Nota publicada online

martes 15 de octubre, 2019
Como un tropel en Proa 21
Llegan las Yeguas del Apocalipsis
Oybin, Marina
por Marina Oybin
Como un tropel en Proa 21

"Yeguas del Apocalipsis", con la curaduría de Victor López Zumelzu, reúne por primera vez en Argentina obras del colectivo artístico chileno conformado por los escritores Pedro Lemebel y Francisco Casas Silva.

En plena dictadura de Pinochet, desnudos y montados en una yegua color miel y blanca, Francisco Casas Silva y Pedro Lemebel, el mítico colectivo Yeguas del Apocalipsis, irrumpieron en el Campus Juan Gómez Millas, en la universidad de Chile. Con acidez, parodiaron la iconografía  viril asociada a la figura del militar y el conquistador y, al tiempo, aludieron a la homosexualidad masculina. La acción, denominada Refundación de la Universidad de Chile, incluyó el reclamo por el ingreso de las minorías en la Universidad.

Ente 1987 y 1997, los escritores chilenos Casas Silva y Pedro Lemebel conformaron el dúo Yeguas del Apocalipsis. Se apropiaron y resignificaron un insulto dirigido –y bien conocido en nuestro país– a las mujeres; tomaron el término apocalíptico, cuando el sida hacía estragos en la comunidad gay. Las Yeguas devinieron mito irreverente: actuaron en forma tan eficaz, contundente y estremecedora que muchos creyeron que se trataba de un malón irrefrenable.

“A fines de la dictadura y principios de la democracia se pensaba que las yeguas eran muchas. En la inauguración de un libro o una exhibición de pintura, la gente entraba en pánico cuando se enteraba que irían las Yeguas del Apocalipsis. Pensaban que era una cabalgata gigante de homosexuales, proletarios y feos, corriendo a destruir todo el aparataje del arte institucional o de la literatura convencional. Pero llegaban dos maricas feos y escuálidos”, cuenta Casas en diálogo con Arte Online, acompañado por su pareja, Julio Urbina, quien se presenta como la transtornada).

De las performances de las Yeguas, sólo quedan algunas fotografías de Paz Errázuriz y videos. Hicieron una veintena de acciones de las que casi no hay registros. Es que no les interesaba ingresar en el mundo del arte legitimado: su motivación era la urgencia política, mucho antes de que supieran que eso que estaban haciendo apasionadamente era una performance. Con sus acciones buscaban reflexionar, poner en cuestión la realidad, defender los Derechos Humanos. “Todo el trabajo de las Yeguas del Apocalipsis finalmente es un acto de amor, en alianza con las madres de los detenidos desaparecidos, con los ejecutados políticos”, dice Casas.

Ese rico material puede verse en Proa21, en Yeguas del Apocalipsis, con curaduría de Víctor López Zumelzu, que reúne por primera vez en Argentina obras del colectivo artístico chileno. La muestra, que incluye instalaciones, y registros (fotografías y videos) de acciones performáticas de época, suma además obras individuales de Lemebel y Casas, posteriores al periodo de las Yeguas del Apocalipsis.

Ya enfermo, Lemebel  desató la acción Desnudo bajando la escalera, cuyo registro en video se puede ver en sala. Metido en una bolsa de lino, rodó por las escaleras en llamas del Museo de Arte Contemporáneo. La escena impacta por la lentitud con la que la bolsa en la que está metido el escritor arde y cae, impulsado solo por su propio peso, por los peldaños cubiertos con llamas de fuego.

En una de las salas de Proa21 se recreó la instalación Homenaje a Sebastián Acevedo, un trabajador minero que se inmoló el 11 de noviembre de 1983, frente a la Catedral de la Santísima Concepción, conmocionado y en señal de protesta por la desaparición de sus tres hijos en manos del régimen militar. En esa instalación, con los cuerpos cubiertos de cal viva, Pedro Lemebel y Francisco Casas se prendieron fuego.

Tras un viaje de varios días por el Amazonas en un barco carguero repleto de gallinas y cerdos, Urbina y Casas desplegaron una instalación con desechos encontrados en el río, que ahora se exhibe en la muestra. “Nos interesaba la diversidad sexual de la selva, la visión no binaria que se evidencia en mitos como el de Yacuruna”, dice Urbina. Con tuberías de plástico, hicieron una gran instalación que representa conexiones sanguíneas en descomposición de una especie hasta ahora desconocida.

En Las dos fridas, una fotografía de las Yeguas del Apocalisis que pertenece a la colección del Malba, Casas y Lemebel posan como en la pintura de Frida Kahlo (la artista se representa a sí misma duplicada). Los corazones pintados en los pechos de Casas y Lemebel se conectan por medio de una transfusión sanguínea –que alude a los fluidos de dos homosexuales en épocas en las que el sida aterrorizaba y no se sabía exactamente cómo se contagiaba, incluso algunos pensaban que las lágrimas podían propagar la enfermedad–. “Es una de nuestras primeras obras: tiene que ver con la conquista de América. Nos interesaba ese contagio entre la española y la mestiza. Y todas las enfermedades que contagiaron los españoles: la tuberculosis, la sífilis, y el sida, una de las últimas formas de colonización contra los cuerpos homosexuales: ya sabemos que fue un virus inventado para exterminar y estigmatizar a los homosexuales”, dice Casas.

En una de las fotografías expuestas, Lemebel luce un collar hecho con maquinitas con hojas de afeitar. “Es una performance que Pedro hizo por amor —dice Casas—.  Se depiló su corazón. En la calle hizo un círculo de fuego, se puso adentro, frente a la ventana del chico del que estaba enamorado. Después se puso el collar. Fue un acto de amor entre ellos”. Y también ellos se tomaron las fotografías que registran ese momento de intimidad que devino imagen emblema.

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