Florencia Walfisch
La pierna izquierda
15/07/2021 - 31/08/2021

GALERÍA VAN RIEL

Juncal 790, PB, Ciudad de Buenos Aires.

AUTORETRATO I, SESAMOIDEO, bordado cosido en lienzo y telas  135 x 120 cm, 2021
AUTORETRATO I, SESAMOIDEO, bordado cosido en lienzo y telas 135 x 120 cm, 2021

Acerca de La pierna izquierda de Florencia Walfisch y la inminencia de la pintura

El cuerpo sigue estando allí. En los fragmentos que denotan su integridad, en sus representaciones, en sus ficciones, en los versos, en su parecer y padecer. Construido por cada retazo enhebrado en el lienzo; por cada costura que atraviesa los paños trazando la línea punteada de una trayectoria al acaso o que persigue un horizonte; por cada bordado que cubre coloreando, que festonea figurando o graficando, que texturiza accidentando superficies; por cada puntada que une, que arruga, que frunce y abulta modelando los paños que, como pieles, definen los textiles que Florencia Walfisch viene realizando desde hace más de una década.

Visibles en La pierna izquierda –pieza que titula la exhibición–, estos recursos materiales, paciente y esforzadamente elaborados, develan un anclaje de osamenta que se representa desde el fémur, se articula en las curvas de la base de las caderas, trepa por las vértebras y clama, ahogada en la garganta y proferida en la palabra labrada: “izquierda la pierna”, del lado izquierdo del lienzo. Foco de tensión y atención, el cúmulo de vivencias concentradas en este punto se despliegan en el resto de esta composición, así como derraman sus resonancias en otras obras.

En la serie de dibujos Huesos del pie, miríada de pequeños trazos de grafito modelan fantasmales extremidades o sus componentes óseos, que emergen desde el blanco del papel buscando el origen de un relato anatómico que encarna los avatares de una vida, atravesados desde y con el compuesto de emociones, pensamientos y materia orgánica cuyo devenir nos define. De ahí también, las abiertas e indefinidas imágenes resueltas con similares grafismos de los conjuntos Topografía y Prosodia para incisión, en los que la sugerencia se presiente dramática cuando los sutiles sombreados son cancelados por hirientes trazos negros.

Las referencias corporales continúan en la transida gestualidad impresa a los géneros de Autorretratos, donde las denominaciones de un hueso –Sesamoideo- y de un músculo –Esternocleidomastoideo- identifican cada pieza y se tornan Alfa y Omega de una cadena accidental de precisos malestares, somatizaciones connaturales a la existencia y presentes en cualquier biografía, pero que aquí cifran objetos de expresión. Sin embargo, como también se percibe en Pelvis derecha, los cambios se notan en el procedimiento, que no titubea en recortar y reemplazar, en incrustar fragmentos o agujerar imponiendo el vértigo del vacío, además de prescindir, casi por completo, de las representaciones en favor de una manera abstracta que se apoya en la libertad de las formas, los contrapuntos cromáticos y la proliferación de las texturas. Y, al dar un paso más, se suelta el borde referencial cuando en los títulos ya no hay alusiones anatómicas y aparece Lenguaje, solicitando al ojo que se regodee distinguiendo azules, grises o blancos y observe el juego de las abigarradas tramas bordadas que modifican los planos de color en tintes y en calidades de superficie.

A modo de nota reminiscente, aparece bordada una pelvis en el medio de La pintura en el centro, en la que, además, puede interpretarse como esquema de columna vertebral la ristra multicolor de formas curvas alineadas un poco más abajo. Lo que no evita que la variedad y la sensualidad perceptiva se impongan como esenciales, a la vez que se plantea de manera explícita, la paradoja técnica entre la que nombra la obra y la efectivamente ejecutada.

Y es que, si bien sus costuras y bordados prolongaron la lógica de las líneas del dibujo –disciplina de formación y de las primeras manifestaciones visuales– y en su ser trazo, se volvieron aptas para graficar con sustancia plástica las palabras, incorporando así destellos de su escritura poética; la artista no deja de presuponer que aún debe cumplir con el deseo de pintar, para sumergirse en el vaivén de los fluidos, dejándose atrapar por la vorágine de las mezclas. No alcanzando a comprender, quizá, que todo esto ya ha sucedido en sus textiles, con el aditamento de lo espacial que otorgan las telas, el hilo y los accidentes generados por las puntadas, planteando de por sí volúmenes y espesores, mientras que un golpe de tijeras o un rasgado manual franquean las superficies abriendo palpables oquedades.

Wolfisch ha demostrado en estas obras que nada de lo pictórico le es ajeno: ni el color, ni la multiplicidad formal, ni las texturas, ni la representación, ni las sensaciones que emanan de la sola disposición de los materiales. Ahí están para probarlo, la austera aunque gesticulante apariencia de Obras frágiles o la barroca complejidad de Tierra infinita, inédito ejemplar de una serie anterior, que sin embargo convive con el resto de las piezas de esta exposición, estableciendo diálogos entre cuerpos y paisajes, entre travesías y legados, entre generaciones y búsquedas, entre textos que asumen la poesía de las imágenes que evocan e imágenes que conjuran el hechizo punzante de la mirada, en el ejercicio incesante que el arte propone al develar ocultando.

Adriana Lauria
julio de 2021

De lunes a viernes de 15 a 20 hs.

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