
Museo Nacional de Bellas Artes,
Av. del Libertador 1473