Nota publicada online

domingo 29 de mayo, 2022
Juan Carlos Distéfano
Tras la huella de la memoria
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
Juan Carlos Distéfano

En el Museo Nacional de Bellas Artes se presenta la muestra “Juan Carlos Distéfano. La memoria residual”, curada por María Teresa Constantin, reúne en el Pabellón de exposiciones temporarias una selección de esculturas y dibujos de la colección personal del artista, del Museo y de acervos privados. Son 19 esculturas creadas entre 1972 y 2022, junto con 16 estudios para la realización de varias de ellas, en las que el artista argentino expresa su atracción por la pintura.

“La necesidad del arco iris”, una escultura circular abre, a modo de pórtico, el recorrido por el Pabellón. Se trata de la última escultura en resina poliéster realizada por Juan Carlos Distéfano en plena pandemia y que le demandó casi dos años de atención. “Trabajo muy lento, demasiado. No puedo hacerlo de otra manera” y, seguramente, esta fue su manera de resistir la pandemia. Si bien la obra surge de la imagen del panel central del Jardín de las Delicias del pintor flamenco El Bosco, para el artista “el arcoíris representa todas las posibilidades que tiene el ser humano y la obra, la necesidad de que cada uno viva la suya sin condicionamientos.”

La necesidad del arco iris, 2020-2022 Finalizada semanas antes de esta exposición, La necesidad del arco iris parece irrumpir del delicado entretejido de imagenes pictoricas que abonan la memoria residual. En efecto, pensado formalmente por el artista al interior de la burbuja del panel central de la obra de Hieronymus Bosch, su trabajo se distancia de manera rotunda de aquella pintura. De la felicidad gozosa de aquella a la oscuridad y el temor de esta. Es que reverbera también en la obra de Distéfano una de las más celebres imágenes del romanticismo alemán: El arco iris con paisaje, de Caspar Friedrich. En esta segunda referencia, la figura del viajero se detiene en el centro de la escena sin atreverse a penetrar en la oscuridad del abismo.

“Esta exposición” –como señala el director del Museo, Andrés Duprat– “traza un relato de los vínculos que sostuvo Distéfano con la historia del arte y emprende una interpretación personal de esa historia. Las obras exhibidas testimonian las fuentes del pasado donde el artista ha ido a buscar géneros y temas para concretar su imaginario visual.” El artista homenajea a pintores argentinos a quienes admira las pinturas con las que se formó y que aún hoy lo conmueven. Es llamativo el tratamiento del paisaje en la escultura con la que rinde homenaje a Enrique Policastro.La Urpila en Buenos Aires. Homenaje a Gómez Cornet” (2009-2010), es una obra creada en poliéster reforzado y otros materiales, en diálogo con la pintura de 1946 del artista santiagueño, perteneciente a la colección del Museo y por el que el artista siente un profundo amor por su sinceridad y profundidad. “La Urpila es una santiagueña que llega a Buenos Aires y trabaja de cartonera, por eso carga en su carro el obelisco”. Las monedas a sus pies tienen una particular procedencia: sus padres comerciantes, guardaban monedas para dar cambio, cuando murieron las encontró arriba de un ropero, totalmente devaluadas, pero “lo importante es que es espectador reconozca qué le pasa viendo eso.”

Cosme Tura en los pagos de Don Enrique, 2019 Casi como una síntesis de su declarado amor por la pintura, esta obra manifiesta abiertamente el propósito de Distéfano de homenajear a un cierto núcleo de pintores argentinos, y entre ellos, aquí, a Enrique Policastro, “la lechuza cascoteada del arte argentino”, según sus palabras. Admira en él la mesura exacta del color, la economía absoluta de anécdota, la ausencia de presuntuosidad. “Hace un yuyo y es genial, no cuenta nada más que eso, es una escritura”, dice Distéfano. Y el árbol es apenas un detalle del árbol de la Deposicion de la cruz, de Cosme Tura. Un artista tan austero como Policastro, el mono en verdad inexistente en la obra de Venecia, aparece como un guiño surreal en la pampa. De Cosme Tura es, por otra parte, el primer libro de pintura que Distéfano compro en su juventud.

Según explica María Teresa Constantin –quien también fue curadora del Pabellón Argentino en la Bienal de Venecia de 2015 con la obra de Distéfano–los trabajos exhibidos invitan a la observación del tratamiento del color en su obra, las transparencias y capas, el error que, capturado, nutre un detalle y los efectos y sentidos producidos por la inclusión de materiales reales al interior de las obras”.

“Yo no tengo ideas, tengo imágenes; es lo primero que sale y, con estas imágenes, comienzo a trabajar,” afirma Juan Carlos Distéfano. El es escultor y las imágenes con las que trabaja son imágenes fuertes, muchas dolorosas y en cada una de sus obras nos incita a no olvidar. Lo bueno y lo malo; nuestros artistas y nuestra historia reciente. “La idea es traicionera; creo en la imagen y me importa cuando hay un error. Estoy muy atento a los errores porque y si hay algo bueno en el error se abre un camino que yo no imaginaba. Aparece la aventura. Esa aventura es lo mejor que hay en cada uno de mis trabajos; no es racional”. 

Entre las piezas en exhibición, se incluyen dos versiones de la escultura “Emma traviesa. Homenaje a Lino Enea Spilimbergo (2014-2015) y una serie de estudios preparatorios realizados en sanguina sobre papel. Una de estas obras ingresó a la colección del Museo en 2018, cuando Distéfano fue distinguido con el Premio Nacional a la Trayectoria Artística. La segunda, mas oscura, pertenece a un coleccionista privado; está recubierta por avisos de un periódico en los que se ofrecen servicios sexuales. “Emma era una chica pobre que pasó la infancia con sus padres. Luego se hizo prostituta, se la llevó un cafishio a un prostíbulo. Después se mató. Ese es el esquema de “Breve historia de Emma”. Spilimbergo escribió la historia, el argumento, es como una historieta. Es maravillosa. Nunca se supo si fue un invento suyo o si fue una noticia que leyó en el diario. ¿A cuántas chicas les habrá pasado eso? A mí se me ocurrió que en vez de ser una nena, fuera un nene. Hago un solo momento: cuando ese nene ya es un hombre, que es un travesti. En las obras de Spilimbergo, por lo general, alrededor de las prostitutas están los esqueletos: los cafishios o los clientes. Es muy dramático.”

El diseño de montaje permite hacer un recorrido a través de las obras -muchas de ellas apoyadas directamente en el piso- permitiendo percibir la elocuencia de sus detalles y la potencia de sus materialidades. Un cuerpo inerte de mujer, casi informe, atado firmemente al lecho del río, pugna vanamente por salir a flote. Una figura humana grita en silencio, ahogada en su prisión de acrílico. El Ícaro, se estrella  contra el piso de la sala. Imágenes descarnadas que refieren a hechos que acontecieron en plena dictadura militar. Obras que realizó en su destierro en Barcelona cuando, en 1973, el libro de su mujer Griselda Gambaro, fue prohibido y la familia tuvo que emigrar.

Juan Carlos Distéfano con sus imágenes poderosas nos invita a ir tras la huella de la memoria de todo aquello que lo fue modelando para ser el gran artista que hoy es: sus tempranos viajes a Europa, a su amada Italia, los paisajes pintados por sus maestros y que aún lo conmueven; así como las terribles acciones de las que es capaz el ser humano y que él retrata. Cada obra suya nos enfrenta a una realidad que no podemos ni debemos olvidar; lo bueno y lo malo que convive dentro del ser humano. ¡Para no perder!

 

La muestra podrá visitarse en el MNBA, Avenida del Libertador 1473 (cABA) hasta el 31 de julio.

De martes a viernes de 11 a 20, sábados y domingos de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.

 

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