News Argentina

martes 29 de julio, 2008
En mayo el centro de la escena fue Nueva York
por Adrián Gualdoni Basualdo

Tras la impresionante perfomance que protagonizó el mercado internacional, fue el turno del arte argentino. Y, viendo los resultados obtenidos, podemos hablar de un boom que no será fácil de empatar.

Es bien sabido en el mercado del arte que mayo y noviembre son los dos meses mayores del año. En las tarimas de Nueva York, las dos grandes casas que dominan la plaza programan con precisión sus pasos. Así, en la primera semana se subastan obras impresionistas y modernas. La semana siguiente es el turno del arte contemporáneo. Luego se toman un respiro, dedicando la quincena final al rubro “americana”, que reúne arte, mobiliario y objetos de arte y memorabilia vinculados a la propia historia de los Estados Unidos, dejando, y es todo un símbolo, la semana final al arte latinoamericano. Último es nuestro turno, si, pero aún dentro del mes mayor.
Tuve la ocasión este año de participar de estos eventos. Y las circunstancias de orden general no parecían a priori favorecer al mercado. Con un dólar en caída libre ante otros signos monetarios, un barril de petróleo al que ciertas hipótesis ya ponen en los 200 dólares antes de fin de año, y una situación política local aún indefinida, Kelly Crown, la cronista de mercado de arte del influyente “The Wall Street Journal”, titulaba su columna del 4 de mayo pasado “Nervios en Nueva York”, y agregaba: “Tras cinco años de bonanza en el mercado del arte, las grandes casas esperan una brusca caída en las próximas subastas”. Contar lo visto y sucedido en quince días de vértigo llevaría mucho más que el espacio de esta página. Sólo valga decir, como síntesis, que al cerrarse esa primera mitad del mes, 4.135 millones de dólares fue el contundente producto de las ventas, poniendo al mercado en las primeras planas de todo el mundo, euforizando la plaza a niveles hasta ahora nunca vistos, y consagrando al arte, una vez más, como el espacio de refugio y contención de capitales que no aciertan en su búsqueda global de espacios productivos.
Ante este panorama, la salida a tarima de 600 lotes de pintura y escultura latinoamericana, de los cuáles 83 eran de autores argentinos (13,8%), planteaba un espacio de duda: ¿se volcarían los mismos capitales anónimos y sin bandera a la vista, que habían optado por impresionistas, modernos y contemporáneos de nivel internacional, por obras de artistas de nuestro subcontinente? O por el contrario, y tal como suele ser norma, ¿serían los coleccionistas latinoamericanos los protagonistas casi únicos a la hora del martillo? Finalizadas ya las subastas, y ante los 62 millones logrados entre ambas casas, cabe concluir que fue un adecuado mix de ambos sectores los que zumbaron en las numerosas líneas telefónicas habilitadas para compradores que, salvo excepciones como fue este año el ruso Román Abramovich, prefieren preservar, por prudencia fiscal, o por simples razones de seguridad, sus identidades. Más esquivo, aún no se conoce quién adquirió en 7,2 millones de dólares el “Trovador” de Rufino Tamayo, nuevo record en el campo del arte latinoamericano.

La presencia argentina
Como ya señalamos, fueron 83 las obras de autores argentinos presentes en las ventas convocadas por Christie’s y Sotheby’s en sus sedes de Manhattan. Estas obras representaban a 45 artistas, de los cuáles 17 eran grandes maestros ya fallecidos (de Quinquela Martín y Curatella Manes a Molina Campos, Xul Solar y otros) y 28 eran artistas en plena producción (como Polesello, MacEntyre, Adolfo Nigro, Macció, y otros igualmente representativos).
Al momento del martillo, cuando la verdad del mercado se impone sobre consideraciones críticas, especulaciones teóricas y elaboraciones conceptuales, 64 de estas obras encontraron comprador, estableciendo un inédito 77 % de efectividad de ventas. La venta de estos lotes representaron un total de 4 millones de dólares, cifra que gana en elocuencia si recordamos que en la temporada 2007, que fue record, entre todas las casas de subastas de nuestra Buenos Aires se vendió arte argentino por un valor total equivalente a 15 millones de dólares.
En el cuadro adjunto, se consignan las diez pinturas que alcanzaron los precios más altos, muchos de los cuáles adquieren asimismo el rango de record para sus respectivos autores. Es interesante, al considerar las obras incluídas en este primer nivel de ventas, la heterogeneidad en estilos y épocas de sus autores, lo que implica que la aceptación del arte argentino no reconoce otros límites que el de la calidad y la creatividad, desconociendo aquellas otras divisiones fomentadas por quienes asumen partidismos y parcialidades que más restan que suman a la hora de difundir e instalar al arte argentino y sus protagonistas en el exigente concierto plural del mercado internacional.