Nota publicada online

martes 28 de enero, 2014
Universos de Marcelo Mayorga en el Sívori.
por Marcela Costa Peuser
Universos de Marcelo Mayorga en el Sívori.

Visitar la extensísima muestra de dibujos y pinturas de Marcelo Mayorga en el Museo Sívori implica convertirse en testigos de una inusual historia de amor. Se mire como se mire.

Mayorga fue un eximio dibujante, un gran solitario y un sagaz observador de la naturaleza humana. Dominó como pocos el lápiz carbón para lograr un abanico infinito de grises en los que se encienden las luces y se profundizan eternamente las sombras.

Las 80 y tantas piezas exhibidas en estas salas dan cuenta de su innegable talento artístico pero además ponen de manifiesto el humor ácido y sutil que su sabiduría pausada deja traslucir en cada una de las obras.

“Se ve mejor en la penumbra; se oye mejor en el silencio”escribía Mayorga en sus cuadernos de bocetos; y lo sostenía con hechos: efectivamente dibujaba en la penumbra  seguramente buscando pescar cada matiz que, irreverente, intentaba refugiarse en su obra. Escuchaba en el silencio del taller las ideas que fluían desde lo mas profundo de su mente; y es que pasaba largas horas, incluso días, recluido en su mundo a la sombra de sus recuerdos, quizás con cierta sensación de agobio.

Escenas cotidianas, atmósferas surrealistas, personajes salidos de la realidad convertidos mágicamente en seres de historieta se repiten a lo largo de su historia -El Subsecretario, El tío vivo, En el país de los ciegos, Lazos de familia- a modo de crítica social. Trenes, aviones, autos y barcos, cobran vida propia y nos enfrentan a sus propias obsesiones y, probablemente, a las de cada uno de nosotros mismos: el hombre y su soledad; la vida y la muerte.

Las anécdotas contadas por Marta Pérez Témperley, reconocida grabadora con la que compartió mas de 20 años de vida, lo pintan como un ser extremadamente sensible y solitario. Se conocieron por una amiga en común fuera del contexto artístico; sus marcadas diferencias los cautivaron y sus afinidades, definitivamente los acercaron. Curiosamente ganaron juntos importantes premios, él en dibujo, ella en grabado: el

Salón Municipal Manuel Belgrano, el Salón de Santa Fe, incluso el Gran Premio de Honor del Salón Nacional que ambos ganaron en 1993.

Ella fue para él un motor; él la guió en sus primeros pasos como artista. El le dejó como legado su obra que hoy ella la reúne en esta muestra imperdible -que se completa con un importante libro- y que da cuenta de una verdadera historia de amor. Una muestra como pocas, para perderse en la penumbra y, en silencio, descubrir la magia inagotable de los universos posibles de este notable artista.

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