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domingo 14 de agosto, 2011
Un relato curatorial renovado para el MNBA
por Laura Casanovas
Un relato curatorial renovado para el MNBA

Desde julio, el Museo Nacional de Bellas Artes ofrece novedades en cuanto al diseño de sus salas y el guión curatorial. Los cambios más evidentes son los distintos colores que distinguen cada espacio y el traslado del arte argentino del siglo XIX del primer piso a la planta baja.

Los cambios favorecen la percepción, observación y ordenamiento de las obras expuestas en las 24 salas de la planta baja y proponen nuevas lecturas del acervo de la institución.

A partir de ahora, en esta planta -que recupera sus ejes principales- se exponen el arte europeo desde la Edad Media hasta el siglo XIX y el arte argentino republicano del siglo XIX. La inclusión de este último junto al primero se vincula con las investigaciones y mirada historiográfica actuales de algunos de los más importantes historiadores del arte del país.

De esta forma, al ingresar en el mu­seo es posible iniciar el recorrido por el arte europeo y finalizarlo en el arte argentino del siglo XIX, o viceversa, según se comience por la sala a nuestra derecha o izquierda. En ambos casos, enseguida se per­ciben los colores de las paredes, que generan distintos climas y nue­vas relaciones entre los objetos.

Cada color fue elegido a partir de las obras. El azul de la sala del siglo XII al XIV europeo aparece, por ejemplo, en la obra Sagrada Familia del taller de Luca della Robbia y, como también se recuerda, en muchas miniaturas medievales.

El rojo terracota de las salas de Pintura Holandesa y flamenca ambienta a obras paisajistas como la de Aelbert Cuyp y la escena de naufragio de Ludolf Backhuizen, la cual no se encontraba exhibida.
Los retratos pertenecientes a la pintura europea del siglo XVIII se hallan en una sala turquesa. Este color aparece en las pinturas y evoca, asimismo, productos de la época como la célebre porcelana francesa de Sèvres.

Las paredes sobre las cuales se encuentran los paisajes de la Escuela de Barbizon son grises. La sala contigua está dedicada a Goya y ofrece un tono rojo sin duda adecuado para acompañar los grabados y óleos de este gran artista.

Algunas esculturas de Rodin, como el yeso de El beso, obsequiado por el escultor francés a Eduardo Schiaffino, primer director del MNBA, se en­cuentran en la sala azul dedicada a la pintura y escultura francesa del siglo XIX. En el mismo espacio se incorporó la pintura La emperatriz Teodora, de gran formato, de Jean Joseph Benjamín-Constant.

Llegamos así al impresionismo y postimpresionismo, cuyas obras están rodeadas de paredes de un verde vibrante. El color remite a la decisión de los impresionistas de trabajar fuera del taller, observando la naturaleza y la incidencia de la luz en los objetos. Allí están los cuadros de Monet, Gauguin, Van Gogh, Sisley, Morisot, entre otros.
Una de las últimas donaciones al museo, la de la Colección San­ta­marina, se presenta en el entorno de un azul profundo. La Cabeza monumental de Balzac, una escultura en bronce de Rodin, ocupa un lugar especial que resalta su monumentalidad. Esta colección incluye, en una sala pintada de verde, un pastel de Degas, una acuarela de Cézanne y un pequeño retrato de Courbet -una de las joyas del museo-, entre otras obras.

Luego nos adentramos en el siglo XIX argentino con los dos géneros dominantes de ese tiempo en el Río de la Plata: el retrato y el costumbrismo. Con un fondo de paredes rojas, observamos, por ejemplo, el óleo Payada en una pulpería de Carlos Morel. Un lugar central en la sala ocupa el importante Retrato de Manuelita Rosas (c.1851), realizado por Pri­lidiano Pueyrredón.

Un núcleo también destacado es el de las pinturas de Cándido López sobre la Guerra del Paraguay. En otra sala, de color verde musgo, se encuentra otro conjunto fundamental de obras para el relato del arte argentino, entre las que están: El despertar de la criada (1887), de Eduardo Sívori; Sin pan y sin trabajo (1894), de Ernesto de la Cárcova; La vuelta del malón (1892) de Ángel Della Valle.

Estas y otras modificaciones realizadas en la institución (pisos, ba­ños, iluminación) forman parte del proyecto de reforma y ampliación arquitectónica del principal museo de be­llas artes del país, que posee un pa­trimonio de más de once mil objetos.

La reforma seguirá en el primer pi­so, donde estará el arte argentino del siglo XX y el internacional del mismo período. El director del museo, Guillermo Alonso, contó a Arte al Día que esta segunda etapa estará lista en marzo del próximo año, y que la sala de arte precolombino pasará del primer piso al segundo. También se está remodelando el pabellón de exposiciones temporarias, que se prevé estará termiado para fines de este mes o principios del próximo.