Nota publicada online

lunes 12 de diciembre, 2022
María Silvia Corcuera
La belleza por sobre todas las cosas
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
María Silvia Corcuera

El Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, MACBA, cierra los festejos de su décimo aniversario con la antológica “Lo cotidiano extraordinario” de María Silvia Corcuera Terán. La muestra, curada por Laura Casanovas, reúne un centenar de trabajos que recorren 30 años del trabajo una artista que, valiéndose del humor y la ironía, hace una profunda crítica del mundo que nos toca vivir.

Juguetes, barcos y globos. La obra de María Silvia Corcuera nunca es inocente; a primera vista nos muestra una obra en la que se destaca su geometría personal que remite a Torres García, Hlito y Aizemberg y seduce al espectador con sus brillantes azules y rojos y, cuando éste advierte su intensión, el impacto es aún mayor. Nada está elegido al azar, ella toma objetos comunes, los resignifica y transforma, pero manteniendo viva la memoria de su esencia y allí es dónde radica su fuerza expresiva. Lo antropológico, etnográfico, lo popular e identitario están siempre presentes; se trata de una obra que tiene memoria cultural.

Ciudadana del mundo -de padre diplomático y madre historiadora y antropóloga-, se relacionó con las grandes obras del arte europeo, latinoamericano y oriental. Formada Con Marta de Llamas, Silvina Cardozo y Víctor Chab, desde los años 80 trabaja en distintos repertorios simbólicos. Ávida lectora y enamorada de la literatura y la poesía, en sus obras aparece la palabra como un significante más. Su obra pasa del plano dimensional al objeto tridimensional. Hace objetos y vive rodeada de ellos; los colecciona y muchos pasan a ser parte de una obra. “los compro y, en algún momento, ellos me reclaman”. Aguda observadora, crítica pero también lúdica, María Silvia Corcuera asume su responsabilidad de artista e invita a reflexionar sobre nuestra realidad y a no perdernos en la insensibilidad reinante.
“Corcuera toma aquello que es cotidiano, sin ningún valor propio, aquello que muchas veces es desechable y le da una nueva posibilidad -a través de sus operaciones artísticas- de convertirlo en algo realmente extra-ordinario para ayudarnos a pensar el mundo desde el pasado, el presente y proyectarnos al futuro”, resume su curadora, Laura Casanovas.
En la primer sala del museo nos reciben sus “Juguetes (1992-1995)” , una serie fundacional en la que los barcos son protagonistas para hablar de las inmigraciones que, “son duras pero a la larga nos enriquecen”; sus ciudades -sobre todo de Buenos Aires, con su identidad, historia, tragedias y afectos- y su serie “Todo es un globo” que remite a la historia de la globalización –desde la conquista de América– y a su impacto social, económico y cultural. “Son los globos las mentiras que nos tragamos”, confiesa.
La ciudad de los días contados”, realizada en el 2000, con fichas de marcación del ferrocarril- tiempo de privatizaciones- y anticipándose a la crisis que llegaría.

María Silvia Corcuera y Laura Casanovas

En el Primer Subsuelo son sus Protegidas y Rayadas las protagonistas; obras que en 2012 fueron merecedoras del Premio Trabucco, que otorga la Academia Nacional de Bellas Artes. Son en su mayoría importantes collages realizados con materiales inesperados como como servilletas de papel y el papel plateado de las etiquetas de cigarrillos.  
Los círculos de Las observantes son lunas/ojos que vigilan nuestra metrópolis amenazada por un sistema responsable de tragedias (como la de Cromañon) y de un sinfín de lágrimas reclamando justicia en Mar de llanto . Rojos, azules, blancos, plateados y grises sostienen el repertorio cromático, a través de formas geométricas con fondos minuciosamente elaborados de figuras iguales. En “Las observantes”, por ejemplo, utiliza pequeños recortes de cuadernos escolares con forma de pañuelos, representando a las madres y abuelas de Plaza de Mayo.
Corcuera señala heridas pero, no puede con su genio y las repara; en muchas de sus obras aparece la venda; venda con la que simboliza curaciones colectivas e individuales.

Dos impactantes pinturas, tituladas Cruz del sur, una azul y la otra roja, esta última adquirida por el MACBA en 2021, están custodiadas por dos pequeñas esculturas inspiradas en la obra de Noemí Gerstein, realizadas en “telgopor”, material que utilizaba la artista para muchas de sus esculturas. Más precisamente “con tachos de helado” y pintados en un azul brillante. “La lunada” es una luna dentro de otra luna, dentro de otra luna, “porque así somos las mujeres”. Y está recubierta de lágrimas: “lágrimas cómo llanto y cómo símbolo de la fertilidad”.
 
La importancia de la carga simbólica de los objetos que utiliza Corcuera en sus obras se pone de manifiesto en la serie Sobre Dones, Randas y Cascabeles. “El uso del cascabel se remonta al medievo cuando los cosían en la ropa de los leprosos para escucharlos llegar” cuenta la artista; “más tarde pasaron a la ropa elegante”. El cascabel fue introducido por los españoles a nuestro continente y aquí llegó en la ropa elegante. “Son cascabeles decorativos, suntuosos, sonoros y festivos, como somos nosotros, los latinos”.
Dos impactante obras realizadas con hojas de coca doradas aluden a la trascendencia y al valor cultural otorgado a esta planta por las culturas andinas y a la conquista en busca de otras “Bizancios” con connotaciones presentes. “La hoja de coca tiene algo de sagrado y desacralizado: una hoja que en las antiguas culturas tenía un sentido místico se volvió un sentido de muerte con la tragedia de la droga".

En el último nivel trabaja en temas ornamentales, femeninos y latinoamericanos. En esta oportunidad son la “joyas” que integran una dote, la Dote Argentia, “el conjunto de dinero o de bienes que la mujer aporta al matrimonio; Argentia es plata y también es nuestra Argentina”. Se trata de una dote que se muestra brillante pero que en realidad es pobre -como la nuestro país. Si nos detenemos a observar cada pieza, podemos observar atractivos peinetones y collares que nos seducen; sin embargo, al acercarnos descubrimos su verdadera esencia; una esencia que duele: como en el collar realizado con una media de nylon y una cinta argentina dentro de ella; alhajado con metal cortante y agarrado con pequeños broches de colgar la ropa: “Toda una metáfora de nuestra Argentina que duele y a la que no podemos acceder”, afirma la artista, sin dejar de lado su punzante humor. Dentro de esta serie está una obra dedicada a San Cayetano y una reinterpretación del “Exvoto que Ives Klein le dedicó a Santa Rita de Cascia”. María Silvia realizó su propia versión con cintas de plata de Argentia, hojas de coca bañadas en oro y una extensa plegaria para no perder el don de la belleza.
No podía faltar la “Dote pandémica” un gran manto realizado en 2021 con barbijos cocidos y pintados con acrílico y aerosol negro. Y una serie de banderines/pancartas, bordados por un grupo de artistas del grupo Mucha tela, mucha estampa, coordinadas por Constanza Martínez, con frases que hemos escuchado en estos tiempos difíciles como “No puedo respirar” y una frase reparadora de Ernest HemingwayTodos estamos rotos, así es como entra la luz”. Y el ojo de Kenzo como homenaje al artista que murió de Covid 19.
Un gran poncho, colorido y brillante, realizado con las clásicas cápsulas de café, cierra la muestra. Una obra en la que, igual que con el cascabel, incorpora la sonoridad. “Aquello que marca un ritmo.”

María Silvia Corcuera es una artista aguda que relata el mundo que la rodea, en clave local y contemporánea y nos cala hondo porque, a pesar de todo, la belleza y el bien recorren toda su producción. Una gran entusiasta que ve la belleza por sobre todas las cosas.
Una gran muestra para disfrutar todo el verano.

 

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