Nota publicada online

lunes 27 de julio, 2009
Fotografía alemana en Fundación Proa
Espacios urbanos
por Julio Sánchez
Fotografía alemana en Fundación Proa

Una vez más la Fundación Proa ofrece un exposición para exigentes, el gran formato de las fotos permite apreciar detalles y a la vez se impone sobre el espectador. Todas las obras tienen en común una mirada fría y distante y la presencia humana es prácticamente una anécdota fútil, la crítica sobre el modo de vida urbana es desapasionada pero brutal a la vez.

Un cartel enorme con las siglas TDK en lo alto de un edificio funciona más o menos como la famosa madelaine de Marcel Proust, uno recuerda los tiempos en que se usaban esos populares cassettes para grabar música o hacer reportajes. Si se explora más abajo se ve un puente ferroviario semejante al de Juan B. Justo y Santa Fe, pero los carteles con escritura japonesa denuncian que estamos en un rincón de Tokio. La fotografía blanco y negro data de 1986, su autor es Thomas Struth, y es una de las tantas que se pueden ver en la Fundación Proa junto con las de Candida Höffer, Andreas Gursky, Axel Hütte, y Thomas Ruff. ¿Qué tienen en común todos estos nombres?
Son fotógrafos alemanes de la llamada “escuela de Dusseldorf” y fueron convocados por el curador italiano Ludovico Pratesi para la muestra Espacios urbanos. Los cinco tienen en común una formación con Bernd Becher que a fines de la década del cincuenta, con su esposa Hilla, inauguró una estética ascética y con ribetes taxonómicos centrada en la arquitectura industrial. “Durante su asistencia a las clases de Bernd Becher los cinco artistas siguen sustancialmente sus sugerencias fundamentales, si bien con algunas diferencias, que sin embargo no se apartan nunca de la idea de la fotografía entendida como documento de una realidad, analizada en sentido conceptual y nunca descriptivo”, apunta Pratesi que invitó a los artistas a que ellos mismos hagan su selección de obra teniendo en cuenta la relación de cada uno con el espacio urbano.
De los cinco fotógrafos, el que viene precedido con mayor fama es Gursky, no solamente por su talento, sino por el altísimo valor de mercado de su obra (3,3 millones de dólares pagados en 2007 por su díptico 99 cents). Son característicos sus puntos de vista muy altos que convierten escenarios como el puerto de Singapore o el Hong Kong Grand Hyatt Park (otro puerto) en maquetas donde los seres humanos son minúsculas anécdotas. “Debe dejarse hablar a la realidad por sí misma, porque es tan creativa que el hombre no puede más que quedarse atrás”, dice Gursky que desde los ochenta privilegia los aspectos estructurales de la imagen junto con una atención obsesiva por los detalles en impresiones de gran formato.
Candida Höfer seguramente despertará las simpatías locales, ya que presenta fotos del Congreso de Buenos Aires, la Casa Rosada, el Palacio del diario La Prensa y el Teatro San Martín, todos estos lugares con su griffe característica, es decir, espacios interiores desprovistos de gente, ausencia que exaspera la magnificencia de la arquitectura a grados inimaginables. Höfer afirma estar enamorada de Buenos Aires y según sus propias palabras es la ciudad más bella en la que ha estado -junto con San Petersburgo-; rescata lugares que progresivamente van perdiendo su función
principal: los espectadores del teatro son suplantados por teleespectadores, los libros en las bibliotecas se vuelven virtuales y los museos son visitados a través de Internet.
Axel Hütte también rechaza la presencia humana en sus fotos, se interesa por los exteriores de edificios industriales que registra como composiciones abstractas. Su sello distintivo se originó en su serie nocturna As dark as Light (Oscuro como la luz), “concentré mi trabajo en la misteriosa luminosidad del paisaje y en las vistas urbanas desde los rascacielos hacia la oscuridad, o la arquitectura parcialmente iluminada”, argumenta el artista en una entrevista con el curador. Thomas Ruff es bien conocido por
su serie de retratos a la manera de “foto-carnet” pero en dimensiones ciclópeas, luego de experimentar en otras series, llegó a Plakate (1996-1997), fotografías inspiradas en los fotomontajes de la década del veinte que le permiten ironizar sobre acontecimientos políticos contemporáneos (en Proa hay una foto de esta serie que tiene a Helmut Kohl
como estrella en medio de una ciudad futurista). En 2004 comenzó a trabajar imágenes a partir de la exageración del píxel digital, como un paso más en sus investigaciones sobre los nuevos soportes fotográficos.
Por último, Thomas Struth, otro grande de la fotografía contemporánea que saltó a los circuitos internacionales con su serie de museos donde ponía en entredicho la recepción de la obra de arte. “La vida en las ciudades se ha vuelto cada vez más difícil, la dependencia del automóvil como medio de transporte individual domina la calidad del espacio de una manera destructiva e insoportable. Las ciudades del todo el mundo ha ignorado el inminente colapso de sus estructuras debido a la codicia, la brutalidad y a la incompetencia de ciertos emprendedores de bienes raíces que, con alarmante frecuencia, destruyen importantes sitios históricos y, en líneas más generales, aniquilan la escala humana en el medioambiente urbano”, señala Struth como el más crítico de los cinco artistas a la hora de evaluar la ciudad contemporánea.
Una vez más la Fundación Proa ofrece un exposición para exigentes, el gran formato de las fotos permite apreciar detalles y a la vez se impone sobre el espectador. Todas las obras tienen en común una mirada fría y distante y la presencia humana es prácticamente una anécdota fútil, la crítica sobre el modo de vida urbana es desapasionada pero brutal a la vez.

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Hasta el 30 de agosto, en Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, Capital Federal

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