Nota publicada online

jueves 10 de noviembre, 2016
Las Formas de lo Sagrado
El Arte Precolombino del Noroeste Argentino encuentra su espacio
Costa Peuser, Marcela
por Marcela Costa Peuser
Las Formas de lo Sagrado

La muestra, que se enmarca en las celebraciones del Bicentenario de la Independencia Nacional, se presenta en La Abadía hasta fin de noviembre. 

Quienes aún no hayan visitado el Centro Cultural de la Abadía y estén interesados en el Arte Precolombino no pueden dejar pasar esta oportunidad de disfrutar esta fantástica muestra curada por la especialista en arte amerindio prehispánico María Alba Bovisio en la que el culto a lo sagrado encuentra su espacio. Una invitación a detener, literalmente, el tiempo y conectarnos con lo profundo.

Tal vez el disparador sea el impacto de estos claustros convertidos hoy en sala de exhibición de 66 piezas únicas por su excepcionalidad plástica y que se vinculan a las wacas de los ancestros de las culturas originarias andinas. Seguramente también influya la magnífica “puesta en escena” que lograron Valeria Keller y Mariana Rodríguez, bajo la dirección de Teresa Pereda. Lo cierto es que, recorrerla apreciando cada detalle de estos magníficos objetos de culto y percibiendo sutiles cambios de temperatura e imágenes en movimiento, nos obligan a entrar en un túnel del tiempo que nos hacen experimentar sensaciones aproximadas a las que pudieron haber vivido los habitantes de estas tierras entre los 500 años antes de Cristo y el 1.300 de nuestra era.

María Alba Bovisio, curadora de la muestra.

En la primera sala podemos observar los asombrosos “Objetos de Prestigio”, utilizados por las culturas originarias para sus ritos, entre los que se encuentran vasos, pequeños morteros y suplicantes tallados en piedra, con técnicas complejas y una iconografía muy especial. Se trata de objetos destinados a los chamanes que eran considerados los representantes del ancestro fundador del grupo y que cumplían funciones políticas y religiosas en las comunidades.

Se destaca un pequeño disco metálico de 21 centímetros con una figura antropomorfa central a cuyos lados se distinguen dos felinos de largas colas y orejas decoradas y, a sus pies, dos saurios. Se exhiben en esta sala dos bellísimos Suplicantes -sólo se conocen 30-. Estas esculturas de apenas 30 cm de altura, eran supuestamente ídolos intercesores para la protección de la familia, poseen facetas humanas y zoomorfas, con falos y vientres abultados que invocan a la fertilidad.

El segundo claustro, se ocupa de la “Litomorfización del ancestro”. Según las antiguas crónicas, los ancestros podían materializarse en piedras y proteger a la comunidad. En esta sala, un aire ciertamente frío y una imagen  proyectada nos sitúa en el paisaje andino mientras que un menhir nos “guía” desde el centro de la sala. Se trata de una pieza fragmentada que proviene del Museo de Ciencias Naturales de La Plata y se exhibe por primera vez. Un grupo de inquietantes y sobrias máscaras observan la escena. Muchas de ellas tienen perforaciones que permiten inferir que eran atadas al fardo funerario. Una maravillosa pieza, que data del período formativo del 500 al 450 a C, muestra vientre femenino en una cara y, gracias a un estratégico espejo, un falo en la otra cara. Lo femenino y lo masculino conviviendo como origen de la vida.

En el tercer claustro, pintado de azul profundo, se escuchan los grillos de la noche que nos remiten a la “Transformación chamánica”. Aquí se exhiben pipas y pequeños morteros utilizados para la práctica de consumo ritual de alucinógenos provenientes de plantas sagradas, como el cebil, cuyas semillas molidas se fumaban o inhalaban y los dotaba del poder de ciertos animales sagrados como los felinos y los saurios.

Pintada de rojo y, precedida por la cautivante proyección de un gran fuego y un calor envolvente, la última sala está dedicada a la “Cabeza Trofeo o Culto a la cabeza” evocando los combates y las guerras del período tardío en sus disputas territoriales. La cabeza, lugar portador de sustancia y conocimiento vital, fue seguramente el trofeo de estos pueblos así como también, objeto de culto del ancestro. También de este período datan las hachas, campanas y discos de bronce. Las hachas carecen de filo por lo que se presume que eran un símbolo de prestigio. Los discos y las campanas de usaban en combate para distraer al enemigo con ruidos y reflejos. Cerrando la exposición, un impresionante vaso ritual representa a un sacrificador hacha en mano y con una cabeza en la otra. Conmovedora, como toda la muestra.

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