Mientras no pocos jóvenes se lanzan a la aventura de ser modernos, la pintora Roma Geber se afirma en su honrada verdad de artista.
Luego de un breve perí­odo de cubismo analí­tico y de su paso por un admirable expresionismo que abrevia las formas, arriba a un acendrado realismo de perfecta y entrañable factura, que deja suelta una evasión hacia lo metafí­sico.
Hay en su obra por momentos un piadoso homenaje a la destrucción, que refleja un cierto compasivo acento. También expresa lo efí­mero que la mano humana ha dejado en las paredes, las borrosas señales de una fecha, la constancia desvanecida de un número o una cifra, la huella de una marca de electricidad, testigo de un frí­volo consumismo, una artista apegada a su verdad con sinceridad conmovedora.
Una puerta despintada o prolijamente documentada le bastan para trasmitir su dolido sentir con una especie de digno recato, que suma experiencias tal vez dolorosas con un decir de sobria voz, que expresa callada y desnudamente su mensaje con limpia verdad.
En suma un realismo, que va más allá del mero realismo.

Cerró en Ursomarzo, Arenales 921