Nota publicada online

martes 20 de junio, 2023
Karina el Azem en el Caraffa
Ceremoniales Iconográficos
por María Teresa Constantín
Karina el Azem en el Caraffa

Se exhiben en Córdoba sus reflexiones sobre la violencia simbólica y se funden con otras de orden artístico o estético. Con curaduría de Patricia Rizzo la muestra, a modo de antológica, recupera obras emblemáticas junto a trabajos recientes: su reinterpretación de íconos históricos y populares de la identidad argentina como como el Gauchito Gil, la Difunta Correa o Eva Perón. Puede visitarse hasta el 25 de julio.

Un seductor objeto enmarcado por un contorno de perlas convoca la mirada. Está situado en el pasaje central de una sala singular del Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Caraffa” que, dividida por columnas, evoca las naves de una iglesia. En una acertada decisión curatorial esa obra concentra el interés y desde allí opera, en su leve belleza, como uno de los objetos-trampa de Karina el Azem. Los grafismos abstractos, nos enteramos, son los signos que pertenecen a un lenguaje utilizados por los delincuentes para marcar las casas susceptibles de ser robadas, sin interés o ya desvalijadas. Descifrados y puestos en circulación por la policía pierden la potencia del código. Mientras, las obras de esta serie de El Azem parecen preservarla secreta violencia bajo la atracción visual de los signos abstractos. De la misma manera opera, en la entrada de la exposición, el video de un fascinante viaje espacial. Con algo de odisea del espacio hipnotiza en su desplazamiento hasta que el ojo se detiene en las naves y devela que se trata de balas, como misiles, de un viaje irrefrenable. La seducción y el abismo son así recursos para instalar la que es quizás una de las preocupaciones principales de la artista y que atraviesa buena parte de su obra, a saber, su interés persistente en señalar las dispares formas de violencia, muchas casi naturalizadas, en las que está inmersa nuestra época.

La exposición actual de El Azem, curada por Patricia Rizzo, en Córdoba, reúne obras de casi 30 años de trabajo en las que están presentes los diferentes ejes de su producción. Entre ellos la violencia, ya mencionada, reconocible a lo largo de las salas y en el que merece especial atención la serie que construye la gran cruz de los retratos de personas condenadas injustamente y revelados literalmente por la artista con luminol sobre su propia sangre.

En algunos puntos clave de la salas, como al descuido, artista y curadora han emplazado bandas o pequeñas y titilantes intervenciones de mosaicos. Los bellos y  vibrantes colores de esos mosaicos decoran las paredes pero a la vez indician el temprano interés de El Azem por cuestiones ornamentales vinculadas memoriosamente a sus orígenes culturales en el esplendor de Al Andaluz. Construidos con perlas, mostacillas, balines u otros abalorios estos mosaicos funcionaran, a posteriori, como patrones-modelos para la producción digital de la artista, rastreables también, con mutaciones, en los diferentes trabajos exhibidos. De tal modo en ocasiones, esos modelos, serán utilizados por ejemplo para indagar en formas geométricas plenas o sus alternancias con el vacío. Igualmente, en determinado momento lo político cobrará mayor peso y el abalorio será reemplazado por balines o balas de diferentes tamaños. Así a modo de una veladura la repetición de un casquillo de bala cubrirá las imágenes de Buenos Aires en el 2001 o los conflictos de oriente medio. El uso de diferentes tamaños de balas, disuasivas en las manifestaciones, mortales en los conflictos bélicos, etc., establece su propio recorrido de sentido, desde el hogar hasta el disparo mortal.

Finalmente, se exhiben también las primeras maquetas en cartón, tomadas de casas reales del conurbano e interior de la Provincia de Buenos Aires, donde lo decorativo en la clase media, en los límites delmal gusto,es explorado con cierta ternura.

Casi en una misma línea entre lo ornamental y la religiosidad popular la artista se ha ocupado también de los grandes mitos argentinos. En Córdoba se exhiben un grupo de figuras de Evita y Perón. Tratadas con la misma pintura que se utiliza para la imágenes de la Virgen de Lujan, las figuritas cambian de color según la humedad ambiente. Parecen testificar que su apreciación o descredito mutan de casa en casa o, a más largo plazo, en cada periodo histórico.

“Perlas y municiones tienen el mismo tamaño”, nos dice Karina El Azem. Un mismo tamaño para pasar del ornato a la violencia, como si la artista nos pusiera permanentemente a intentar mantener el equilibrio en el tembladeral contemporáneo.

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