Nota publicada online

miércoles 16 de abril, 2025
Dos arriesgadas exposiciones en Fundación Larivière
Meditaciones en torno a la abstracción
por Alejandro Zuy
Dos arriesgadas exposiciones en Fundación Larivière

La Fundación Larivière ha inaugurado el ciclo de exposiciones correspondiente al presente año con dos exposiciones paralelas que exploran diversas facetas de la abstracción. Por una parte, en Abstracciones fotográficas con curaduría de Alexis Fabry se presentan obras atravesadas por el informalismo y la constructivismo americano, mientras que, en Un mar íntimo de Francisca López, con curaduría de Rafael Cippolini,se exhiben piezas que resumen la experiencia artístico afectiva de la artista con el fotógrafo húngaro Bandi Bindery su pareja, la pintora estadounidense Sally Dietrich.

Prersentacion

El juego de las ambigüedades

Alexis Fabry es una de las voces teóricas más autorizadas de la fotografía latinoamericana del siglo XX y contemporánea y además el principal asesor de la colección perteneciente a Jean Louis Larivière. Su mirada ha resultado esencial para su crecimiento, clasificación y conocimiento público. Acerca de ese período histórico, se trata de la más importante dentro de Latinoamérica. Ambos han cartografiado el territorio y han obtenido un conocimiento exhaustivo de sus principales protagonistas. Considerando esto, la exhibición que acaba de inaugurarse puede entenderse como un extracto peculiar de dicho acervo; un recorte que significa una apuesta por sus búsquedas más radicales, por aquellas producciones que podrían haber sido consideradas marginales y en consecuencia poco vistas.

Por otro lado, Fabry como curador, en esta oportunidad, ha tratado de evidenciar la relación entre los fotógrafos y sus respectivas producciones con dos corrientes vinculadas a las artes visuales del siglo pasado: el constructivismo y el informalismo. La primera geometrizante y la otra expresiva. Para que ello fuera vivenciado por los espectadores en la sala, el diseño expositivo a cargo de Juan Lo Bianco consistió en no cerrar los núcleos de forma física o mediante el color para cada una de las tendencias sino señalarlas de manera sutil y permitir que se contagiaran, propiciando un recorrido ágil e intelectualmente enriquecedor. Para los paneles relacionados con el constructivismo reservó un guiño al pintor y escultor uruguayo Joaquín Torres García, fundador del universalismo constructivo, que remite a la revista Cercle et Carré impulsada por éste en la ciudad de París en 1930.

En esta segunda muestra colectiva, desde la apertura de la Fundación, se exhiben obras de 27 artistas pertenecientes a ocho países de nuestra región. En ellas se pueden detectar elementos que las emparentan directamente y otros por donde es posible examinar sus sinuosos contrastes. Lo urbano, como campo de registro, por ejemplo, está referido de diferentes maneras. Una es el caso de Lázaro Blanco (México, 1938-2011) quien recorta en una esquina anónima proyecciones de luces que generan líneas, sombras y una escala de profundidades. En cambio, la serie Muros, de David Consuegra (Colombia, 1939-2004) privilegia el desgaste que el paso del tiempo y el descuido han producido en las superficies de las paredes. Cristián Silva Avária (Chile, n.1975), también elige las paredes en su serie Pintura abstracta chilena pero antepone el color y la gestualidad. Diferente a todos ellos es el caso de Facundo de Zuviría (Argentina, n. 1954). quien prefiere las geometrías y las tonalidades que brindan los portales de las casas de barrio.

El deterioro, los efectos de la erosión sobre las superficies de los materiales, son aliados directos de la abstracción. Así lo prueban las fotos de Juan Travnik (Argentina n.1950), siempre tan cercanas al silencio y a la introspección y las de Santiago Rebolledo (Colombia, 1951-2020), pero también las falsas apariencias creadas por Jorge Ortíz (Colombia, n.1948), o los experimentales pliegues matéricos de Jorge Roiger (Argentina, n.1934). Alternativos han sido los caminos elegidos por Armando Salas Portugal (México, 1916-1995) con sus Fotografías del pensamiento, urdidas entre cierto misticismo y el conocimiento químico dentro del cuarto oscuro, el de los grafismos y reflejos de Sameer Makarius (Argentina, 1924-2009) o el del vanguardismo de Agustín Jimenez (México, 1901-1974).

Las variantes de lo geométrico oscilan entre el americanismo de las piedras ancestrales de Martín Chambi (Perú, 1891-1973), la literalidad constructivista de Pablo López Luz (México, n.1979), la pluralidad cromática de las formas de la serie Zócalo de Beatríz Jaramillo (Colombia, n. 1955) y otras iniciativas más atrevidas como son los plegados de Andrea Ostera (Argentina, n. 1967), las líneas y garabatos de Victor Trejo (México, n.1946) o los dibujos de Johanna Calle (Colombia, n.1965).

Párrafo aparte merecen la presencia de dos figuras poco asociadas con la fotografía pero ampliamente reconocidas en las artes visuales como son Julio Le Parc (Argentina, n.1928) y León Ferrari (Argentina, 1920-2013). Las piezas expuestas aquí son producto de la indagación, la paciencia y el análisis minucioso de sus archivos y significan un cruzamiento valioso que rescata una cuota de aquello que pertenecía a los anexos de sus trayectorias.

Si el diseño expositivo permite la retroalimentación de la mirada al progresar la apreciación de las piezas, el balance general se halla delineado por la astucia del curador para crear una atmósfera rica en ambigüedades. Entre ellas, además, de la declarada por las dos tendencias ligadas por la abstracción, se pueden encontrar la del difuso límite entre fotógrafos y artistas plásticos, la de la autoridad para realizar sus legitimaciones, la originada por la naturaleza de las superficies plasmadas o el tipo de consideración que se pueda dar a imágenes generadas por el registro de una cámara o por manipulación dentro de un laboratorio. Otro ejemplo, muy interesante al respecto que puede sumarse, es el del colombiano Victor Robledo quien vivió la época de la violencia política y narco de su país durante las décadas del setenta y ochenta. En él se destaca la forma en que trabajó la luz transformándola en un espacio íntimo. La luz como un negativo de lo que ocurría a su alrededor de manera casi minimalista y al mismo tiempo muy consciente de su gesto; un gesto que hablaba de la tragedia de lo real desde la sustracción.

Ensayo sobre las texturas del tiempo

Francisca López era muy joven cuando decidió dejar la carrera de letras por el impulso que le brindaba la fotografía. A poco de comenzar a experimentarlo, a mediados de la década del noventa, la necesidad de adquirir una ampliadora hizo que conociera a Bandi Binder y poco más tarde a su pareja, la pintora Sally Dietrich. Afinidades estéticas y afectivas se fueron conformando a partir de ese primer encuentro. Mientras Francisca daba sus pasos iniciales, Bandi ya se encontraba en el crepúsculo de su trayectoria. Sin embargo, esa oposición les resultaba complementaria, se sentían a gusto mostrándose sus trabajos.

Bandi Binder nació en la muy literaria región de Transilvania en 1917 cuando todavía pertenecía a Hungría. De allí emigró a los 19 años a Argentina iniciando una extensa carrera. Autodidacta, sus imágenes incluyen retratos de familia, de personalidades reconocidas y series de desnudos. Su obra se caracterizó por la experimentación, tanto en la toma directa como por la aplicación de tintes en el laboratorio. En los sesenta, mientras residía en San Francisco, EE. UU, conoció a Sally. El ambiente que los rodeaba les resultaba propicio: estaba prescripto por los ecos tardíos de la cofradía beatnik, el hippismo, la revolución sexual y las incipientes visiones de la psicodelia. En el transcurso de la década siguiente ambos arribaron a Buenos Aires.

Un mar íntimo es el resultado de una paciente labor de largo aliento a la vez que una de las aristas manifiestas de esta extraordinaria amalgama de voluntades artísticas integrada por Francisca, Bandi y Sally; representantes además, de tres generaciones distintas. Las otras las conforman un libro publicado: La visión interior, otro a editarse y todo aquello que surja de la exploración de los archivos. Su característica procesual -su maceración- resultó un factor determinante para Rafael Cippolini quien además entiende su intervención como una suerte de prólogo de otros futuros episodios. La práctica curatorial efectuada se fundamentó sobre toda la reflexión previa llevada a cabo por Francisca. Una reflexión que no se ha limitado a un cuerpo de obra en particular sino a la naturaleza de las imágenes en sí.

La exposición cuenta con tres núcleos y una sección complementaria. El primero se titula Abstracción figurada (2013-2021) que exhibe una selección de piezas con tintas pigmentadas y papel de algodón. Se ha priorizado en esta instancia la captación de la gama cromática de Bandi y su impronta pictórica a través de close-ups. La intención de retener esas características autorales a través de la apropiación e intervención sobre fragmentos de sus obras ha tenido como resultado su propio extrañamiento.

El segundo núcleo, La visión interior (2014-2018), tiene un origen cuyas incumbencias resuenan entre el azar y la revelación arqueológica. Éste se halla en un conjunto de cartones que habían sido soportes de fotografías y cuyo destino era el de convertirse en residuos. En su lugar, Francisca los conservó, había vislumbrado en sus huellas, en sus marcas y en sus ausencias significados inéditos que se encontraban en estado larval. Los cartones aún tenían las fechas y la firma del autor, al ser fotografiados, ahora, se han transformado en extensiones contemplativas donde cada uno es libre de efectuar proyecciones subjetivas.

Pinturas (des) veladas (2019-2023), es el tercer núcleo y es el que en más se encuentra presente la profunda reciprocidad acaecida entre los tres protagonistas a lo largo de tantos años. Un lote de papeles fotográficos que Bandi jamás utilizó pero que su compañera pintó en los reversos sin exponer de cada uno de ellos fue su punto de partida. Con el transcurso del tiempo, la luz fue transfiriendo y dibujando en las emulsiones las pinturas. Sólo fue posible detener las metamorfosis de esas imágenes atrapándolas por medio de una fotografía ya que no se podían fijar químicamente. El resultado expone instantes de las imágenes cambiantes que por efecto de la luz se podrían velar por completo.

Resulta muy interesante encontrar la contrapartida de este proceso en la sección final de esta exposición donde se halla una de estas pinturas de Sally. Tener una obra “viva” constituye, sin lugar a dudas, un logro y una incógnita a tener en cuenta. Aquí también se puede encontrar uno de los desnudos de Bandi que fue utilizado para los close-ups y por último dos imágenes de Francisca muy diferentes a todas las anteriores ya que en ambas trabaja el blanco y negro de un modo extremo y con precisión geométrica.

Abstracciones fotográficas y Un mar íntimo se distancian de la seguridad de las certezas y de los límites rígidos de las categorizaciones para poder explorar procedimientos no convencionales y establecer puentes desprejuiciados entre disciplinas. De este modo han establecido provechosas correspondencias que enriquecen las maneras de entender la abstracción

Fundación Larivière

Caboto 564 - CABA

Horario: jueves a domingo de 12 a 19h

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