Nota publicada online

miércoles 16 de mayo, 2018
Yrurtia y Fioravanti en el MAT
por Pilar Altilio
Yrurtia y Fioravanti en el MAT

Dos escultores argentinos insoslayables por sus obras públicas, se presentan con sendas muestras en el MAT para conocer mejor una etapa pujante donde nuestra república perfeccionaba sus ideales mediante monumentos.

El M.A.T. en colaboración con Tulio Andreussi Guzmán -quien dirige la Casa Museo Magda Frank- y el Museo Nacional Casa de Yrurtia, cuya directora Andrea Elías está en pleno desarrollo del nuevo guión museístico, se combinaron en la gestión para permitir al público en general asomarse al trabajo de puertas adentro de dos grandes escultores: José Fioravanti y Rogelio Yrurtia

Rogelio Yrurtia (1879-1950) considerado el padre de la escultura argentina de su época por la cuidada capacidad de conseguir que sus personajes arquetípicos estuvieran dotados, tanto en su versión femenina como masculina, de unas corporalidades fibrosas, delgadas y potentes, con especial cuidado en cada detalle, de cuerpos esbeltos pera nada frágiles. José Fioravanti (1896-1977) un genio precoz que tuvo siempre pasión por la materia que se convierte en forma coherente. Ganador en 1919 del Primer Premio en el Salón Nacional cuando contaba sólo con 23 años. Ambos unidos no sólo por su práctica y su época sino porque, junto con Alfredo Bigatti, desarrollaron gran parte del acervo interesante que engalana ciudades del país, donde el espacio urbano se ve revitalizado.

Mediante una obra de calidad, destinada a perdurar en el tiempo, con la suficiente capacidad para encarnar unos valores que surcaron los tiempos donde estas piezas fueron pensadas, en muchos casos resueltas mediante un concurso público, estos grandes escultores de monumentos dan cuenta de las labores de aproximación que tuvieron que sostener antes de pasar a las etapas finales de sus proyectos. Con su magnífico grupo escultórico Canto al trabajo, interesa su génesis: “Yrurtia recibió el encargo del monumento de la municipalidad de Buenos Aires en 1907, y a partir de ese momento su propuesta original fue modificándose y creciendo en cantidad de figuras a lo largo de los años que le llevó la realización en su taller parisino. Canto al Trabajo, fundido en los talleres de Alexis Rudier en París, se inauguró en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1922. El grupo se expone allí hasta 1927 fecha en la que se lo instala en la Plaza Dorrego (San Telmo), lugar en el que permanece una década.” Ahora emplazado Avenida Paseo Colón e Independencia se presenta en el M.A.T. con un criterio de reconstrucción museístico, mediante gigantografías, bocetos, fotografías y la fundición de unas pequeñas piezas que fue encargada por Lía Correa Morales -esposa del escultor- durante su gestión como directora. Si bien no alcanzamos a ver la construcción total del proyecto en las dos salas de planta baja, basta con ir por el bajo en la ciudad de Buenos Aires, para toparse con una gran pieza muy bien emplazada, que nos permite sentir la formidable fuerza de esos cuerpos que tiran de una sólida piedra.

Yrurtia, vista de sala

En José Fioravanti: entre lo épico y un sueño,Verónica Tejeiro, curadora de la muestra, escribe en el texto que se trata del escultor con mayor cantidad de monumentos emplazados en el espacio público, y agrega: “Como retratista deja testimonio de la fisonomía de los próceres protagonistas de sus monumentos conmemorativos”. Nicolás Avellaneda de 1934, Roque Sáenz Peña del mismo año, Simón Bolívar de 1942, Rubén Darío, Beethoven, Franklin Delano Roosevelt, el busto de San Martín para la Cancillería, los Lobos de Mar del Plata, el Martínez de Hoz, el de los Inmigrantes, los bajorrelieves del teatro General San Martín y de la Casa de Gobierno son algunas de sus obras claves. Aquí se presenta una selección de bocetos, material de archivo y fotografías históricas con algunas piezas en yeso de gran tamaño, que fueron modeladas por el escultor Fioravanti para luego servir de molde a las definitivas fundidas en bronce. Aquí hay dos bellas figuras alegóricas de los dos pastores que están en el Monumento a Martínez de Hoz de La Rural, más la majestuosa “Patria de la Fraternidad y el Amor” emplazada en el nicho del Monumento a la Bandera de Rosario. De esta última es posible observar que “sus brazos están abiertos, una larga capa cubre su espalda y lleva una corona de laureles en la cabeza. Fioravanti muestra una Patria serena y segura que él vislumbra alcanzará sus altos ideales”. Elocuentes testimonios de una época de gran épica nacional, en sus relieves narrativos se captan las alegorías y los ideales que estos encarnan: fraternidad, elocuencia, historia, nación.

Fioravanti, vista de sala

Pero esconden también, un jugoso relato para escuchar atentamente, sobre cuánto se ha tratado de preservar y atesorar estas piezas que sirvieron a estos escultores para desarrollar sus grandes grupos o sus figuras emblema. Cuenta Tulio Andreussi Guzmán que debieron transcurrir casi cuarenta años hasta 2015 cuando él pudo encargarse de este legado: “José Fioravanti falleció en 1977 y su taller quedó abandonado. Se inicia una trágica historia para la obra, sin nadie que cuidara y protegiera ese tesoro artístico a la deriva, las monumentales esculturas en yeso, que fueron los trabajos previos para la ejecución de los monumentos quedaron olvidadas y maltrechas, soportando los embates del tiempo”. Apasionado de su labor, desea que conozcamos a Fioravanti y su postura ante la vida. “En 1953 Fioravanti publica en Ars Revista un artículo revelador donde afirma: "Al amar a la humanidad quiero expresar que amo a los hombres y todo aquello en lo cual palpita la vida. Esta misma vida que palpita es la que quiero expresar en mis obras, una vida viva resuelta a través de sus líneas más puras y definidas, y por tanto figurativas".

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