Nota publicada online
Con la participación de artistas, investigadores, miembros del equipo organizador, vecinos e invitados especiales, se realizó el sábado 22 de noviembre en el Teatro G.I.D.I de la ciudad bonaerense de Lincoln el cierre de Residencia Comunitaria Lincoln 2025. Durante la jornada, en la cual prevaleció un clima de emoción, se expusieron las acciones de cada uno de los residentes y se conversó acerca de la importancia de generar experiencias descentralizadas teniendo como eje los territorios.
Imaginar la práctica artística como producción de vínculos sociales
En medio de la llanura pampeana, situada al noroeste de la Provincia de Buenos Aires, se encuentra el partido de Lincoln. 42.000 habitantes se distribuyen en forma dispar a lo largo y a lo ancho de las once localidades que lo componen. Sus principales ejes económicos se centran en las actividades agropecuarias y exportadoras, lo que ha producido procesos de transformación urbana, medioambiental y sociocultural.
Allí, en 2016, nació Comunitaria, un programa de Residencia Internacional de Arte Contemporáneo a partir de una iniciativa de Laura Khalloub y Rodolfo Sala desde la Dirección General de Museos de este partido con el apoyo de la investigadora brasileña Lola Fabres. Desde un primer momento el proyecto contó con la colaboración de investigadores de Argentina, Brasil y Chile interesados en reflexionar acerca de metodologías de trabajo vinculados a un arte socialmente comprometido y a los contextos comunitarios. Entre sus objetivos se persiguió lograr la inclusión de todo el territorio del partido mediante la construcción de instancias de diálogo y de las vivencias entre artistas y vecinos. La experiencia, desde aquel entonces, ocurrió simultáneamente en las once localidades (Arenaza, Bayauca, Bermudez, Carlos Salas, El Triunfo, Las Toscas, Lincoln, Martinez de Hoz, Pasteur, Roberts y Triunvirato) donde se explora la interacción entre los artistas y las comunidades en su totalidad. La residencia, concebida como una plataforma de intercambio, promueve procesos de investigación y creación que se nutren de la memoria local, de la peculiaridad de sus paisajes y de las experiencias cotidianas de quienes forman parte de estos distritos rurales.
El advenimiento de la pandemia de Covid 19 en el año 2020 hizo que la experiencia se discontinuara, provocando un perjuicio que implicó la pérdida de visibilidad en el medio artístico y la desconexión con las redes que se habían establecido, tanto con artistas interesados, como con las poblaciones de los lugares donde habían transcurrido las ediciones anteriores. En esta quinta edición, las tareas llevadas a cabo para recobrar su funcionamiento, involucraron un relevante tiempo de reflexión para hallar nuevas estrategias que pudieran vencer estas dificultades y además sumar apoyos que permitieran superar las restricciones económicas de la actual coyuntura y los obstáculos burocráticos. Comunitaria 2025 significó, por lo tanto, síntesis de lo realizado y el inicio de una segunda fase superadora. Para ello fue fundamental la conformación de la cooperativa Pampa y Vía en la localidad de Roberts, ahora sede de la Residencia, así como también el respaldo de la Municipalidad de Lincoln, de la Fundación Banco Provincia, del Banco Credicoop y de la Universidad Nacional de San Martín. En la coordinación general, además de Laura Khalloub, Rodolfo Sala y Lola Fabres, se sumó este año al equipo la artista Teresa Pereda para el acompañamiento curatorial. Se incorporaron también las investigadoras y estudiantes de sociología del arte Ana Raggio, Luján Domínguez y Alina Alaniz, quienes contribuyeron con el seguimiento teórico y documental de los procesos llevados a cabo.
Un antes y un después singular y colectivo
La jornada de cierre, efectuada en el teatro G.I.D.I, se inició con la bienvenida y agradecimientos del caso a cargo de Laura Khalloub y una introducción acerca del método de trabajo de la residencia por parte de Lola Fabres, quien detalló las primeras reuniones del equipo coordinador con los artistas para el afianzamiento mutuo. A continuación, fue el turno de los artistas y de los vecinos involucrados en los procesos que complementaron las exposiciones con sus comentarios. La artista tucumana, residente en Lincoln, Noemí Paladino, que estuvo en Triunvirato, destacó que su permanencia allí significó un antes y un después en su práctica -algo que otras de sus colegas remarcaron-, subrayó los multifacéticos roles laborales de las mujeres que conoció y, en relación a esto, produjo un homenaje a ellas consistente en una serie de 11 pinturas que estuvieron expuestas en el salón. Rocío Ricagno, artista del Delta y residente en el pueblo de Bermúdez, exploró la importancia de los juegos como instrumento de relación entre los pobladores y decidió contar el pueblo con un juego de mesa con sus respectivos casilleros y dados con la colaboración de los niños que fue conociendo. Al juego lo llamó Bermudez, no vale conformarse y se avanza o retrocede según las aspiraciones, posibilidades o dificultades propias que atraviesan la vida cotidiana. Micaela Ríos. artista de San Miguel, Buenos Aires, tuvo como intención, desde el comienzo, trabajar con adolescentes y enseguida se vio adoptada por ellos. Escuchó tanto sus relatos como los de personas de otras generaciones. Así conoció las reliquias y los relatos que afloraban de la memoria de las personas acerca de una fábrica ahora abandonada, el temor al desarraigo y los deseos de apropiarse del terruño por parte de los jóvenes. De todo ello surgirá, próximamente, un fotolibro que valorará las raíces; aquello a lo que toda esta gente se aferra. En Bayauca residió Cane Kallsen, artista relacionada con proyectos de cine comunitario. Eligió este pueblo debido a la presencia espectral de un antiguo cine en desuso. En sus recorridas fue conversando con los viejos vecinos, escuchó sus historias y los recuerdos de las películas vistas. Ellos le fueron conduciendo a otros testimonios hasta que pudo conformar un archivo extraoficial de la memoria de Bayauca. Sus vivencias allí terminaron cobrando forma en un audiovisual donde se narra el viaje de un fantasma que visita la localidad, escuchando los ecos de las historias que aún habitan en sus espacios y en sus personas. Manoela Cavalinho proveniente de Brasil, estuvo en Martínez de Hoz y su labor estuvo condicionada por una historia familiar y por las visiones de las lagunas que pudo observar desde el avión que la trajo hasta Argentina. Su obra, Todas las madres del mundo, donde una cama flota de manera cansina y atemporal en una laguna, no sólo es un homenaje, inspirado en una escultura del pueblo que lleva esa leyenda, sino un viaje donde lo introspectivo se funde con los evocaciones de los otros.
Teresa Pereda ha estado siempre cerca de Comunitaria. Conoce a Laura Khalloub desde que ésta concurría a su taller ubicado en la zona rural de Arenaza a realizar clínicas de obra hace ya muchos años atrás y tuvo, desde su inicio, un contacto directo con la evolución del proyecto linqueño. Su poética vinculada a la territorialidad y a la itinerancia guarda además aspectos en común con los objetivos generales propuestos por sus gestores. Ahora, desde su nuevo rol, como acompañante curatorial, estuvo comprometida tanto con el desarrollo de las acciones de cada uno de los artistas así como con los aspectos de la organización que significaron un renovado desafío. Al respecto, afirmó que en este momento Comunitaria es más necesaria que cuando comenzó, incluso para el equipo coordinador. Consideró que hacer arte hoy es más complejo y que el aporte a la sociedad de una fuerza transformadora, de un motor de cambio es indispensable. Para Pereda lo que han generado los artistas participantes este año tuvo que ver con la construcción de dignidad, de autoconocimiento, tanto de ellos como de cada familia o persona que se ha visto involucrada. Se desprende de sus palabras que el arte resulta constitutivo de todo aspecto humano, que puede ser un vehículo que nos hace crecer en muchos aspectos y que el reto es reforzar y expandir ese impulso.
Otra representante de Brasil, Tatiana Duarte, manifestó una noción ampliada del concepto comunidad. Para ella forman comunidad las personas, así como también las plantas, los animales y fenómenos atmosféricos como las tormentas. Su interés se radicó en los sistemas de jardinería: los cultivados, los espontáneos e incluso los ficticios. Su atención se derivó, inclusive, a la vegetación que crece alrededor de las ruinas, allí donde se detecta el abandono o la ausencia de lo humano. Tres jardines lograron conformar en Arenaza, el Jardín de los niños, el Jardín de las ruinas y el Jardín de las mujeres como expresión de un trabajo procesual colectivo. Sandra Galli en el pueblo de El Triunfo planteó modos de representación cartográfica sistematizados en diseños geométricos. Para realizarlos decidió caminar, recorrer historias y escuchar vidas, descubrir cómo se producía la activación de una memoria en común. Un hecho accidental menor, y sin embargo a la larga simbólico, resultó clave para Soledad Moisas en Roberts. A raíz de él y de la solidaridad recibida pudo conectar con las biografías de las mujeres del lugar y descubrir una trama afectiva que acabaría cobrando visibilidad en un mural. Construyó una escena en la cual retrató a dos mujeres trabajadoras paradas en la estación de tren, delante de la Virgen, con una niña. En dicha escena se sintetizaron, fuerzas, cuidado, integridad y persistencia.
El ejercicio agudo de la mirada puede ser capaz de desnaturalizar aquello que de tan presente se ha tornado invisible. Camila Bardehle ha logrado ese cometido en el pueblo linqueño de Pasteur. A esta artista chilena los montículos de ladrillos cerámicos que fue encontrando en los patios y veredas -llegó a contar alrededor de cien- le atrajeron desde su llegada, motivo por el cual llevó a cabo un mapeo de estas excepcionales acumulaciones. Ellas le hablaron de la singularidad de este país, donde la inflación obliga a inventar renovados sistemas de ahorro para que el dinero no se desvanezca. Interpretó dichas acumulaciones como una forma de resistencia que ansían construir literalmente. En Las Toscas hubo otro representante de Brasil, Henrique Detomi. Allí se interesó por un grupo de danza folclórica local y por las cualidades del espacio y del paisaje prestando atención a las capas simbólicas de la zona. En este proceso, encontró una casa en construcción, pero abandonada, ubicada precisamente en la transición entre la ciudad y el campo. Para él, ese espacio establecía un puente entre el pasado y el futuro. En el video que el artista realizó junto con el grupo de bailarinas se pudo apreciar la idea de conectar el territorio con la práctica del folclore, articulándolos como puentes entre la tradición y futuros posibles, futuros que inevitablemente buscan su pasado.
Generar tensiones para seguir creciendo
En Comunitaria el artista se sale de su rol egocentrista para ir hacia lo situacional, hacia aquella otredad presente. Quienes participan -hasta el momento han pasado 54 artistas- no fueron seleccionados por su obra o por su disciplina sino por su compromiso con lo humano y lo colectivo. Para uno de sus gestores Rodolfo Sala el programa de Comunitaria correspondiente a este año ha sido un claro ejemplo de servicio a la comunidad que se realizó de manera genuina porque los mismos organizadores habitan las localidades que conforman el ámbito linqueño. En este sentido, afirmó además que la planificación se vinculó a la fe, al deseo y a la esperanza como factores que intentan superar los esclerosados condicionamientos de los contextos políticos. Para él aprender a entender la cultura significa también generar tensión tanto hacia el interior de su organización como hacia afuera de ella. Sin ella no hay desarrollo posible.
Contacto:
Email: info@residenciacomunitaria.com.ar
Instagram: residencia_comunitaria