Nota publicada online

domingo 26 de septiembre, 2021
Lux Lindner
Catéter microciclónico / Economía intemporal
Catellani, Vanesa
por Vanesa Catellani
Lux Lindner

Catéter Microciclónico/ Economía intemporal”, del artista visual, performer, escritor y compositor Lux Lindner, ocupa el primer piso de Fundación Andreani
e incluye piezas audiovisuales, dibujo manual y digital, texto, animación 2D y 3D e impresión 3D. Las piezas se inscriben en una investigación de Lindner sobre la figura del contrabandista y su relevancia histórica para comprender la formación de nuestra identidad nacional.

 

"El espectro ciclónico cateteriano desde un drone

Y así fue que la tierra no era de los indios ni de nadie en particular, y que el único derecho a hacerse de ella consistía en tomarla para hacerla producir; así fue; esto anulaba o neutralizaba o aniquilaba al habitante cuya descendencia se atribuía el derecho a estar en el territorio que reconociera; la nueva idea de la producción garantizada por el Estado le negaba la tierra de herencia, le quitaba la propiedad de
la naturaleza, y legitimaba esa negación argumentándole que la Historia era nada para él o, mejor dicho, le decía, con un decir de autoridad, que sus propiedades eran tan escasas que no eran suficientes para aquilatar una Historia –que no tenían la pasta necesaria para hablar con él–, ineficientes para respaldar la extensión de un territorio, incapaces para entrever la verdadera cuestión de la belleza: que fuera convertida en símbolo, en poder, en alhaja, en requisito, del dolor, del goce. Y sí fue, que en el misterio del trabajo se produjo el primer contrabando: unos robando la tierra, otros lo producido en la tierra.

Estaba claro que el destino se escribía en algún palacio, republicano o monárquico,
lo mismo da, pero que el templo era la campaña con la luz de las estrellas; unas pocas vacas robadas para compensar la pérdida de los recursos que brinda la propiedad de una región; y además, esas pocas vacas serían reclamadas. De ese contacto de robos surgía entonces el intercambio, el bien robado volvía hacia la civilización, la cual a su vez proveía al desheredado la adicción (tentación, deseo, destiempo) y la acusación de ladrón. Así fue que la tierra era de nadie y desocupada por saqueadores. Malones cuya principal arma, el caballo, provenía de Europa. Y así fue, la fuerza del malón hecha de necesidad. ¿No es el producto del trabajo lo que lo atrae? ¿Y si a esos ladrones les hubieran enseñado a trabajar? Entonces, hubiesen tenido el derecho, y el asunto era despojarlos. Azúcar, yerba, tabaco, harina, ropa, cosméticos, alcohol, alguna cosa más, casi el aserrín de la cultura manufacturada, con eso bastaba. La línea militar, la línea del ferrocarril (ida y vuelta), el encuentro con la mercancía era el hallazgo del hombre con su destino, reconocía que la tierra era de nadie, a cambio de que los ladrones recono- cieran que su pobreza era robada. ¿Podrá decirse que en todas las poblaciones algo así ocurrió? ¿Que el objeto final se llama aniquilación (del pueblo afroamericano, palestino o mapuche)? ¿Que la historia continúa sobre estas ruedas y que los no here- deros ahora no producen porque no heredan, y que a cambio de creer en eso reciben el indulto y la acusación de alimentos y dinero, devaluados, y como estampita una moneda extranjera de casino? Y una penúltima pregunta: ¿quién se queda enton-
ces con el resto de la historia, con lo que se queda, con lo que no puede irse por las alcantarillas?José Villa

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