News Argentina

miércoles 16 de julio, 2008
MATILDE MARÍN, ESENCIA PURA
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
MATILDE MARÍN, ESENCIA PURA

Buenos Aires es escenario de tres muestras simultáneas en las que el espectador entrar en contacto con los trabajos de Matilde Marí­n, creadora de una obra de refinada estética y totalmente contemporánea.

Captar la esencia del hombre. Esa parece ser la preocupación de Matilde Marí­n; captar su esencia y plasmarla en su obra para que quede allí­ impresa su huella: la huella humana. Una huella imborrable que atravesará la barrera del tiempo para ser reconocida en otros tiempos y por otras almas. Es por esto que la obra de Matilde Marí­n es completamente atemporal y universal.
Graduada como escultora, su acercamiento al grabado se produjo cuando, a través de la obra de Martha Gavensky, descubrió las posibilidades de experimentación que esta técnica le permití­a. Viajera incansable emprendió un largo camino por Latinoamérica. Los grises del desierto de Atacama y los rojos del Gran Cañón del Colorado grabaron en ella a fuego sus colores. El camino del Inca y el Machu Pichu, las pirámides mayas y los templos aztecas, la dejaron marcada. Matilde investiga, desde entonces, las huellas dejadas por esas antiguas culturas y se sumerge en la memoria interna del hombre para explicar el presente.
La muestra en la Fundación Alon, "Desplazamientos", es un recorrido por las distintas etapas de la artista a partir de los años 80 -década en la que inicia su labor profesional- y, en su mayorí­a, trabajos que parten de la gráfica. Grabados, dibujos, libros de artista, collages y objetos cuyo hilo conductor es el papel. Este material de distintos espesores, muchas veces artesanal, hecho por sus propias manos, es soporte de la obra y muchas veces la obra misma, como sucede en Telón, una delicada e inmensa pared de frágiles papeles azules. En otras ocasiones, lo dibuja con fuego, grabándolo, imprimiéndole vida y lo modela para que cobre volumen, revelando su formación como escultora como en "La Tierra Prometida".
Su paso hacia la fotografí­a y el video fue muy natural. "En el 98 mientras trabajaba con la serie "Juego de manos" necesité recurrir a la fotografí­a para plasmar la idea. Esta es una serie muy extensa que incluye serigrafí­as y un video y que nunca se mostró completo en Argentina." En la serie "Bricolage Contemporáneo" vuelven a aparecer las manos pero esta vez sosteniendo. "A partir de esa obra me situé en el presente. Hoy, mi preocupación es el futuro o, mejor dicho, la escasez de futuro que vivimos; necesito involucrarme con los desplazamientos de la gente, producto de los tremendos problemas polí­ticos y sociales que suceden en el mundo y con las urgencias ecológicas de nuestro planeta." Hasta el 19 de septiembre.
"Iluminaciones", es el nombre de la muestra, curada por Victoria Verlichak, en la que Matilde expone junto con Karina Peisajovich y Sergio Avello (Stella Maris) en el Malba. El video deriva de la serie Juegos Iniciales, fotografí­as que integran la colección del Macro. En él un pequeño punto de luz se transforma entre sus manos de pitonisa: la luz se intensifica, varí­a su color: blanco, verde, rojo; se hace haz e incluso cobra formas que se disuelven nuevamente en un ciclo natural en el que el espectador acompaña "encantado". Violeta, azul, blanco para, finalmente, volver al mismo punto de partida: el mismo pequeño punto de luz. ¿Tal vez el ciclo de la Vida? Tan sólo en 4 minutos. Hasta el 2 de octubre.
"Convergencias" es la muestra realizada por la galerí­a Del Infinito en conjunto con la galerí­a Leme de San Pablo, Brasil, curada por Claudia Laudano, y que reúne obras de las artistas brasileñas Elaine Tudesco, Camila Sposati y las argentinas Laura Glusman, Andrea Ostera y Matilde Marí­n; en este caso, su serie más reciente de paisajes iluminados. Serie que está presentando en el mes de octubre en Galerí­a Casas Riegner de Bogotá, Colombia.
En los tres casos la obra de Matilde Marí­n es sutilmente silenciosa y vigorosamente femenina. Sin estridencias, pero cargada de mensajes que atraviesan las pieles más duras para acurrucarse en el alma y ayudarnos a reconocer nuestra propia esencia.