Nota publicada online

miércoles 12 de noviembre, 2025
Marcos López. Fotografías 1975-2025
Aguafuertes plebeyas en Fundación Larivière
por Alejandro Zuy
Marcos López. Fotografías 1975-2025

La Fundación Larivière ha inaugurado Marcos López. Fotografías 1975-2025, muestra antológica dedicada al distinguido fotógrafo santafesino. La exposición, que cuenta con la curaduría de Valeria González y que ocupa por primera vez las dos salas de la Fundación, reúne cerca de 200 obras que abarcan desde sus iniciales fotos en su provincia natal, su etapa de retratos en blanco y negro y la ineludible serie Pop Latino hasta imágenes de los últimos cinco años nunca antes exhibidas.

El arte no tiene que ver con la felicidad
Marcos López
La belleza es siempre terror domesticado
Regis Debray

A propósito del título de esta exposición, Marcos López relata que el arco temporal que va de 1975 a 2025, tiene como apertura una fotografía que le tomó a su hermana con una cámara Kodak Fiesta de plástico cuando tenía tan sólo 17 años. Ésta tuvo como destino ser un regalo de cumpleaños para su mamá. En la imagen en blanco y negro, hallada por López unas semanas antes de la exposición en la casa familiar de Santa Fé, puede verse a su hermana Susana sostiendo con una mano un cartel que dice "Felíz cumpleaños, 1975" y con la otra a su perra Canela, sentada sobre un banco de plaza que había fabricado su padre. Dada la celebración, la foto fue planeada por anticipado y el plano elegido fue en contrapicado. No sólo es indudable el intenso valor emotivo que hoy tiene esa foto -la práctica fotográfica se halla unida al inexorable paso del tiempo- sino que es posible detectar en ella decisiones cuya proyección tendrían consecuencias posteriores. El otro extremo, el paréntesis que cierra la selección, persigue otro sentido: es la exhibición de las secuelas de una catástrofe ambiental provocada por el ser humano. Su locación es San Marcos Sierra, provincia de Córdoba. En el centro de esta imagen se encuentra la imponente figura de Carolina Peleretti a modo de Madre Tierra en medio del monte devastado a causa de los incendios que han asolado la provincia. Entre la ofrenda y el intento de conjuro, cifras fundamentales a tener en cuenta, se despliegan cincuenta años de trayectoria que merecen celebrarse y también revisitarse. Una vuelta a la fotografía, una reconexión epocal, luego de incursiones en otras disciplinas por parte del artista, resulta absolutamente oportuna y esclarecedora.

vistas de sala

Otros dos años cruciales: 1993 y 2001, señalan la propuesta curatorial de Valeria Gonzalez (hasta esta oportunidad el artista nunca había recurrido a una curadora) en la sala principal de la Fundación Larivière, estructurada en dos núcleos expositivos. 1993 indica el comienzo de la serie Pop Latino; 2001 remite a quizás, su obra más emblemática, apropiada y reproducida: Asado en Mendiolaza. La sección inicial de la sala comienza respetando un desarrollo cronológico articulando la estética de Pop Latino con la secuencia previa de retratos realizados en blanco y negro. En éstos últimos se evidencia el germen de aquello que lo sucederá, se hallan en ellos esa mezcla de ternura e ironía que se verá potenciada luego con el paso al color y la atención por los detalles de la puesta en escena. Al decir de Gonzalez, la experiencia de Marcos López en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños y con la cultura cubana, es el clic, el eslabón perdido entre estas dos etapas. Los protagonistas de los retratos son sus familiares o amigos como el caso de Enrique Mario, cuya imagen se ha hecho conocida como la del joven en un local de la extinguida cadena Cheburger de 1982, pero que no ha dejado de registrar y aparecer en otras series.

La ciudad de la alegría (1993), puntapié de Pop Latino, muestra a una pareja sonriente portando lentes 3D con el trasfondo de la cartelería proselitista del ex presidente Carlos Menem. El período menemista en Argentina (1989-1999) supuso una modernización falaz de corte neoliberal sujeto al capitalismo financiero y una acentuada reconfiguración de las subjetividades. Los años de gloria de una cultura de fachada rebosante de baratijas importadas y emplazamientos de shopping centers contrastaba con su amargo contrafrente: el vaciamiento simbólico-cultural y el deterioro de las condiciones de existencia para las mayorías. En este sentido, López en esta fotografía, teatraliza la vacuidad triunfal para mostrar sus costuras farsescas; observación incisiva que se ve reforzada en Plaza de mayo (1996), donde recurre a la estética publicitaria para mostrar a una empleada de limpieza, con maquillaje y emblemas de la argentindad exagerados, promoviendo la marca de un líquido desinfectante con la Casa Rosada detrás. Esta estética, pero sin esa potencia política, también se puede observar en Criollitas (1996) donde un cuidador de una quinta posa delante de un cartel de ruta patrocinado por las famosas galletitas.

Marcos López durante el recorrido

El modo de entender el pop de Marcos López se distancia del tradicional establecido. Lo define como una copia de Andy Warhol que ha salido mal con un sello de identidad que transita por el andarivel del error y del bajo presupuesto. Mientras que el estadounidense impulsó su estilo en el centro neurálgico de la sociedad de consumo sin descuidar el narcisismo de las stars, el argentino se las tuvo que arreglar dentro de un territorio donde la precariedad había impuesto sus duras condiciones y con personajes en su mayoría ilustres anónimos, como es el caso de El jugador (1995).
En relación a Warhol, éste aparece citado en Suite bolivariana (2008); una composición también influida por el muralismo de Diego Rivera, donde abundan las figuras de líderes políticos y símbolos característicos latinoamericanos en tensión con fuerzas que representan al imperialismo estadounidense.
El segundo núcleo de la sala principal, si bien se inicia con una serie de fotografías rescatadas de anticuarios de San Telmo, que el artista intervino durante la pandemia y en donde sobresale la de una niña con su vestido de primera comunión portando una siniestra y premonitoria motosierra pintada encima, privilegia la presencia de obras de gran formato donde se destacan las imágenes construidas mediante una compleja puesta en escena gracias a la tecnología digital. Aquí es, además. donde se alojan las obras que plantean relaciones intertextuales con piezas icónicas de la historia del arte occidental. Se puede apreciar en ellas una paleta de colores menos estridente y más sobria con respecto a su etapa anterior como en el caso de El cumpleaños de la directora (2008). Tanto en esta imagen como en el de la niña, López ha sublimado su experiencia temprana con la educación católica para exorcizar la persistencia de sus fantasmas; mecanismo este que ha replicado en otras de sus imágenes y que ha trascendido lo personal para terminar enlazándose con la memoria colectiva. En este sector asimismo, se encuentra Gaucho Gil (2008), otra de sus producciones más apropiadas y divulgadas, que amalgama la estampa del santo popular asesinado en Corrientes con la de otro gaucho abatido por la policía como fue Juan Moreira, escena eternizada gracias a la película de Leonardo Favio.

Vista de sala

En Hospital (2004), recrea la pintura Las dos Fridas de la artista mexicana Frida Kahlo (operación que, de igual suerte, en 1989 había llevado a cabo el dúo Yeguas del Apocalipsis de los chilenos Francisco Casas y Pedro Lemebel) apelando a dos registros del mismo actor, realizados en los pasillos del Hospital Neuropsiquiátrico Braulio A. Moyano del barrio de Barracas, ligados digitalmente, La familiaridad con el tema del doble, con el dolor y la circularidad de la sangre que cura y enferma continúan siendo conmovedoras. Sireno del Río de la Plata (2002), en cambio, refiere a la Sirenita que homenajea a Hans Christian Andersen emplazada en la bahía del puerto de Copenhague. El artista, en esta oportunidad, trastocó su sentido ligado a un imaginario del orden europeo para poner como modelo a un hombre morocho a orillas del Río de la Plata y destacar la contaminación reinante a su alrededor. Otro contraste, ligado a lo latinoamericano, se puede observar en Familia de sastres (2010), fotografía realizada en Bolivia, donde por sobre los protagonistas que exhiben sus rasgos típicos asoma un alto maniquí cuya apariencia obedece a la belleza hegemónica del norte del viejo continente.
Por decisión curatorial Asado en Mendiolaza (2001) se halla ubicada en un lugar central de la sala. Debe ser descubierta luego de haber recorrido el primer núcleo, como un altar que aún guardara reminiscencias religiosas de su referente: La última cena (1498) de Leonardo Da Vinci. La fotografía fue tomada en tres tomas. Cada una fue capturando cuatro personajes, todos pintores y escultores amigos de Córdoba. La escena definitiva, luego, fue montada gracias a una edición digital. El año de realización guarda un profundo significado ya que significó el quiebre del modelo consolidado durante el menemismo y cuya consecuencia más recordada fue el estallido social ocurrido en diciembre.

En la sala dos se ha dispuesto el último núcleo expositivo. En ella no hay paneles separadores, es un espacio unitario que, además, por sus propias características arquitectónicas, guarda otra atmósfera. No obstante, ello no quiere decir que no se produzca una continuidad con la anterior. Acá se han ubicado las obras más recientes y el tono predominante lo marca el resultado de tomas instantáneas. En mayor parte se trata de fotografías registradas durante viajes por América Latina (hay algunas de un viaje a Letonia). A este territorio el artista lo fue adoptando como propio a partir de recorrerlo desde muy joven y su intención de transmitir esa identidad siempre ha sido transparente. En el conjunto de imágenes expuestas se puede percibir cómo López ha ido trazando escrupulosamente una serie de narraciones sobre la corteza de la realidad latinoamericana de las últimas décadas. Todo un agudo repertorio estético y político de su mestizaje, de su sincretismo, a veces inclinándose hacia lo festivo y otras hacia lo íntimo pero sin ser condescendiente o intentar romantizar. En estas obras, suerte de aguafuertes plebeyas, se mantiene la impronta de la puesta en escena como en Barbería (2015), prevalecen la centralidad de los rostros como el de la joven coronada como Miss Argentina, la intensidad de las miradas tal como la expresa Chica con falda escocesa (2019) y la dialéctica figura-fondo.
Desde sus inicios Marcos López ha explorado con cierto carácter herético formas de belleza que de manera más o menos implícita han sugerido el revés de su trama. El las ha encontrado en donde otros prefieren dar vuelta la cara o asimilarlas bajo el amparo del paternalismo, la conversión en fetiche o la reducción al exotismo. Su sensibilidad y su intuición han podido conectar una esquina del barrio de Constitución con semblanzas de los oficios de países andinos, coordenadas propias del Sur que van más allá de lo geográfico. A su vez, la manera en que siempre ha comprendido el pop lo ha distanciado de otras que han derivado en gestos banales o desvencijados.
La historia siempre se ha pensado de modo lineal aunque a veces parezca desenvolverse en espiral o alternarse como se empeñan la farsa y la tragedia. La fotografía, al estar comprometida con ella reserva ocasiones para el duelo y para la melancolía así como también para la reflexión crítica acerca de las insistencias y vibraciones del pasado en nuestro presente en su juego especular esperpéntico.

Presentación en Fundación Larriviére

Fundación Larivière
Caboto 564, La Boca
Jueves a domingo, de 12 a 19 hs 
 

Notas más leídas