Entre Luis Tomasello (1915) y Alicia Penalba (1913-1982) existen varias convergencias. Ambos desarrollaron sus carreras profesionales en París, meca de los artistas de la época. Ambos abandonaron la pintura y eligieron la investigación del espacio; en un caso pintado por la luz y, en el otro, tallado por el vacío. Y ambos seducen al espectador con la magia de su obra.

Tomasello trabaja todos sus relieves a partir del concepto de color-luz que descubrió la primera vez que entró en la Catedral de Chartres y los conceptos de lo mínimo y lo máximo que aprendió de Mondrian. Con sólo un color: el blanco, aplicado a distintos cubos fijados a la superficie del cuadro, con sus seis caras libres en el espacio, permite que, según la incidencia de la luz, una de ellas la refleje con más intensidad y así, el blanco sea más blanco. En otras obras aplica color a una de las caras opuesta al plano, éste se refleja y se proyecta en el espacio, creando la atmósfera mágica del color-reflejado. La sensación del espectador es que el objeto que está frente a él se desmaterializa por el juego de la luz, sus reflejos y transparencias.

En la obra de Penalba se reconoce el viento helado y la superficie esmerilada de las inmensas extensiones de nuestra Patagonia inhóspita, que recorrió de niña cuando su padre era constructor ferroviario.

Esta es la tercera muestra que Teresa Nachman presenta en esta galería y para ello eligió dos grandes artistas contemporáneos que intervienen el espacio para sumergirnos en una experiencia íntima y espiritual.

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Info
Hasta el 23 de octubre
Hoy en el Arte, Juncal 848