Estos itinerarios le han permitido enriquecer su vastí­sima producción que no ha sido ajena a las influencias de las principales corrientes del arte del siglo XX. Pero Jesús Marcos no se ha mimetizado con ellas, no las ha "copiado", sino reflexionado para crear una obra que es la suma de un pensamiento que se identifica con el hombre contemporáneo.
 Esta identificación puede resumirse en la perplejidad ante un mundo donde las utopí­as han desaparecido, los lí­mites del arte están borrados, la de un hombre que está a la intemperie en una sociedad fragmentada y en la que como señala Zygmunt Bauman "hemos perdido esa aspiración a la solidez", por eso califica a esta época "modernidad lí­quida".
 Supongo que es esto lo que ha percibido el artista desde sus comienzos al adoptar el fragmento como eje de su universo pictórico que no es solamente el de la pintura de caballete, sino otras disciplinas como el collage, el grabado y objetos escultóricos que ha expuesto en numerosas exposiciones tanto en nuestro paí­s como en el extranjero.
 Pintura compleja ya que esa fragmentación exige una atenta mirada por todo el plano del cuadro. Se encuentran yuxtaposiciones de planos, entrelazamientos de formas en las que subyace una figuración, amontonamiento de objetos, recursos táctiles, un cromatismo que va de lo sensual vibrante a lo sutil transparente. En su reciente exposición en la galerí­a Coppa Oliver, Marcos, da una versión más acotada de su complejidad pictórica. Más despojada, grandes planos, menos descriptiva, menos barroca, el artista parece buscar el protagonismo del espacio, él mismo lo señala ante, por ejemplo, "Ecos Sonoros", una obra de gran formato que creo, es un punto de inflexión en el desarrollo de su futuro hacer como artista.

Info: Cerró en Coppa Oliver Arte, Talcahuano 1287