Nota publicada online

miércoles 20 de julio, 2016
Voluspa Jarpa
En nuestra pequeña región de por acá
por Pilar Altilio
Voluspa Jarpa

Curada por Agustín Pérez Rubio esta es la primera exposición individual en un museo latinoamericano de Voluspa Jarpa (Rancagua, Chile, 1971), una artista que participa asiduamente en el circuito de bienales internacionales. La muestra está compuesta por doce piezas e incluye pinturas, objetos, instalaciones, videos, registros sonoros y documentos históricos.

Una de estas frías mañanas de julio, nos sentamos en una mesa apartada para mantener una conversación sobre algunos aspectos de su primera muestra importante en Buenos Aires. Elogio la forma en que está puesto en juego el espacio arquitectónico de la escalera y su bóveda vidriada con cada instalación de esta muestra. Me cuenta que hace algunos años trabaja con dos arquitectos como integrados a sus proyectos. Debido a la aridez del trabajo con archivos desclasificados, Voluspa juega a afrontar junto a este equipo y dos artesanos del metal y la piedra, esas piezas impecables que componen sus instalaciones, que directamente remedan o citan al célebre artista norteamericano del minimalismo, Donald Judd. La razón de este señalamiento es que en paralelo a cuando comienzan los archivos, Judd era la tendencia en boga.

Información centrada en algunos territorios sudamericanos que verían caer sus gobiernos democráticos, o asistirían a atentados en contra de líderes sociales, sus candidatos más populares, a líderes del clero como también a ministros de justicia. Dos vectores que Voluspa pone en juego en estas instalaciones: uno el concepto estético de la presentación de archivos, de por sí muy ingrata para un lector no académico, jugando con las formas simples y contenedoras de Judd en la escala que necesita. Y otro, su propia inmersión en este mundo, de la que da cuenta la cantidad de relatos que ha explorado y leído, al punto que uno de los videos instalados casi al final del recorrido, la muestran aprendiendo inglés con un profesor en base a los textos que podían leerse en estos documentos.

Los homenajeados de Jarpa son personajes con cierto grado de notoriedad social o de involucramiento político. 47 de ellos están retratados a mano alzada sobre una plancha de bronce semi pulido, lo que hace reverberar el significado que el bronce tiene, la cuestión de ocupar un lugar en la historia. Distan mucho de ser próceres de la patria, más bien son líderes cuya desaparición deja una secuela importante de ideas pero queda un vacío enorme y comienza una lucha por el esclarecimiento de la verdad que atraviesa dos generaciones en Latinoamérica.

Sobre estos seleccionados y sus países de origen, Jarpa promueve dos tipos de archivos, los desclasificados ordenados por país de tapa metálica, y los de los familiares y medios que han recogido información sobre el esclarecimiento de esos crímenes, de tapa roja. También tiene una gran belleza a pesar de que trata de funerales, la instalación por capas traslúcidas que culmina en los nombres de cada uno de los 47.

Voluspa es una artista chilena que nació en 1971 y con la llegada de Pinochet al gobierno, su familia debió viajar y radicarse en distintos países porque la industria para la que trabajaba había sido cerrada y sustituida por importaciones, “un exilio económico es también un exilio político o a causa de ello” me cuenta. En sucesivas reinstalaciones por cuatro países, vio realidades que mantenían algunos puntos en común pero también notó algunas singularidades. Por ello creo que esta obra la compromete y la desafía doblemente, está dentro de su propia experiencia de vida y también en la meditación más honda sobre la comunicación utópica, sus vericuetos éticos y las formas distópicas que la posmodernidad no ha enseñado a reconocer.

Le cuento que me interesó saber el significado de su nombre y encontré que en la cultura nórdica, Voluspa era quien podía narrar la historia de la creación del mundo y su final, pues era una volva o vidente que le revelaba estas verdades tan importantes a Odín. Me cuenta que su madre y ella se llaman así por su abuelo quien no quería ningún nombre bíblico. Hablamos brevemente sobre su obra anterior, le digo que me parece reconocer el nexo entre ambas a partir de algunas densidades y planos abiertos. Al ser instalada en espacios grandes donde se desplegaban creando una situación ambiental que devenía en una forma mayor, podía ser entendida como en esos dos planos donde cada forma era una repetición, sugiriendo una temporalidad. Era una obra basada en las situaciones descriptas y estudiadas por Jean-Martin Charcot y Sigmund Freud en el hospital de La Salpetrière en el caso de las pacientes histéricas. Ellas negaban sus traumas a través de convulsiones, ceguera o mudez.

Cuando se revelan los archivos conoció la forma en que su obra iba a tomar un giro. Pasó a profundizar una serie grande donde compromiso, escucha atenta y crecimiento personal, la llevan inexorablemente a abrir el plano más allá de su propio Chile. En estas obras sobre los archivos, los relatos histéricos y las historias truncas se han convertido en la base de un despliegue donde la memoria, la justicia y la verdad se unen. A la vez que develan un contenido de nuestra propia historia, revelan los ocultamientos, tachaduras, oclusiones totales donde esa verdad no puede ser dicha ni leída. Y esto marca otra gran reflexión que provee su mirada: nuestra propia historia se dejar ver en archivos de otro país, es decir está escrita por otros. Cuánto y cómo transformamos ese hecho es lo que abre como pregunta, y parte de estas consideraciones serán dialogadas en una serie de imperdibles programas públicos.

Recomiendo no perderse la aventura de inmersión en el sistema que Voluspa Jarpa nos propone, será una experiencia difícil de olvidar.

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