Nota publicada online

domingo 22 de marzo, 2015
Liliana Porter
Restaurar un piano y otros compromisos
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
Liliana Porter

Encontrar el camino, reparar , embellecer lo cotidiano, sostener pacientemente el hilo hasta comprender el sentido de estar parado sobre la esfera. Estas son las claves para comprender el universo lúdico de la muestra de Liliana Porter con la que la Ruth Benzacar estrena su nuevo espacio.

La música resuena entre las cuatro paredes blancas de la galería. En el enorme espacio se destaca un piano, pero la mente perspicaz advierte inmediatamente que no es ese piano el responsable de la melodía ya que se encuentra literalmente destruido y sus partes se amontonan desordenadamente a un costado. La mente busca al ejecutor y lo encuentra: a la altura de los ojos, sobre una minúscula plataforma, un pequeño piano se atribuye la melodía. Así comienza el viaje o, mejor dicho, el recorrido por la muestra ¨Restaurar el piano y otros compromisos¨ de Liliana Porter con que la galería Ruth Benzacar inaugura su nuevo espacio en Villa Crespo.

Vista de la sala de Ruth Benzacar

El piano en cuestión es el mismo que en la exposición realizada en el 2013 en el Malba, fue destruido con el hacha por uno de los ¨hombrecitos de Porter". Hoy todos los personajes incluidos por la artista, trabajan concienzudamente en dicho piano y en todo lo que Porter puso a su alcance. Resulta estimulante ingresar al universo lúdico de Porter, que no abandona la frescura y la sabiduría propias de la niñez, poniendo el foco en la acción y el disfrute que este "hacer" le produce.

Decenas de hombrecitos se esmeran por restaurar este instrumento musical que los excede en escala, sin dejarse amedrentar. Otros, como en el gran teatro de la vida, se organizan en pequeños escenarios distribuidos en distintos puntos de la galería, con el mismo compromiso y disfrute. 

Piano en restauración
Restaurando el piano
Restaurando el piano (detalle)

Si elevamos la vista podemos observar un hombre diminuto parado sobre una esfera, sosteniendo simplemente un larguísimo hilo. En el medio de la sala una vieja silla interrumpe el paso, con una de sus patas parcialmente pintada en azul. Si nos agachamos, descubrimos al responsable de esta tarea: otro hombrecito que pincel en mano se estira para alcanzar su objetivo. ¿Necesitará ayuda?

Sobre otra plataforma, un "jardinero" riega las rosas pintadas sobre un plato roto. Muy cerca, una chinita recoge diamantes en un cuenco; otra, de mayor escala, hace lo mismo con la arena azul esparcida en el piso de cemento de la galería.

Los personajes de Liliana Porter nacen de su imaginación, pero fueron rescatados en distintos mercados de pulgas de las ciudades que ella visita. Muchos ya son conocidos, pues "trabajaron" anteriormente en varios de los videos producidos por la artista. "Ellos" es una instalación donde un pato desplumado, otro que toca un bombo, una muñeca de pollera colorada, un simpático conejo y un perro que se mira en un espejo, se enfrentan al espectador, como si se estuviesen despidiendo al final de la función. Y es verdad ya que, como asegura su autora, "No volverán a trabajar".

Ellos

Tres enormes figuras arquetípicas: un circulo, un triángulo y un infinito, se destacan en las paredes. Porter dibuja sobre papeles texturados -en lo posible cartulina Shoeller-, donde la mirada se acerca, volvemos a descubrir los hombrecitos que imitan a su maestra trabajando o dibujando un infinito a su propia escala.

Si en la exhibición del Malba del 2013 primaba la idea de la catástrofe y la destrucción, aquí la restauración parece ser la consigna para completar el círculo infinito.

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