Nota publicada online

martes 13 de enero, 2015
Dora Isdatne
Savia
por Florencia Battiti
Dora Isdatne

Durante muchos años, varios siglos incluso, lo “natural” fue considerado como aquello producido por la naturaleza y lo “artificial”, lo fabricado por los hombres. Además, la connotación valorativa de lo “natural” superaba a su opuesto, considerándose más auténtica y preciada. Así, lo “natural” connotaba vida y legitimidad y lo artificial remitía a lo inanimado y lo falso… Hoy, los umbrales entre estas categorías se han tornado cada vez más ambiguos y, por ende, los modos de percepción de lo que consideramos natural o artificial también han ido variando sus parámetros y desmarcando sus límites. El hombre ha culturizado (¿deberíamos decir, entonces, artificializado?) su entorno de un modo que para muchos ha llegado a ser abrumador, pero no por eso, menos sugestivo. Es justo reconocer que, cuando entramos en contacto con la naturaleza, nos invaden las imágenes del arte y de la literatura y que éstas, a su vez, asaltan el imaginario del artista cuando construye su cuerpo de obra.

   

Es en este contexto de ambigüedad conceptual y perceptiva que las esculturas de Dora Isdatne despliegan su mayor potencial de sugestividad. Sus “árboles” y “bosques” son artificiosamente naturales, de aspecto mecánico y tecnificado, como si la artista quisiera expresarse más como máquina que como humano. Las piezas son realizadas a partir de bocetos digitales, cocidas en cerámica y pintadas con esmaltes sintéticos, por lo general, de colores brillantes y saturados. El uso de esmaltes metalizados que contienen plomo en su composición refuerza el aspecto artificial de sus obras y le confiere a las piezas un cariz industrial, cuasi robótico, al punto que parecen aludir tanto a la flora en estado de extinción como a follajes nacidos a partir de una hecatombe nuclear.

Sin enunciar explícitamente un discurso ecológico, las esculturas de Dora Isdatne comparten la preocupación que muchos artistas a lo largo y ancho del planeta manifiestan respecto a protección del medioambiente y a la imperiosa necesidad de diseñar estrategias innovadoras y, fundamentalmente, creativas para lograr un uso equilibrado de nuestros recursos naturales. Quizás ella confíe en que, a partir del arte, la naturaleza pueda ser percibida de manera sensible, e incluso afectiva, regenerando un compromiso íntimo y ético entre el hombre y el mundo.

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