Nota publicada online

miércoles 16 de agosto, 2023
Jorge Opazo en Pabellón 4
Obra reunida, expandida y aumentada
por Alejandro Zuy
Jorge Opazo en Pabellón 4

Pabellón 4 presenta una nueva muestra de Jorge Opazo, un artista que explora las relaciones entre arte, infancia e historieta en el concierto de las artes visuales contemporáneas.

Jorge Opazo es un artista visual y autor de historietas nacido en Buenos Aires en 1970. A los seis años se radicó junto con su familia en Chile donde realizó estudios universitarios de Comunicación Visual y de Bellas Artes. Si bien gran parte de su trabajo ha tenido lugar en el país trasandino, desde hace algunos años ha vuelto a residir en su ciudad natal. Sus intereses estéticos y su producción son el resultado de un vasto entramado que conjuga, además del mundo gráfico de las historietas y el de la tradición de las artes plásticas, la literatura y el cine de ciencia ficción, series de TV y otras expresiones de la cultura de masas.

Con la más que acertada curaduría propuesta por Néstor Zonana, esta exposición se presenta, no bajo la forma de una antología que obedece a la convención del despliegue cronológico de una producción artística, sino como una suerte de “big bang” de un universo personal, donde lo que se descubre en todo momento, al igual que la fuerza oculta de un iceberg, es la formación afectiva y sensible de Opazo. Es decir, de un saber originado en la niñez que complementa y desborda al académico y que no ha dejado hasta ahora de nutrirse de manera muy heterodoxa y cuya expansión consecuente aún tiene en vistas un más allá promisorio.

Dibujos de bandas de rock alienígenas propuestas para la revista Rolling Stone, personajes de la factoría Marvel como Iron Man pintados sobre restos de vieja tecnología doméstica y un conjunto de telas donde se reinterpreta la tira Calvin y Hobbes se pueden observar al acceder a la sala. A partir de allí orbitan otros grupos de obras donde son posibles de apreciar colaboraciones realizadas con Marcela Oliva, como son las materializaciones de los pensamientos de los protagonistas de la historieta Los sofistas, dibujada y guionada por Jorge Quien –alter ego y pseudónimo de Opazo-, que escoltan a un gris Eternauta; así también pequeños cuadros de una primera época que homenajean al maestro Alberto Breccia; apropiaciones de obras de artistas callejeros que se convierten en visiones de seres de otros mundos; ensamblajes con ilustraciones de cubiertas de libros de la vieja colección La conquista del espacio de la editorial Bruguera; e incluso, intervenciones sobre viñetas ajenas, fotos de anticuario o restos de azulejos.

Es de destacar la presencia de obras confeccionadas en cerámica como los Jorgonz, inspiradas en juguetes diseccionados y a posteriori rearmados con piezas no originales hallados en un puesto de una feria urbana, o las de los letrados terroristas de la ya mencionada Los sofistas cuya sobriedad contrasta con el colorido vivaz de la mayor parte de lo que se encuentra expuesto.

Se detectan en la praxis artística de Opazo estrategias donde el metabolismo y resignificación de múltiples referencias adquieren un extraordinario desenvolvimiento siempre proliferante y al mismo tiempo sincrético. Distantes ya del contexto que correspondió al gesto pop inaugural de un Roy Lichtenstein, las podemos percibir configurando una familiaridad espectral mutante con los imaginarios de otros dibujantes entre los que se hallan Mike Mignola, Jack Kirby, Hugo Pratt o Moebius, por mencionar algunos; de escritores como William Burroughs, Mary Shelley o Philip. K. Dick, así como también con los que conforman el legado de revistas emblemáticas entre las que pueden mencionarse las europeas Totem y Metal Hurlant, o las autóctonas Fierro y D'Artagnan. 

Cierta nostalgia impregna esta multiplicidad de existencias virtuales que en Obra reunida, expandida y aumentada pugnan por su visibilidad. Esto no necesariamente enturbia su estima, sino que, por el contrario, sostiene el rescate del poder generador de la imaginación de la infancia. Potencia de la cual el artista resulta ser un intensificador y desde la que, por consiguiente, pasa a convertirse en un activo conjurador de los malestares de un mundo palpable y concreto que pareciera subsumir cada vez más sus formas de vida a un exiguo horizonte pensable.

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