Nota publicada online

miércoles 31 de mayo, 2023
Los envíos a la Bienal de Venecia
Un tema de debate necesario
Garay Basualdo, Eugenia
por Eugenia Garay Basualdo

El jueves 11 de mayo en el auditorio de la Colección Fortabat, la Asociación Argentina de Críticos de Arte (AACA) llevó a cabo un conversatorio necesario y esperado sobre la organización y producción de los envíos argentinos a la Bienal de Venecia de los últimos años.

Fernando Farina, Mónica Heller, Flor Battiti, Rodrigo Alonso María Teresa Constantín. Foto Gustavo Barcos. Gentileza Colección AMALITA

En principio, es para destacar como hecho histórico que estuvieron presentes cuatro ex curadores de envíos: Rodrigo Alonso (2011), Fernando Farina (2013), María Teresa Constantin (2015) y Florencia Battiti (2019. También participó la artista Mónica Heller que representó a la Argentina en 2022.
Rodrigo Alonso, acertado, puso en contexto el tema. Comentó que a raíz de la exposición que realizó en Fortabat en 2013 sobre los envíos a Venecia en la historia del arte argentino, tuvo que investigar y se encontró con escasos materiales para reconstruir el periplo. Primera pregunta: ¿No tenemos archivos organizados acerca de un tema que es política cultural de Estado? Gracias a la curaduría, una vez más, se reconstituyó una parte de la historia del arte argentino por la que se pudo conocer que hasta los sesenta los países invitados por Italia tuvieron la posibilidad de construir sus propios pabellones y Argentina no lo hizo. Apareció el tan polemizado nombre de Jorge Glusberg quien, pese a muchas críticas, fue un gran gestor y promotor del arte argentino fuera del país, y en 1995 construyó un pabellón temporal en la entrada de la bienal, sentando un precedente desafiante para la época. Esto pone en evidencia que Glusberg no quiso dejar pasar la oportunidad. Segunda pregunta: ¿Por qué la Argentina no construyó un pabellón propio y solo tiene uno en comodato, inaugurado en 2013?
Luego, el eje central de la conversación se instaló en el hecho de que la Argentina promueve los envíos a Venecia, pero no lo hace de una manera sistematizada y eficaz para aprovechar al máximo el potencial que posee el evento internacional en un sentido amplio. Los disertantes comentaron sus experiencias y, en los tres casos, indicaron los puntos a favor, los desajustes y las dificultades y, en conclusión, el envío carece de la organización que debería tener.
Alonso curó el envío de Adrián Villar Rojas y dio detalles de la producción y las gestiones. Señaló que el artista solventó gran parte de la producción de la obra y, posteriormente, percibió del Estado el dinero destinado para tal fin. Mónica Heller enfatizó el poco tiempo que le asignaron entre el anuncio de su selección y la producción de la obra. Aclaró que su trato con Cancillería fue impecable y que la galería Piedras, que la representa, se ocupó de gestionar trámites para llevar adelante la obra. Por su parte, Farina comentó algunos pormenores del envío que efectuó Nicola Constantino en 2013, no sin dejar de comentar que la artista venía trabajando en el tema de su propuesta antes de que fuera seleccionada para la representación oficial.
Asimismo, explicaron que para las dos últimas ediciones, el Estado realizó una convocatoria en el mes de noviembre. El anuncio de la selección se produjo en enero y la producción de la obra, en cada caso, tuvo apenas tres meses para concretarse. Los recursos económicos que paga el Estado no son suficientes para cubrir los gastos de traslado y hospedaje del artista y su equipo, solo para la producción de la obra en sí, por lo que hubo que recurrir a sponsors. Pero además, las relaciones internacionales que se movilizan en un ámbito tan relevante como el de la Bienal de Venecia, tampoco son impulsadas lo suficiente por parte del Estado, desaprovechando una oportunidad única cada dos años.  

Mónica Heller y Rodrigo Alonso, Fernando Farina y Germán Barraza. Foto Gustavo Barcos. Gentileza Colección AMALITA

María Teresa Constantin, quien curó el envío de 2015 de Juan Carlos Distéfano, propuso preguntas adecuadas dado que se aproxima la Bienal de Venecia en 2024: “¿Cómo está prevista? ¿Con qué fondo cuenta el país para afrontar el envío? ¿Con qué método se elegirá a un artista?”
La conclusión es que este tipo de envíos al extranjero requieren de una organización prevista con una antelación considerable, ya que se tiene que tender a mostrar lo más representativo del arte contemporáneo actual en un escenario global. Al mismo tiempo, tomar decisiones de gran responsabilidad y producir una propuesta expositiva en solo algunos meses, no solo es complejo, sino que deriva en una serie de gestiones administrativas que no son resueltas por el organizador principal, el Estado. Tercera pregunta: ¿Por qué, a lo largo de tantos años, las políticas culturales internacionales de la Argentina no se ocuparon de este tema?
Por último, coincidimos con lo que señaló Mónica Heller: “el envío constituye la representación del arte de un país.” Por esta razón, consideramos que resulta imprescindible promover estas instancias de diálogo y auto crítica para detectar lo que se debería mejorar a futuro y contribuir con debates constructivos al respecto, como lo comenzó a realizar la Asociación Argentina de Críticos de Arte

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