Nota publicada online

miércoles 20 de septiembre, 2017
Reza Deghati, en el marco de la Bienalsur
Una muestra en Plaza San Martín, a cielo abierto
por Pilar Altilio
Reza Deghati, en el marco de la Bienalsur

Invitado por la Bienalsur, el fotógrafo de la Nathional Geographic, desentrañó parte de la fórmula que usa para conocer mejor a las personas a través de la fotografía.

Es su tercera visita y ya puede articular algunas palabras en español, siempre amable, con una sonrisa cálida que se ilumina cuando además de mostrar una maravillosa captura con su cámara, narra la historia que hay en esa toma. Nada pudo apartarlo de su camino, ni siquiera el título de arquitecto conseguido a instancias de su padre. La cámara de fotos y ese sentido de adaptación al terreno hicieron el pacto sobre su proyección profesional, diseñada por sus propias inquietudes, este fotógrafo iraní nacido en 1952 en Tabriz de origen Azerbaiyán, hace muchos años salió de su país después de padecer torturas y confinación para exiliarse en Francia, donde aún vive. Se convirtió en el primer fotógrafo no estadounidense en la historia de Nathional Geographic, lleva 31 libros publicados hasta la fecha. Estuvo en más de 150 países, pero dice no pertenecer a ninguna nación ni religión en particular. Nunca arma las fotos, cuenta y tampoco le pide a nadie retratarlo, luego sí, lo conversa cuando el trabajo está hecho. Se fascina con la capacidad de resiliencia de los humanos en condiciones extremas. Lo emociona percibir esa esperanza renovada, capaz de volver a empezar.

Equipo Bienalsur

Se define varias veces a lo largo de la charla, nos comenta que trabaja para la construcción de la vida y de las oportunidades. Que está comprometido plenamente con los derechos humanos, le apasiona su trabajo entre grupos de jóvenes que sostiene desde varias décadas y establecerse en las zonas más vulnerables y ayudarlos a abrir unas ventanas en sus vidas a través de narrar su entorno. “Cuando entra un fotógrafo profesional, la mirada cambia, algo se altera”, nos confía, entonces ese chico o chica, de 12 a 18 años, tiene plena capacidad para narrar los contrastes curiosos de su lugar.

Invitado por la Bienalsur se instaló en el barrio Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache. Literalmente una mole de edificios donde viven más de 35.000 personas. Reza les dio herramientas para que cuenten su historia con una cámara y seis facilitadores (jóvenes fotógrafos profesionales elegidos por él) fueron los encargados de hacer el seguimiento en forma personal o a través de cadenas de WhatsApp de las tareas acordadas. Las consignas a fotografiar fueron claras: a través de mi ventanita; hermanos, familia; mi mejor amigo, y autorretrato con espejo. Estos jóvenes seleccionados ya se pueden ver en la Plaza San Martín a cielo abierto junto a otro grupo de la villa 21-24, y el fotógrafo se emociona pensando que este hermoso plan podrá continuar ya que viene proporcionando una serie de cambios virtuosos en los participantes. Nos comenta que hizo un trabajo muy potente con mujeres iraníes a quienes capacitó tanto para capturar fotografías como registrar documentales con video. “A esas personas les cambié la vida”, afirma con una expresión satisfecha y todos lo entendemos, pues su proyecto nunca se cierra sin haber recorrido otros espacios, haber montado gigantografías en espacios públicos, trasformar cualquier espacio en una sala de exposiciones. Reza diseña otros tipos de construcciones que reconstruyen la vida de las personas, después de los desastres.

Reza Deghati

Se explaya y narra un poco su percepción y dice que puede dividir a los desastres, los conflictos y las guerras en dos tipos de destrucciones. "Primero la visual, la física. Un edificio derrumbado, una persona herida. Hasta que un día leí en un diario que había habido un tiroteo en los Estados Unidos. Inmediatamente habían llegado treinta psicoterapeutas al lugar. La situación había generado un trauma. Empecé a pensar qué era lo que buscaba generar ese trauma. Pensé que si por una bala hubo que mandar tantos terapeutas, ¿qué pasa con las guerras? ¿Cómo hacemos para sanarnos? El alma herida lleva muchísimo más tiempo para sanar que un cuerpo herido. Uno se puede recuperar de la peor herida, pero cuando uno sufre un trauma psicológico el daño es muchísimo más profundo".

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