Nota publicada online

martes 3 de mayo, 2011
Emilio Reato. Hormigón
por Paola Maurizio
Emilio Reato. Hormigón

Linda tarde de otoño en un Monserrat soleado y calmo. No anda mucha gente por el barrio, es un día laboral y sólo se ven algunos jóvenes inconfundiblemente extranjeros pero ya locales en el barrio y algunos oficinistas comprando sus almuerzos en los bares de la calle México. Raros momentos en los que Buenos Aires se siente fuera de tiempo. Ya cerca del bajo, a mitad de cuadra, Masottatorres muestra las obras de Emilio Reato y el fuera de tiempo del exterior se superpone al extraño tiempo ambiguo de las imágenes.

A simple vista las pinturas parecen sencillas: paisajes de otra época, de otro lugar, reconocibles pero algo dudosos; como si los viéramos en esas películas desteñidas que suelen pasar en el canal Volver. Pero de a poco se empieza a colar una cierta tensión. Lo más notorio a primera vista podría ser el lenguaje que parece provenir del surrealismo pop, del cómic, de la ilustración. Un lenguaje que, en apariencia, no se corresponde con el tema.
Con esa estética urbana y una técnica impecable, Emilio Reato recrea los íconos de un momento en el que la prosperidad era posible. Los monumentales ingresos a los pueblos bonaerenses y pampeanos, con sus pesados nombres en letras gigantes y sus estatuas de hormigón, las plazas… esos espacios sobredimensionados por la ingenuidad o la esperanza, y los parques de diversiones con sus avioncitos para volar aunque uno no sea piloto. Y también Perón, el Ché Guevara, el bombero que rescata a un niño y la abnegada madre que lo acuna, el Gauchito Gil, la Virgen.
Es la Argentina, lo sabemos, lo vemos aunque en las pinturas también estén Ronald Mac Donald, Pikachu y Papá Noel con sus renos. O tal vez sea por eso mismo que sabemos dónde estamos. Porque a diferencia de los otros íconos, que son sólidas figuras de hormigón retratadas con una pátina un poco desvaída, como algunos frescos, éstos son monumentales pero coloridos, blandos, inflables, efímeros.
De forma un poco inesperada, a lo largo del recorrido aparecen unos bellos cuadritos en los que Reato homenajea a los pintores de la Boca, están Benito (Quinquela Martín), Víctor (Cúnsolo) y Fortunato (Lacámera). Se refuerza así la idea de sorpresa.
Por último, prestar atención a los títulos de las obras. Se pueden recorrer como fragmentos de conversaciones escuchadas al pasar o como titulares de diarios, y van construyendo un relato en sí mismo, que de alguna forma agrega una tridimensionalidad a las obras sin cerrar su sentido.
La muestra se llama Hormigón, el título remite a su peso dice Damián Masotta en el texto que la acompaña: “es una muestra que pesa toneladas, es dura y resistente al tiempo”. Y, para continuar en la línea de aparentes opuestos, podemos agregar que al mismo tiempo, es sutil y bella.

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Hasta el 6 de mayo
MASOTTATORRES Arte Contemporáneo, México 459, San Telmo

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