Nota publicada online

viernes 21 de agosto, 2020
Lucía Pacenza:
Lucía Pacenza: “Nació mi nuevo libro en tiempos de cuarentena”
Lucía Pacenza:

Acaba de salir a la luz, en plena cuarentena, el libro Lucía Pacenza. El devenir de la forma,dedicado a la producción de la escultora entre principio de los 70 y la actualidad. Escrito por María José Herrera, la publicación da cuenta con el ensayoEl paisaje en la escultura y la escultura en el paisaje, de la originalidad de la imagen de Pacenza y su reconocida trayectoria. Su obra más distintiva es la que desarrolló en mármol de carrara, donde la sutileza de las formas despierta alusiones orgánicas dentro de la abstracción.

El libro es bilingüe castellano- inglés y fue publicado con el apoyo del programa de mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires.

“Estoy pasando estos días, aislada, por ser persona de riesgo.

Disfruto de poder trabajar en nuevos proyectos, programando una muestra de mis instalaciones de ciudades en diversos materiales

Armar una rutina, que permita trabajar, leer, mirar series y comer cosas ricas.

La enseñanza, es que hay que tener paciencia, cuidarse para no contagiarse, y saber esperar tiempos mejores.”

Lucía Pacenza, agosto 2020

Anticipamos un fragmento de su libro:

El paisaje en la escultura y la escultura en el paisaje

Vientos que arremolinan las aguas, ríos encajonados, mesetas escalonadas, ocasos coloridos, soles destellantes. Ciudades activas, ciudades impávidas, tótems de urbes del futuro y el silencio como presagio distópico del hábitat humano. Todas estas imágenes definen la obra de Lucía Pacenza entre fines de los ochenta y la actualidad, son el momento de madurez poética y expresiva por el que ocupa un lugar destacado en la escultura argentina contemporánea.

La naturaleza y el paisaje son parte de sus vivencias cotidianas, en ellos encontró la abstracción de sus obras. Porque el paisaje no es la naturaleza sino la forma en que se transcribe la percepción del entorno, en base a las concepciones estéticas y conceptuales que dependen de cada cultura. Con la cámara fotográfica, Pacenza registró cada uno de los escenarios donde luego insertaría las formas de su propia invención. La foto, el documento, sirve como referencia icónica pero también como memoria afectiva. La relación entre arte y fotografía es extensa y se dio desde los comienzos de la entonces nueva tecnología hacia 1850. En este sentido, en la obra de Pacenza la fotografía es también un instrumento que exhibe el lugar del deseo para su anhelo de vestir la ciudad y los jardines con sus esculturas. Con precisión de urbanista, la artista simula emplazamientos en escala por medio del fotomontaje. Estos “paisajes artificiales”son obras en sí mismas además de reflexiones sobre el destino público de la escultura, idea que Pacenza promueve con gran convicción. “Siempre me interesó la escultura pública porque la escultura es la más social de todas las artes. Incluso supera a la de los murales, porque su presencia es corpórea, participa de la vida de la ciudad. Tal el caso del Obelisco o la estatua ecuestre del General Alvear de Bourdelle; en ambos monumentos es tan importante la obra como el emplazamiento”.[1]

En 1980, Pacenza cumplió su sueño al diseñar nada menos que el monumento Homenaje al Cuarto Centenario de la Segunda Fundación de Buenos Aires[2], su ciudad. El proyecto premiado fue instalado en una plazoleta en el cruce de las avenidas del Libertador y Udaondo. Se resolvió con formas geométricas simples como para ser vistas y comprendidas en forma inmediata por sus principales espectadores: automovilistas y transeúntes. Es decir, gente en movimiento, de paso en la gran urbe que es Buenos Aires. Como todo monumento, debía alegorizar para mantener “siempre vivos y presentes en la conciencia de las generaciones venideras”[3], los hechos que se conmemoran. Así, la idea escultórica de esta obra contemporánea fue expresar los 400 años de existencia por medio de una forma arquitectónica que simbolizara la unión, el arco. El agua que cae como un manantial incesante entre las columnas simboliza el paso

del tiempo con su fluir. Un monumento-fuente que evadiera la “anécdota figurativa” por medio de elementos clásicos, transhistóricos.[1]

En 2006, Pacenza realizó, en el Museo Nacional de Bellas Artes de la ciudad de Buenos Aires, una exposición de sus obras de la década anterior. Allí señalamos la importancia del paisaje en su producción, donde se destacan las distintas regiones de la Argentina.

Estas obras y las que siguieron, son parte de la serie “Sur”, título que apunta al lugar de la mirada de la artista: “Yo me planto acá para ver, desde el sur de la ciudad y de la América del Sur. Es el lugar desde el que quiero expresar, mi lugar de pertenencia”.

Años después, con la serieCiudades, sus enigmáticas urbes se desmaterializan en un sutil contraste de blanco sobre blanco. La luz traspasa los callejones, avenidas y recovecos, habitando los espacios que los humanos ya han abandonado. Pobladas de misterio, estas urbes esconden ficciones, relatos formales y simbólicos, en los que cada unidad semeja las letras de un alfabeto no descifrado.

[1]Memoria descriptiva,La idea escultórica, documento presentado al concurso de la Fundación Gillette para un Monumento conmemorativo de los 400 años de la segunda fundación de Buenos Aires, 1979.

[1]Se refiere al monumento ecuestre a Carlos María de Alvear en la plazoleta de avenida del Libertador General San Martín al 1200, en el barrio de La Recoleta (CABA).

[2] La obra se realizó en 1979 por medio de un concurso público de la Fundación Gillette y se inauguró el 19 de diciembre de 1980 en la plazoleta Adán Quiroga. 

[3]RIEGL, Aloïs ,El culto moderno a los monumentos, Madrid, Visor, 1987.

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