Detallista e inquieto. Patrón y cadete. Artista y gestor. Marino Santa María buscó un desafío mayor que pintar un cuadro y terminó interviniendo los edificios y calles de su barrio, Barracas, y de otros barrios y ciudades del país.
“Yo pinto la callé porque es el lugar donde jugué”, asegura el artista Marino Santa María y agrega: “Mi primera intervención fue la rayuela”. El arte como un juego expansivo y el trabajo en grupo como un denominador común parecen ser dos de los rasgos de este hombre que nació el 26 de septiembre de 1949 y vivió desde siempre en Barracas, puntualmente en Lanín 33.
De su padre, el ceramista y pintor Marino Pérsico, heredó el nombre; de su madre Zoraida Santa María, eligió el apellido en un intento victorioso de adquirir personalidad.
Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y en la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, obteniendo ambos títulos.
En 1987 un premio lo llevó a Europa. En su estadía en Madrid se produjo un cambio en su pintura y la abstracción se impuso sobre la figuración que le dio su primer reconocimiento en el campo artístico.
Evoca a maestros como Quinquela Martín, Friedrich Hundertwasser y Antonio Gaudí, entre otros. “Pero hoy sobre todo lo son Sol Lewitt y Daniel Buren”, especifica.

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