Nota publicada online

La exposición reúne una selección de obras que forman parte de la colección de MUNTREF. De ella participan destacados artistas argentinos e internacionales que abordan variados temas y una diversidad de disciplinas. La curaduría estuvo a cargo de Diana Weschler.

Conformar una colección implica un extenso proceso en el cual, a partir de un criterio establecido, se seleccionan y reúnen obras artísticas. Las colecciones pueden ser personales o institucionales; enfocarse en artistas, temas específicos, épocas u otras preferencias. Las colecciones, al igual que los archivos, son un reservorio: conservan una memoria patrimonial. En el caso de una institución como la UNTREF, su colección constituye un acervo de singular valor e importancia ya que va de la mano de su labor educativa y de su distinguido historial expositivo. Sus dos sedes, durante los últimos años, han contemplado tanto el rescate de figuras indispensables de nuestra escena como el conocimiento del trabajo de referentes contemporáneos internacionales.
Una colección, por lo tanto, se basa en un orden. La curaduría de una exposición que tenga como punto de partida una colección institucional, en cambio, significa una serie de movimientos que comprometen ese orden y lo trastocan para reencauzarlo proponiendo otros sentidos. Alguien que emprende tal tarea debe ingresar a un universo de imágenes, objetos y materialidades para leer sus entrelíneas, para interrogarlo y descubrir vínculos que hasta entonces habían permanecido latentes. La labor curatorial tiene, claro está, algo de arbitrario; lleva a cabo una selección sobre una selección mayor de origen pero dota a esta parcialidad de significaciones renovadas que contemplan modos de interpelación alternativos hacia los espectadores.
“El ojo piensa, el pensamiento ve, la mirada toca, las palabras arden” escribió el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz en homenaje al fotógrafo Manuel Alvarez Bravo. Si bien sus palabras refieren a la obra de un artista en particular, sirven para describir con precisión y lucidez los efectos que las imágenes pueden producirnos: percepción fina e intelección, asimilación y conmoción son algunos de ellos. Las imágenes, como en el caso de esta exposición, son capaces de acercarnos pormenores lejanos en el tiempo o de sus geografías de origen. Ellas abren un mundo de diálogos y nexos no siempre considerados.
El recorrido habilitado por Lo que toca la mirada exige por parte del espectador un esfuerzo perceptivo e intelectual. Las pistas para llevarlo a cabo se encuentran más en los bordes significantes de las obras y en las afinidades silenciosas dispuestas en la sala que en un texto que lo explicite y determine. De tal manera, las interpretaciones resultantes pueden, casi con seguridad, ser dispares.
Ubicada en el ingreso a la sala, en una situación ambigua, se encuentra una obra de Estanislao Florido: Logística (2023). Se trata de dos columnas de cajas de cartón de productos importados intervenidas al óleo. Entre códigos de barras y otros signos del mundo del comercio internacional se destacan pintados un billete del dios dólar, el toro de las calles de Wall Street, cubiertas de neumáticos incendiadas y personajes propios de la precariedad laboral contemporánea. Al acuciante informe del presente, le suceden metros después, una serie de piezas de la artista estadounidense Martha Rosler. Entre ellas, un vestido cuyo diseño está basado en el montaje de billetes de países latinoamericanos; billetes trastocados, cuya particularidad consiste en reivindicar legados que, a diferencia de los originales, han sido subalternizados. Otros fotomontajes, alineados con cierta inseguridad, realizados hacia fines de los sesenta ironizan acerca de ceremonias, costumbres y espacios domésticos donde las mujeres son habituales protagonistas. Le sigue una instalación de la colombiana Maria Daniela Rojas: Mirrisorio (2017). En ella, parodiando una estética publicitaria, se exhiben tres fotografías de la artista simulando ser modelo que contrastan con frases de personajes célebres. En todas porta un alambre -el producto comercial- sujeto a su boca para forzar una sonrisa. Las referencias a las imágenes femeninas se continúan con una fotografía en blanco y negro de Annemarie Heinrich: Autorretrato en reflejo de farol de auto (1940). Tres fotografías tituladas Deductive object (2021) de la coreana Kimsooja cierran entre penumbras este sector. Se refieren a tres mujeres envueltas en telas coloridas y brillantes a las que no se les ve el rostro u otra parte del cuerpo.
De la madera se obtiene el papel para la confección de libros y las planchas matrices para la realización de xilografías. Este material es el elemento en común que atraviesa el conjunto de obras del siguiente núcleo expositivo. En él se encuentran en primer lugar, resguardados por una vitrina, Perro libro (2021) de Débora Pierpaoli, un símil libro de cerámica esmaltada, luego un ejemplar del libro de artista Sortilegio del cañaveral, de Victor Rebuffo no fechado y el collage El libro, ayer, hoy y mañana (2025) de Carlos Lescano. Al lado de ellos una serie de ocho pequeños óleos de Carlos Huffman pintados en 2013 representan cubiertas e interiores de libros. Tres xilografías con retratos firmados en las décadas del cuarenta y cincuenta por el turinés Víctor Rebuffo, uno de los más destacados portavoces del grabado social argentino, completan el sector y sirven de nexo con lo que es posible encontrar unos pasos más adelante.
Los candidatos del pueblo (1963), obra del integrante del Movimiento Espartaco (1959-1968) Carlos Sessano sorprende por su contundencia matérica y por su paradójica vigencia. Entre capas de papeles y óleo que semejan estratos geológicos de nuestra historia es posible encontrar cicatrices aún capaces de aguijonear la realidad política y social circundante. Lo popular y multitudinario se extienden a otras dos obras próximas. En primer lugar una camiseta de fútbol de la serie Génesis (2017) del diseñador brasileño Rolando Fraga. Multicolor, ella intenta ser la prenda de una virtual selección que conjugue la principal pasión deportiva sudamericana. Por otra parte, Barahúnda (2015) de Andrés Waissman, es una extensa tinta pintada sobre papel de arroz que muestra a un abigarrado gentío que, tal como su título lo indica, tiene algo de aquelarre en el cual las siluetas de sus protagonistas se confunden de forma grotesca y hasta dramática. Presentándose casi como un negativo de esta última -aunque familiarizados por cierto espíritu goyesco- la serie de dibujos Study for the mirror (black) (2013) del mallorquí Bernardí Roig exhibe borrosas siluetas de individuos que se recortan sobre un fondo negro angustiante. La acompaña el video, del mismo autor, Prácticas para recordar el naufragio de la línea (2013).
La última parte de la exposición aborda aspectos diversos de lo que usualmente puede estar circunscrito bajo la categoría “naturaleza”. Una de sus versiones corre por cuenta del fotógrafo mexicano César Ibarra Jimenez con sus cuatro Holobiontes (2021-2023). El concepto de holobionte fue introducido por primera vez por la bióloga estadounidense Lynn Margulis en 1990 y se refiere a dos o más organismos que están en contacto físico y que interactúan entre sí. Las fotografías retoman la tradición de los bodegones barrocos pero en ellas se observan, además de vegetales, frutas y utensilios, animales domésticos, insectos, alimentos para mascotas y pastelería comercial. Otra fotografía, de gran belleza, en este caso de Guadalupe Miles de la serie Chaco (2003), destaca un torso abrazado por los rayos solares emergiendo de las aguas de un barroso río del noreste argentino. Un paisaje por completo diferente lo presenta la videoinstalación de la artista polaca Angelika Markul titulada La memoria de los glaciares (2017). Aquí no se observan cuerpos ostensibles sino los arrolladores desplazamientos de los hielos que, enfocados en picado y encapsulados por las proporciones de la pantalla, parecen generar formas abstractas. Similares formas son acompañadas por otras dos fotografías en blanco y negro de Annemarie Heinrich pertenecientes a la serie Reflejos, que, por otra parte se enlazan simétricamente con las localizadas al inicio de la exposición.
La mirada toca, afecta. La percepción no se restringe a la elemental recepción de estímulos visuales sino que conlleva un compromiso activo con todo aquello que nos rodea. Abrir el juego a digresiones atentas a preocupaciones públicas y crear posibilidades de nuevos relatos, a partir de un valioso cuerpo de obras, es un riesgo que merece siempre ponerse en juego.
UNTREF Sede Caseros I
Valentín Gómez 4848, Caseros, Provincia de Buenos Aires
Lunes a sábados de 11:00 a 19:00 hs.
Entrada gratuita