Nota publicada online

miércoles 29 de octubre, 2025
Juan Bautista Castagnino
El coleccionista ejemplar
Juan Bautista Castagnino

Del “museo imaginario” a la construcción de una colección pionera en la Argentina, la muestra “Juan Bautista Castagnino. El coleccionista ejemplar”, se exhibe en el Museo Municipal de Bellas Artes de Rosario hasta el 1 de enero de 2026. 
La misma cuenta con guión curatorial de Pablo Montini, por el Museo Provincial “Dr. Julio Marc” y asistencia curatorial de María de la Paz López Carvajal, por el Museo Castagnino. Por su parte, el diseño expositivo estuvo a cargo de Luciano Ominetti.
Se trata del legado de un mecenas que supo formar y educar generaciones de coleccionistas de la ciudad y del país.

Esta muestra es un homenaje a la memoria de Juan Bautista Castagnino, en el centenario de su fallecimiento y, se inscribe en las actividades culturales de la ciudad en su Tricentenario.
La muestra se extiende por toda la planta baja del museo, con un recorrido cronológico, fruto de investigaciones muy ajustadas que arrojan luz sobre aspectos inéditos y poco conocidos de este mecenas, filántropo y coleccionista pionero, que supo romper la estructura familiar de una alta burguesía acomodada, apostando por los artistas más jóvenes en esos tiempos; Antonio Berni y Alfredo Guido, así como el mendocino Fernando Fader, a través de su marchand Federico Müller. En este último sentido, mantuvo un continuo intercambio epistolar entre el artista y su galerista. Fue así, como lo invitó a participar en los salones de Otoño de Rosario, donde adquirió sus obras. Por otra parte, en tanto, artífice de la Comisión Municipal de Bellas Artes, fue el gestor de la primera adquisición de la Vida de un día. La compra de estas obras de Fader resultó muy importante, dado que se trataba de un artista nacional, precedido por un “aura” de prestigio en Buenos Aires, debido a su participación en el reconocido Salón Müller y, paralelamente, en el Salón Nacional. Tales hitos, subían su cotización en el mercado del arte argentino, lo cual, le aseguraba el respaldo de la crítica de arte especializada, los historiadores, las publicaciones y el coleccionismo imperante, es decir, el “círculo del arte” o, mejor dicho, la “institución arte”, al decir de George Dickie.
La exposición dedicada a Juan Bautista Castagnino tiene, como pivote esencial, ofrecer al conocimiento del público en general, las adquisiciones del mecenas rosarino, así también como, arrojar luz sobre el profesionalismo de sus prácticas, en tanto gestor del arte, avant la lettre. No olvidemos que, en su momento, fue asesor de otros coleccionistas notables, del calibre del matrimonio Estévez (Museo de Arte Decorativo “Firma y Odilio Estévez”) y de los Astengo (Fundación Astengo), respectivamente.
De alguna manera, si Rosario ha descollado como “semillero” y “usina del arte” nacional, se debe a figuras de la talla de Juan. B. Castagnino, quien luchó denostadamente por su desarrollo cultural, posicionándose, como uno de los más experimentados coleccionistas de Sudamérica, pero siempre desde una postura disruptiva, en contra del canon de la época y de la posición social, que ocupaba en la alta burguesía rosarina, como bien destaca el guión curatorial de Pablo Montini, que es una investigación muy pormenorizada, iniciada en el año 2008, como tesis doctoral. 
Justamente, por ese entonces, “Juancito”, como lo llamaban, fue el único exponente de la alta sociedad rosarina, en zambullirse de lleno en el patrocinio cultural y consumo artístico, consolidándose en gestor de un escenario estético local, con importantes instituciones, que llegan hasta la creación del primer museo, luego de su temprana desaparición. Recordemos, a título de ejemplo, la Comisión Municipal de Bellas Artes (CMBA), creada en 1918, su propio gabinete de estudio, que se erigió en la biblioteca más completa de arte de Rosario, con libros, enciclopedias, revistas especializadas por suscripción, donde se detallaban las últimas novedades historiográficas, que nutrían el archivo de su colección de Old Masters europeos.

Como el promotor indiscutido del arte de Rosario, impulsó la carrera del joven Antonio Berni, a quien había descubierto, en su primera exposición en el Salón Witcomb, de Buenos Aires. De hecho, fue uno de los primeros en adquirir sus pinturas, invitándolo a su residencia en Capilla del Monte. De allí, datan los primeros paisajes serranos de impronta berniana. Por ello mismo, Castagnino fue un coleccionista eximio, en el sentido de su apoyo incondicional a la modernidad vanguardista y rupturista del arte argentino. De esta etapa, sobresale la pieza Estancia Santa Lucía, un óleo sobre tela de pequeñas dimensiones, ejecutado por el célebre autor de Manifestación y fechado en 1905.
Del 15 de enero de 1920 data el acta de inauguración del Museo Municipal de Bellas Artes. De alguna manera, sin tener aún sede propia ni presupuesto, la Comisión Municipal de Bellas Artes desarrolló un rol esencial en la creación de dicha institución, abriendo un museo bajo su dependencia. De tal suerte, Castagnino aportó fondos propios y su colección privada para crear la sede.
Otro aspecto importante, dentro del recorrido de esta amplia exhibición, lo constituye la aportación medular de artistas locales y nacionales, de la talla de Lino Enea Spilimbergo, Manuel Musto, Gustavo Cochet, Luis Ouvrard, Alfredo y Angel Guido, Martín Malharro, que demuestra hasta qué punto el mecenas rosarino sostuvo la actividad de los salones de arte, con donaciones de gran porte, como, por ejemplo, la efectuada para el Grupo Nexus.

Con respecto a su amistad con Alfredo Guido, no solamente se dedicó a coleccionar una gran cantidad de sus obras, sino que también lo apoyó en la dirección y edición de la revista El Círculo. De su autoría, destacan Retrato de Angela Castagnino de Cánepa, Retrato de niña, La niña de la rosa, La niña del caracol y el Biombo Calchaquí, realizado en conjunto con Luis Rovatti, en madera tallada y policromada. El mismo se despliega en cinco hojas.
Capítulo aparte merece el Retrato de Juan B. Castagnino, óleo sobre tela fechado en 1918 y donado por su madre, Rosa Tiscornia de Castagnino, en 1925, año del fallecimiento del coleccionista, mentor y propulsor del arte en la ciudad de Rosario.
La presente muestra nos ofrece una lectura muy precisa sobre la historia del arte nacional e internacional y, particularmente, en torno a sus mecanismos de creación, distribución y consumo, de acuerdo a diferentes tipos de “audiencias” y “umbrales de recepción”.

Promediado un siglo desde su fallecimiento nos cabe preguntarnos qué tipo de obras coleccionaría, hoy en día, Juan Bautista Castagnino y, hacia cuál tipo de institución museística apuntaría. Se me ocurre citar, el tipo de “museo imaginario” de André Malraux, un recinto sin muros, ni paredes, que se convierte en un álbum de citas, aboliendo las limitaciones espaciales y temporales del concepto, su locación y ortodoxia. En efecto, un “museo en deconstrucción”, sin bordes, sin fronteras, abierto al intercambio incesante con el espectador, capaz de promover funciones no sólo de conservación, catalogación, exhibición, mediación, difusión, sino también de investigación historiográfica, teórica y estética, creación y articulación de redes, con otras instituciones del mismo rango, centros culturales, kunsthaus, bibliotecas, archivos, universidades, ferias de arte, espacios digitales, organizaciones no gubernamentales, etcétera.
Respetando el espíritu de su “alma mater”, quien siempre tuvo la vocación de llegar a un público más amplio, garante de ese fuerte acervo patrimonial, con una participación colectiva, dejando de ser el coto cerrado de una clase privilegiada o élite que, de un modo u otro obstaculizaba a muchos el acceso a la cultura.
Ese “museo sin muros”, al decir de Malraux, cuando se desempeñó como Ministro de Cultura de Francia, que empodere al espectador, en su nuevo rol, en tanto consumidor de imágenes y obras de talante moderno y contemporáneo. Y, por ende, un nuevo espacio de circulación donde, esas mismas obras, ya fuera de las paredes museísticas, fluyan, transiten y permitan, a tal receptor, generar una experiencia estética vital, dinámica, activando todos sus mecanismos de recepción y acogida.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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