Nota publicada online

Afines de marzo, se inauguró la exposición “Paciencia infinita” de Andrés Paredes en el Museo de Bellas Artes “René Brusau” -Marcelo T. de Alvear 90, Resistencia-. El artista misionero, de reconocida trayectoria nacional e internacional, presenta una muestra antológica que reúne pinturas, esculturas e instalación. Esta es la tercera vez que el prestigioso artista visita Resistencia: la primera fue en el Espacio de Arte de Radio Libertad (2006), luego presentó Exuvia en el mismo museo (2014) y ahora completa un ciclo en Chaco. La muestra puede verse hasta principios de junio.
Aquí yace un olvido, atrapado
en el frágil triángulo del tiempo
Olga Zamboni

Andrés Paredes demora su andar y posa su mirada en el entorno, detiene el tiempo y captura instantes con la disciplina de un botánico, pero también con la intuición de un naturalista y el capricho de un explorador. Su producción está atravesada por el paisaje; en principio misionero y eso puede ser alegórico porque pienso y siento su obra como un gesto universal, una expresión global, una reflexión ecuménica.
El artista posee un corpus de obra tan potente como fecundo. Se expresa en diversos formatos que elige con acierto y recurre a sugerentes materialidades que demuestra dominar con la precisión de un químico y la delicadeza de un poeta. Andrés Paredes tiene un discurso visual signado por un magnetismo tenaz y sutil, definido por metáforas elocuentes que logran alumbrar la sordidez del mundo. Sus obras son un respiro, nos hacen peregrinar en el sentido más literal de recorrer un trayecto donde se une lo físico y lo espiritual. Así, aparecen maderas y papeles calados hasta el límite de su integridad creando un paisaje inconmensurable que además de enigmático tiene la virtud de perpetuarse en una ensoñación que se siente como renacer permanentemente frente a la hostilidad de un territorio herido. Sus pinturas -tan sugerentes como inquietantes- dominadas siempre por una belleza estridente, necesaria y urgente donde se revela aquello que nos habita y la permanencia de la vida como un trabajo cíclico que se fortalece a sí mismo en la tenacidad de su obsesión.
A veces, la naturaleza es un elemento irreconocible que genera sentido de peligro, soledad y desasosiego. A veces, la naturaleza refleja la compleja relación del hombre con la duda existencial sobre lo inexorable del paso del tiempo. A veces, la naturaleza se presenta como una fuerza inmensa y restauradora, sin límites. Ante estas disyuntivas, el artista crea un terreno, real o imaginario, donde convergen pasado, presente y futuro tal como postula la recordada poeta misionera de referencia. Entonces, en ese triángulo del tiempo, cada obra se convierte en un fértil vergel que brinda un oportuno reparo.
La obra del artista está marcada por la paciencia como el propio acontecer del ciclo natural que refleja en su construcción. Medita sobre el devenir, imagina una sucesión de acontecimientos y revela la magnitud física de los hechos en su extensión -presencia, simultaneidad y disonancia-. En esta exposición hay misterio, profundidad y sensibilidad, podemos suponer que surge de las percepciones y observaciones que Andrés Paredes tiene como experiencia personal innata y como fuente de sustento espiritual y emocional, como piedra angular de sus pensamientos y como enriquecedora práctica artística.
Paciencia infinita es una oportuna celebración que nos convoca a renacer, que nos insinúa morir en una vida para nacer en otra y vislumbrar que todo es un eterno regreso. Estamos frente a un empecinado jardín -primigenio y extraño- que al contemplarlo nos enfrenta a ese mundo de sentidos anterior a lo que se nombra, un edén construido de nostalgias y resonancias donde podemos caminar hacia el origen.