Nota publicada online

jueves 3 de octubre, 2019
La Bienal Arte Joven Buenos Aires
Edición 2019
Altilio, Pilar
por Pilar Altilio
La Bienal Arte Joven Buenos Aires

Con una gran fiesta se celebraron los 30 años de la primera Bienal de Arte Joven realizada en 1989 en la misma sede y con otros tiempos democráticos. Atrajo 180.000 personas que disfrutaron cada propuesta durante los cinco días que duró mientras que algunas de las muestras inauguradas dentro del marco bienalista quedan abiertas hasta diciembre.

La Bienal Arte Joven Buenos Aires es una iniciativa de la Subsecretaria de Políticas Culturales y Nuevas Audiencias que depende del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional el 27 de julio de 1987 se creó la Subsecretaría de la Juventud de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires con la misión de diseñar y ejecutar políticas de juventud dentro del territorio de la ciudad. Fue este organismo el que en 1989 llevó adelante la Primera Bienal de Arte Joven que se desarrolló entre el 10 y el 20 de marzo en el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires -actualmente Centro Cultural Recoleta-, las salas Nacionales de Exposición Palais de Glace, y el anfiteatro San Martín de Tours. Así textual es el comunicado que informa del plan sostenido con los mismos objetivos que no declinan de apoyar la formación teórica y práctica de artistas y creadores tanto como la exploración de nuevas formas de expresión y el desarrollo de nuevas producciones y su circulación, valorando el acercamiento de nuevos públicos a las distintas manifestaciones de la cultura contemporánea.

Es interesante que esta nueva edición de la Bienal de Arte Joven le dedique un espacio especial para incorporar mentes jóvenes que siguen creando o grandes maestras con una imaginería tan actual como irrevocable en el tiempo. El elegido para representar a los jóvenes fue Edgardo Giménez, uno de los primeros convocados en aquel inicio quien, con su RE MONA multiplicada por todos los espacios como gráfica de comunicación, pudo llevar ese gesto de “alegría, simpatía y diversión” que el animal representa en el imaginario pop del artista. Pero en la Sala Cronopios el propio Giménez armó, con curaduría de Laura Spivak, un diálogo interesante que se despliega con gran presencia en el laberinto de placas de meta grabadas de Geraldine Schwindt con los acentos especiales de las piezas de barro de gran tamaño de Gabriel Chaile. La civilización perdida es su título y la curadora nos cuenta que hubo mediaciones necesarias para que todo formara parte de un gran diálogo y “el resultado de este inesperado encuentro es una suerte de civilización perdida, de paisaje extravagante. Producto de la mixtura de diferentes imaginarios e idiosincrasias. Donde las individualidades se destacan y a la vez se funden en una nueva historia, en un nuevo escenario.” Muy valorable.

En las salas contiguas, destacan Nueve Anillos, de Erik Arazi un artista cuya trayectoria viene creciendo sólidamente, después de un largo proceso dedicado a la construcción de un alfabeto único y estrictamente personal -como posibilidad para manifestar en código un universo individual-, “una instalación mural de delicada manufactura en la que los elementos de ese sistema parecen gravitar hacia un orden” es lo que describen los curadores Alejandra Aguado, Pablo Siquier, Juliana Iriart, en relación a un trabajo de sutilezas valiosas hecho a mano. Con los mismos curadores Llevame a conocer el océano de Micaela Piñero, con una instalación inmersiva que utiliza materiales blandos y livianos combinados “con detalles de orfebrería que cargan de preciosismo y de energía el ambiente, ella ocupa y recubre la sala dando forma a un recorrido por el que fluyen, según la artista, “información, datos, sentimientos”. El colectivo tucumano El Bondi ocupa otro espacio donde recrean un taller de producción artesanal de piezas cerámicas del NOA, donde viven, su región. La idea de recrear este espacio va en la misma dirección de sus interpelaciones “a veces con ironía, a veces con crudeza, el campo cultural y social donde actúan”. 

Muy interesante el trabajo curatorial de Tainá Azeredo en las salas 3, 4 y 5, denominada Espacio entre, la muestra colectiva que reúne a 25 artistas de distintas regiones del país bajo una segmentación que según cuenta su curadora “traza una línea que sostiene los deseos, lenguajes y narrativas de artistas en un marco generacional. La memoria de los objetos, las huellas que se hacen presentes en la ausencia y el universo que existe entre cuerpos, son algunos de los elementos que marcan nuestra mirada sobre las obras y el caminar en el espacio entre ellas.” Se puede seguir el guión curatorial con mucha información al respecto.

Dos homenajes en sendas salas con curaduría compartida por Julián Manzelli y Laura Spivak, la de Mele Bruniard Mele Misterio en sala 7, llevando su obra en dos escalas, la del libro impreso a mano y la trasposición de su imaginería donde “el pasado y el presente, lo primitivo y lo doméstico, lo mágico y lo natural se combinan con elocuencia y fluidez” considerando que es una artista con su enorme carga de historia a cuestas, se revitaliza en las paredes con una presencia increíble. Del mismo modo, la sala 8 con Juan Stoppani & Jean Yves Legavre, una explosión de color hecha a dúo por esta pareja que se conoció en los 60 cuando Stoppani se instala en París luego de su experiencia en el Instituto Di Tella, muy bien instalada y recreando grandes murales con sus piezas planas junto a varias obras de carácter escultórico.

Toda la movida se extendió en los alrededores con el espacio denominado Territorio Bienal, muy bien adaptado a recorrerlo y disfrutarlo con propuestas de música en vivo, proyecciones, stand de libros y espacios de experiencias inmersivas guiadas. Una verdadera fiesta, sin contar con la cantidad de propuestas de teatro, danza y acciones performáticas, más el segmento super interesante de cine, todo patrocinado por la Bienal y bajo la responsabilidad de referentes del medio.

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