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jueves 17 de julio, 2008
IMITA A LOS NIÑOS: ¡JUEGA!
Los juguetes de Torres García llegan al Malba
IMITA A LOS NIÑOS: ¡JUEGA!
 

El juego es y será la actividad creativa, artí­stica y natural por excelencia del ser humano. Expansivo y gozoso, el juego es propio de los niños y el juguete es la herramienta escultórica que se utiliza para ello. Fueron muchos los artistas de las vanguardias históricas que pensaban que la infancia es un lugar paradisí­aco digno de imitar y que produjeron obra que alude a esta etapa e, incluso, muchos juguetes.

El juego es y será la actividad creativa, artí­stica y natural por excelencia del ser humano. Expansivo y gozoso, el juego es propio de los niños y el juguete es la herramienta escultórica que se utiliza para ello. Fueron muchos los artistas de las vanguardias históricas que pensaban que la infancia es un lugar paradisí­aco digno de imitar y que produjeron obra que alude a esta etapa e, incluso, muchos juguetes. La obra de Miró y Paul Klee se caracteriza por la frescura propia de los niños; Alexander Calder, además de sus esculturas móviles, construyó su propio circo de juguete para divertirse como un niño y Picasso construyó una pequeña guitarra de papel para sus hijos. Joaquí­n Torres Garcí­a, artista clave dentro de la vanguardia latinoamericana, aportó una nueva dimensión a la construcción de un lenguaje moderno y se ocupó formalmente de la formación estética y filosófica de los jóvenes. Los juguetes fueron un capí­tulo fascinante en su vida.
La actual muestra Juguetes transformables, en Malba, reúne un magní­fico conjunto de juguetes realizados en madera pintada, bocetos, documentos de época y un pequeño teatro, con escenografí­as de cartón que Torres construyó para narrar historias a sus propios hijos. Se trata de una muestra itinerante, de excelente montaje, producida por el Museo Torres Garcí­a de Montevideo y curada por Jimena Perera y Alejandro Dí­az, directores este Museo.
Nacido en 1874 en Montevideo, Torres -con 17 años- viaja con su familia a Europa y se establece en Barcelona donde estudia Bellas Artes. Con el seudónimo Quim Torras, publica varios dibujos en el periódico La Vanguardia y en las revistas Iris, Barcelona Cómica y La Saeta. Desde 1901 comienza a pintar al fresco y trabaja en el campo de la decoración, en la remodelación que el arquitecto catalán Antoní­ Gaudí­ realiza en la catedral de Palma, cuya construcción se lleva a cabo en los talleres de las obras de la Sagrada Familia en Barcelona. Es en esta época en que el artista realiza sus primeros murales: el de la capilla del Santí­simo Sacramento de la Iglesia de San Agustí­ de Barcelona y el de la Iglesia de la Divina Pastora en Sarriá. A partir de 1907, interesado en la problemática de la enseñanza infantil, enseñó dibujo en el Colegio Mont 'Or, fundado por Juan Palau Vera, colegio que se caracterizó por ser pionero de los lineamientos pedagógicos renovadores. La incorporación de objetos pedagógicos en la educación infantil cobró por entonces, gran impulso a partir de la labor de Friedrich Froebel, quien habí­a desarrollado sus métodos utilizando las formas geométricas universales: la esfera, el cubo y el cilindro, sustentadas por una concepción mí­stica del universo, los que tuvieron amplia difusión en Cataluña. En 1917, Torres conoce al pintor uruguayo Rafael Barradas, quien lo impulsará en su camino hacia la abstracción. En este momento y como una forma de ganarse la vida con algo artí­stico y comercial a la vez, comienza a fabricar juguetes. Juguetes de un material noble y natural, de madera. Juguetes desarmables y adaptables, que sirvieran a la creatividad y desarrollo del niño.
Un capí­tulo del fantástico libro Torres Garcí­a: utopí­a y transgresión, recientemente publicado, editado por el Museo Torres y escrito por Mario Gradowczyk se ocupa de estos juguetes o esculturas articuladas, como los llama el autor; un libro que recorre la vida del artista a través de su pensamiento y de su obra, muchas de ellas reproducidas por primera vez.
"Yo vuelvo a animarme para trabajar, después de tanto tiempo de no pintar nada. Los juguetes me arrastran a eso. Porque es lo mismo que lo otro (la pintura). Al fin creo que habré hallado algo, que a pesar de dar dinero, -si es que lo da- me hará feliz hacerlo. ¡Todo es juguete y pintura!" Confesó Torres a Barradas en una carta de la época, reproducida en el libro.
Los juguetes de Torres Garcí­a constan de partes móviles, como lo aconsejan los pedagogos de la época, son resistentes y pueden ser manipulados sin riesgos. La multiplicidad de piezas brinda al niño un sinnúmero de combinaciones para construir escenas urbanas, automóviles, camiones, casas, locomotoras, personajes y estaciones de ferrocarril, o sea, arquetipos de la ciudad contemporánea. La Galerí­a Dalmau los exhibió durante las navidades de 1918 y publicó un catálogo con un texto del artista que explica el interés pedagógico y estético de sus juguetes. Para resolver sus problemas económicos e independizarse del mercado del arte, se propuso producir los juguetes en escala industrial y se asocia con Francisco Ramblá, pero la sociedad no prospera. Una vez radicado en Nueva York insiste en su proyecto y registra la marca Aladdin Toys; busca mano de obra barata en Italia para la fabricación y organiza la producción y venta a gran escala. Pero una vez más la suerte no lo acompaña. Un incendio destruyó el depósito de Nueva York donde estaba almacenada toda la producción de juguetes.
El caballito de madera que abre la muestra es la única pieza que no es original. Se trata de una reproducción de este caballito balancí­n ideado por el artista y que se perdió por completo en el incendio.
A partir 1926, ya en Paris, para Torres la prioridad vuelve a ser la pintura. Se vincula con las principales vanguardias, promueve agrupaciones artí­sticas y formula su Universalismo Constructivo. En 1932, alcanzado por la crisis económica, se instala en Madrid y crea en 1933 el Grupo Constructivo. Poco después, a la edad de 60 años, decide volver con su familia a Montevideo, su ciudad natal, con la idea de fundar su Escuela de Arte Constructivo, seguir creando, enseñando y jugando.
Visitar esta muestra es una verdadera oportunidad para aprender de Joaquí­n Torres Garcí­a y seguir sus directivas. Obremos de adentro hacia fuera, con libertad y con nuestra personal tendencia. Imitemos a los niños: ¡juguemos!

Info:
Hasta el 5 de noviembre, en el Museo de Arte Latinoamericano, MALBA,
Avda. Figueroa Alcorta 3415