Nota publicada online

martes 15 de enero, 2013
Óscar Muñoz: Protografías
por Rodrigo Alonso
Óscar Muñoz: Protografías

La inauguración de Protografías en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires es una oportunidad única para aproximarnos al trabajo de uno de los artistas colombianos más significativos de los últimos años: Óscar Muñoz.

Centrada en las múltiples manifestaciones de la imagen fotográfica, en sus apariciones momentáneas, sus connotaciones privadas y públicas, y sus desapariciones, la muestra incentiva la reflexión sobre el destino imaginario de la humanidad en momentos en que la tecnología transforma radicalmente nuestra relación con la tradición fotográfica y su protagonismo en la construcción de la memoria colectiva.
Para Muñoz, la fotografía es a veces un punto de partida, otras una excusa, pero casi nunca un mero soporte. De hecho, gran parte de las piezas exhibidas prescinden del papel emulsionado y la copia. Hay, en cambio, una profunda reflexión sobre el sentido personal y psicológico de las imágenes, y su articulación con la historia social, política y comunitaria.
Hay, igualmente, una exploración de la dimensión temporal, no sólo de la fotografía sino también de su visionado. La velocidad apresurada del video –soporte de varias piezas– se confronta con la lentitud de los Narcisos (1994-2011), un conjunto de retratos realizados en carbón suspendido sobre agua, que se van distorsionando con la demorada evaporación de la superficie líquida. Muchas obras descansan sobre el piso o en mesas, obligando al espectador a acercarse y entablar una relación de intimidad con las imágenes, en evidente contraste con la inmediatez con que éstas se nos presentan en los medios, la publicidad y las pantallas domésticas.
A pesar de su contemporaneidad, la exposición gira en torno del género fotográfico más tradicional: el retrato. Pero éste no es aquí el instrumento que exalta una personalidad sino, casi por el contrario, un elemento sumido en las tramas de la Historia y las historias. El montaje establece un arco entre una mesa poblada de antiguas fotografías anónimas, rescatadas de su destrucción, y otras mesas en las que se desplazan retratos de grandes personajes de la Historia, no menos anónimos en tanto sólo son para nosotros estereotipos repetidos hasta el hartazgo. En medio, imágenes borrosas, frágiles, evanescentes, nos sumergen en la labilidad de un pasado y un presente, que parece cada vez más la del futuro.

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