Nota publicada online

miércoles 23 de julio, 2025
La visión duradera de Juan Pablo Renzi
En Castagnino de Rosario
por Claudia Laudanno
La visión duradera de Juan Pablo Renzi

El Museo Juan B. Castagnino acoge la mega-expo titulada “Que la visión dure”, consagrada a la obra del artista Juan Pablo Renzi. Una exposición que incluye pinturas, dibujos, bocetos, objetos e instalaciones que integran la colección pública más importante de este artista en el país. La misma se extiende hasta el 27 de julio próximo. Curadoras: María de la Paz López Carvajal y Romina Garrido.

Oriundo de la localidad de Casilda, Provincia de Santa Fe, Juan Pablo Renzi es una figura señera de la vanguardia de los años sesenta y setenta en la Historia del Arte Argentino, avanzando y abriendo caminos hacia las neovanguardias de las décadas de los ochenta y noventa, respectivamente.

El corpus de piezas artísticas, que integran esta abultada y muy ajustada exhibición, son parte de la Colección Castagnino. Cabe destacar, el valor del legado Renzi, gracias a la donación de piezas esenciales, pertenecientes a María Teresa Gramuglio, viuda del artista. Con este nuevo acervo se puede comprender, en casi toda su totalidad, el universo estético, conceptual e ideológico de uno de los indudables protagonistas del movimiento rupturista “Tucumán Arde”.

Prolífico y heterodoxo, a la vez que, conocedor de los diferentes alcances estéticos y conceptuales de los lenguajes del arte, Juan Pablo Renzi supo manipular y resignificar las poéticas objetuales, la escultura contemporánea, las site-specific installations, el dibujo y, por sobre todo, la pintura. Por otra parte, los proyectos de reconstrucción de obras son inestimables, para una buena catalogación y puesta al día historiográfica de un creador que, supo transitar con intensidad los avatares y cambios, que se sucedieron en el escenario artístico de nuestro país, durante casi cuarenta años.

La curaduría general estuvo a cargo de María de la Paz López Carvajal y Romina Garrido. Por su parte, la selección del total de las obras restantes y, existentes en su atelier, del mismo modo que su archivo, fue realizado por Xil Buffone.

Podemos realizar un recorrido articulado, por las obras más significativas de la exhibición, poniendo el énfasis en trabajos tales, como “Aguas de todas partes del mundo”, efectuada con materiales extra-artísticos. En efecto, se trata de una instalación en campo expandido, que recorre un espacio cuadrangular, compuesto por la disposición alineada de botellas de vidrio que contienen agua. Por la iluminación simbólica, las siluetas espectrales de las mismas, generan un juego enigmático de formas chinescas, provocando una duplicidad de la imagen. Este tipo de trabajos conforman parte del cuerpo ejemplar de sus experiencias vanguardistas Se posicionan como un auténtico punto de inflexión, en la poética de las instalaciones topo-específicas. En este rango de obras, existe un hilo conductor con la producción de Mona Hatoum.

“Paisaje de la Mancha”

“Paisaje de la Mancha”, es otra instalación, que incide nuevamente en la forma cuadrangular de un espacio compuesto por ladrillos, sobre los cuales, sobresale una gran mancha de puro gestualismo negro.

Su participación en las búsquedas del Minimal Art, el ABC Art y las Primary Structures, características de la experimentación de los años sesenta, salta a la vista, con la obra “Prisma de Aire”. Este tipo de opus, es esencial, para interpretar la relación de un vacío connotado con el topos, o espacio que lo acoge. Así es como, la retícula perfecta de un cubo de líneas netas, contiene o demarca un territorio, con la incidencia de una luz puntual. El vacío señala, marca, produce una eficaz respuesta del visitante, que desea habitar o recorrer ese mismo espacio, perfectamente geométrico.

De esos mismos años sesenta, datan sus primeras exposiciones pictóricas, de talante neoexpresionista y gestual. Entre 1963 y 1966, Renzi tuvo una destacada e intensa actividad, en el derrotero experimental de aquellos tiempos álgidos y frenéticos, propios de las búsquedas más innovativas, junto a sus compañeros de taller: Aldo Bortolotti, Eduardo Favario y Carlos Gatti.

Sobresale, entre las mismas, “El general Mambrú” (1966), caricatura grotesca y de crítica virulenta, hacia el golpe militar a la democracia argentina, perpetrado por el general Juan Carlos Onganía y sus acólitos. La mencionada obra exhibe una cruz blanca enorme, que es como una inmensa tachadura sobre el soporte expresivo, emergiendo de un fondo pleno de trazos pictóricos magmáticos y de gran complejidad. Esta obra, marca un antes y un después, en la carrera artística de Renzi, dado que señala el final de su período neoexpresionista. Luego del mismo, decide alejarse del lenguaje de la pintura, para zambullirse en las poéticas objetuales e instalatorias, de las que dimos cuenta anteriormente.

Durante este nuevo ciclo, sus trabajos adquirieron un tono más radical, ahondando en el Arte Conceptual, con inclusión del Accionismo, las performances y la elaboración de manifiestos, que lo llevaron a ser una de las figuras más sobresalientes del grupo rosarino “Tucumán Arde”. Corría el año 1968. A nivel mundial, se estaban gestando nuevas rupturas y quiebres de paradigmas a nivel político, ideológico, filosófico, artístico e histórico. Otra koiné estaba surgiendo. Se trataba de un espíritu de época diferencial, que definió campos de investigación diferenciales. Así fue como las periferias alzaron su voz, constituidas en modos de reacción y reconstrucción de lenguajes expresivos. Nuevas formas de enunciación cobraron protagonismo. El centro explotaba. Fluyeron los policentrismos. 

Vista de sala

En este sentido, Renzi supo enfocar y denunciar, con su práctica liberatoria, aquello que más nos duele, estableciendo un nuevo operar del arte, es decir, un sistema propio, que se opuso al status quo y al establishment conformista, durante aquellos años de plomo. Justamente, atacó el entero canal de circulación, distribución y legitimación del arte en Argentina, con su crítica hacia sus propias instituciones y su circuito, sean museos, galerías, críticos de arte, directores, premios, etcétera. A título de ejemplo, resulta célebre su irrupción, en la conferencia de Jorge Romero Brest, realizada en Amigos del Arte, de Rosario.

Del retorno a la pintura, a partir de la década del setenta, sobresalen: “Autorretrato”, “La dama del gato”, así como “La jarra”. Son trabajos neofigurativos, de impronta realista, con el uso de una paleta muy alambicada, en la que rinde un sesgado homenaje a maestros de la talla de Manuel Musto y Augusto Schiavoni.

Ya promediada la década del ochenta, la espiral citacional y los guiños a los movimientos de las vanguardias históricas - sobre todo la rusa -, son utilizados como indicadores o sellos de su hacer pictórico. De tal suerte, el abanico expansivo de la profusa producción de Renzi, cobra vida, en obras señeras del calibre de “La tristeza de Darwin”, “Oscuro beso de la mañana”, “Bodegón ecléctico” y “Meditaciones del holandés”, entre otras.

De las esculturas sobresalen: “Der Blaue Reiter”(1984) y “Gran Nube” (1966-2009). La primera, concebida para armar, posee plantas y bocetos previos. De pequeño formato, este Jinete Azul, se erige, en concordancia con el movimiento que sugiere, desde su construcción, abrazando el espacio con los brazos abiertos, en un trote voraz y una direccionalidad muy definida.

“Agua de todas las partes del mundo”.

Por su parte, “Gran Nube”, un objeto mural que se expone en el hall de ingreso al Museo Castagnino, pertenece a la serie “De representaciones sólidas del agua”. De conformación curvilínea, detenta un dialogo intertextual, con las formas para pared de Jean Arp. Nuevamente la citación culta se aprecia en este tipo de opus. Del mismo modo, conversa con la instalación “Agua de todas las partes del mundo”.

Iniciando los años noventa, se puede apreciar un cuadro premonitorio, como “Luces Malas”. Una técnica mixta sobre tela, con cartón corrugado y madera. Esta obra no integró la exhibición, pero es interesante señalarla. La misma ingresó al Museo Castagnino, con la última donación de María Teresa Gramuglio. Se trata de una composición de profundo pathos y dramatismo. Un cuadro que, da a ver diferentes capas de sentido y funciona como un enigma visual, generador de más interrogantes que respuestas. Palimpsesto y pentimento a la vez.

Allí, la bidimensionalidad se abre, a partir de un gran agujero rasgado, sobre fondo negro y siluetado en el espacio, el cual, desde dicha abertura, nos da a ver el simulacro de un paisaje pequeño, como una auténtica “veduta” renacentista. Paralelamente, minúsculos agujeros nos revelan manchas expresionistas, que afloran tras las incisiones efectuadas sobre ese gran primer plano negro. 

Luces malas 1990 pintura, ramas y cartón corrugado, madera Donación María Teresa Gramuglio de Renz

 

 

 

 

 

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