Nota publicada online

miércoles 24 de febrero, 2016
Marino Santa María
El tango se hizo mural y bajó al subte
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
Marino Santa María

Una obra pensada para que todo el que este viajando en el subte pueda sentirse adentro de una gran galería de arte bajo tierra.

Marino Santa María no necesita presentación, su obra es casi como el tango: un sentimiento vivo que pinta el alma de nuestra ciudad. Sus intervenciones urbanas cobran vida cuando la gente las recorre incorporándose al paisaje mismo de Buenos Aires.

Hijo del ceramista y pintor Marino Pérsico, adoptó el apellido de su madre Zoraida, estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, en la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y vivió su propia experiencia artística en Europa.

Artista, gestor y amante de su Buenos Aires natal, convirtió la calle donde nació, jugó y dónde aún tiene su taller –Lanín 33- en una verdadera obra de arte a cielo abierto. Este rincón de Barracas hoy tiene identidad propia y es una verdadera atracción turística donde cada una de sus 40 fachadas intervenidas con pintura y venecitas son una obra de arte en sí misma.

Pero Marino fue por más: su arte público brilla bajo el cielo de Buenos Aires en varios murales como el contrafrente del Colegio Normal No 9, el Hospital Británico, el edificio de las Madres de Plaza de Mayo y en las intervenciones de las casa del Pasaje Zelaya en el Abasto donde incorpora retratos de gran tamaño de Carlos Gardel con partituras y letras de tango.

No contento con esto se adueñó también de sus entrañas: el año pasado intervino la Estación Plaza Italia de la línea D del Subte con los animales del Zoo y plantas del Jardín Botánico porteños. Y, en enero de este año, se inauguró, con su obra, la estación Las Heras de la flamante línea H que recorre por debajo de la Avenida Pueyrredón y toda ella es un gran homenaje al tango donde violinistas, saxofonistas y cantautores acompañan al pasajero en sus andenes y coches.

Este fue un gran desafío y, junto con la calle Lanín, mi mayor logro” afirma el artista, “una estación de subte es uno de estos típicos ‘no lugares’ dónde a cualquier hora todo está igual; donde no existe diferencia entre la noche y el día y la gente se mueve continuamente mirando sin ver. Esta estación es gran galería subterránea que tuve la posibilidad de ambientar con 470 metros cuadrados de mural; un trabajo monumental que demandó 9 meses, 7 en el taller y 2 en la colocación. Mi sensación era estar trabajando en la Capilla Sixtina”.

Es realmente una obra impactante y monumental. La icónica figura de Hugo del Carril en su versión “pop” recibe al desprevenido usuario del subte apenas desciende al inmenso hall ubicado bajo Plaza Emilio Mitre; a su vez, este vestíbulo balconea sobre los andenes. En la doble altura de sus paredes, las distintivas figuras abstractas de Santa María, se repiten mientras despliegan su color al compas del murmullo ciudadano y de los trenes que circulan atravesando la obra.

 

“Es un verdadero trabajo en equipo que demandó la colaboración de 10 ayudantes: unos diseñan, otros colocan y los otros pastinan.” En este caso se trabajó al mismo tiempo que la propia obra de ingeniería. Se bocetó directamente sobre los planos para ajustar mas tarde con un programa específico para realizar mosaicos. Las venecitas se colocaron una por una sobre placas de 30 x 30 centímetros y luego se armó, a modo de cuadrícula en el Taller de Central Park lo que facilitó trabajar estas dimensiones. La colocación –a cargo de Ariel Farrasano- es otra de las claves del proyecto porque aquí no hay lugar al error. “El primer sorprendido al descubrir la monumental obra fui yo mismo.”

Titulada "Traslación- donde habita el fragmento", la obra que abarca la flamante estación Las Heras de la línea H, es casi un tango que busca convertir a lo pasajeros del subte en protagonistas del mismo.

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