Nota publicada online

viernes 27 de mayo, 2011
Doble mirada
Fotografías y pinturas de Carlos Gigena Seeber
por Luis Espinosa*
Doble mirada

Podríamos hablar de una doble mirada: la del ojo orgánico, el milagro de la visión humana y la de la lente, no menos milagro pero en el plano de la tecnología como extensión de ese ojo inquieto. Igualmente, ambos mecanismos implican una mediación, entre el mundo como realidad empírica y la imagen del mundo como información manipulable a distancia.

Las leyes de la óptica explican las modificaciones de la luz hasta proyectarse en el plano sensible. Pero lo que nunca explican es la intervención de una conciencia que incorpora la intencionalidad del sentido al proceso.
Un hombre que mira, un hombre que interpreta.
Carlos Gigena Seeber hace uso creativo de esa doble mirada. Desde una larga trayectoria como fotógrafo, conoce el oficio y las distintas tradiciones más allá de las cuales proyecta su búsqueda regresando a los lugares más sencillos y olvidados del horizonte mundano para redescubrirlos. Bajando la vista hacia el suelo, inclinando la cámara hacia el amontonamiento de hojas, hacia el charco donde se refleja un árbol, un cielo o una arquitectura.
Así, en los límites del encuadre recorta y subraya la estructura íntima con que se relacionan los diversos elementos que ingresan en él. Ya sean hojas, ramas o reflejos, quedan ordenados en una trama fortuita. Lo que pudiera ser caótico o casual tiende a establecer un vínculo rítmico que se despliega en toda la superficie, lográndose percibir como una textura donde el color revela gamas de variantes sutiles.
El resultado de esta práctica fotográfica lleva a un alejamiento de la narrativa a la que esta técnica puede quedar atada si se subordina a la reproducción mecánica de la imagen de la realidad. Un extrañamiento de la lógica natural nos dispone a percibir el rumbo que el artista nos propone. Allí donde se reconoce un detalle y puede dársele un nombre, se superpone otra imagen que de alguna manera se percibe como viniendo de la profundidad de la conciencia; nos obliga a abrir zonas de conciencia para poder renovar nuestra percepción.
A la vez que reconocemos que la toma directa ha captado lo que estaba allí, descubrimos que la tridimensionalidad y el espacio han sido reducidos al plano. Si quisiéramos avanzar hacia adentro, nos estaría vedado. Sólo es posible trasladarse lateralmente de un detalle a otro sobre la superficie. Y ese movimiento, casi con el ritmo de una danza incipiente, se traspasa al cuerpo.
En la acción del artista el cuerpo se ha movido para mover el nuestro, como en la instauración de un ritual al que hemos sido secretamente invitados. Y en alguna combinación alquímica la mirada muta durante la danza y las grandes pinturas se despliegan delante de nuestra vista como una confirmación de que hemos sido transformados.
En la dimensión de esas pinturas, la conciencia se ha expandido sobre la misma línea que el proceso fotográfico venía proponiendo.
La temática pintada da cuenta por un lado, del ritual que llega a su grado máximo de desborde, por el otro, del mundo rítmico vegetal originado por la primera mirada.
Ambas instancias abren series de trabajos: el tambor, corazón del ritual aparece trasformado en signo. El plano, rítmicamente fraccionado es atravesado por volutas o texturas que remiten a la dinámica de la danza.
Desde alguna de aquellas imágenes fotográficas se desprenden elementos vegetales desde donde brotará la exaltación de la vida. Sinuosas grafías del crecimiento que se elevan y danzan.
Lo fortuito, lo ordenado, la mancha o veladura que se fue desparramando, el dibujo que contiene y sostiene. El color produciendo superficies vibrantes.
Aunque la naturaleza y los rituales parezcan cosas del pasado, superadas por las promesas de felicidad de la tecnología, el artista, a través de la tecnología como medio, nos devuelve a pensar que hay algo vital que seguimos compartiendo.
Doble mirada de Gigena Seeber atravesando el misterio. Doble mirada del espectador involucrado en la revelación de una visión que no cesa. Esencia ancestral de los hombres en busca del mínimo indicio de sentido, tanto en las lejanías de los tiempos como en la urgente y veloz actualidad.

* Mayo de 2011

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