Nota publicada online

miércoles 3 de mayo, 2023
Una imagen para soñar
Mirada sobre una obra conmovedora
Villar, Eduardo
por Eduardo Villar
Una imagen para soñar

La crítica y periodista Victoria Verlichak reflexiona lúcidamente en un libro sobre "La isla de los muertos", una pintura de Arnold Böcklin que la fascinó y cambió su vida hace casi 30 años. 

En 1994, cuando estaba en Berlín asisitiendo, invitada a un seminario por Casas de las Culturas del Mundo y el Instituto Goethe de Buenos Aires, la crítica y periodista Victoria Verlichak se encontró en uno de los edificios del complejo Museumsinsel (isla de los Museos) con una pintura que la conmovió. No conocía al autor ni ninguna de sus obras. Era “La isla de los muertos”, del suizo Arnold Böcklin (Basilea, 1827-Fiesoli, 1901).
“La helada tarde del 19 de enero de 1994” Verlichak recorría los museos

del complejo con la avidez y el cansancio de los viajeros cuando se produjo ese encuentro casual, como suelen serlo los que dejan huella. Casi treinta años más tarde, relata ese momento en las primeras páginas de su libro “Una imagen para soñar”, que publicó Arte x Arte: “Me dediqué a deambular de sala en sala, entre pinturas y esculturas, deteniéndome por algunos minutos y sobrevolando con mi mirada las exhibiciones, decidiendo si habría de quedarme o no. En una sala, a mi izquierda, una fantasmal pintura me llamó. En pocos segundos estuve junto a Die Toteninsel (La isla de los muertos) y, antes de siquiera observar su cédula, la pieza de Arnold Böcklin me cautivó por su aliento misterioso y por su insinuación de infinitud. Y nunca más pude sacármela de la cabeza”.
Escrito en primera persona, “Una imagen para soñar” parece un buen intento de la autora, si no de “sacárselo”, al menos acomodarlo en su cabeza, volver esa presencia más serena, menos inquietante y perturbadora. Imposible de encasillar en un género, el texto navega entre la crítica, el ensayo, las memorias, la crónica de viaje. Se trata de un acercamiento a la obra más emocional que intelectual, en el que Verlichak no sólo analiza la pintura y la controvertida figura de Böcklin desde todos los ángulos posibles, sino que también intenta entender -quizá más que la obra misma- su propia fascinación con la obra. ¿Por qué esta pintura produjo en mí esta conmoción, y sigue inalterable tres décadas después?, parece ser la pregunta que anima su escritura. Todos o casi todos hemos tenido esa feliz pero incómoda experiencia de ser profundamente cautivados por una novela, un poema, una película, una canción que no se ajusta a los cánones. En este libro Verlichak se atreve a investigar con elegancia en la obra pero también en sí misma la naturaleza del encantamiento que produce en ella La isla de los muertos.
Ya de regreso en Buenos Aires, después de 40 días en una Berlín movilizante por muchos motivos relatados en el libro, después de la conmoción de ese primer encuentro con la pintura de Böcklin, Verlichak busca e investiga con avidez material bibliográfico. Quiere saberlo todo sobre la obra y el artista. No todo lo que encuentra la tranquiliza. Algunas enciclopedias de arte ignoran la obra olímpicamente. Otras la consideran con mesura. Pocos críticos comparten su entusiasmo. Años después, lee, por ejemplo, a Tom Lubbock en The Independent: “Irresisitible, ridícula, es una pintura que casi no aparecería en ningún libro serio de arte, sin embargo retiene su habilidad de conmocionar”. Aunque para algunos críticos prestigiosos, como Robert Hughes, “La isla de los muertos permanece como una de las imágenes canónicas de la poética de la muerte del arte de todos los tiempos”, otros consideran a Böcklin un pintor sentimental y cursi.

Más perturbador aún fue para la autora enterarse de que entre los admiradores del artista suizo había uno famoso no precisamente por su arte, llamado Adolph Hitler, en su momento comprador de una de las cinco versiones de “La isla de los muertos”.
Desde la primera hasta la última página, con la habilidad de un autor de policiales que mantiene la intriga hasta el final, Verlichak lleva con notable oficio el relato y la reflexión, aportando interesantísima información y cantidad de datos que jamás agobian al lector. Y logra un libro que muestra hasta qué punto la experiencia de estar frente a una obra de arte puede mejorar la vida.

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