Nota publicada online
En la última semana de junio una muestra con formato novedoso reunió durante dos días obras de quince artistas en El Cubo, que debutó como espacio de exposición en Vicente López.
Algo diferente, una manera distinta de acercarse al arte. Eso fue lo que vivieron quienes asistieron hace días a Discovering Art Meaning Experience (DAM) en el amplísimo espacio El Cubo Eventos, en Vicente López. Fueron dos días en los que cientos de personas -la mayoría no habitués del circuito del arte- respondieron a la convocatoria que proponía el encuentro con quince artistas y sus obras, gastronomía y música en vivo. En un clima cordial y sin formalidades dialogaron con el público sobre sus trabajos -la mayoría, creados específicamente para este encuentro- los quince autores: Marcolina Dipierro, Carola Zech, Rafael Parra Toro, Matías Kroitor, Hernán Salvo, Benito Laren, Andrés Arzuaga, Amadeo Azar, Sheila O'Connor, Fernando Brizuela, Juan D'Lala, Carolina Antoniadis, Cristina Rochaix, Leonardo Cavalcante y Mary Rozenmuter.
El proyecto, con curaduría de Sandra Juárez e impulsado por su hijo, Benjamín Pieruzzini, busca generar una comunidad colaborativa de arte que abra las puertas de sus universos creativos a nuevos públicos que quizá nunca se habían acercado a una galería. Se trata, dice Juárez, de crear las condiciones y el camino amigable para que alguien sienta quizá por primera vez el flechazo del arte, se enamore de una obra, se anime a comprarla y tal vez se inicie en el coleccionismo.
Después de dos encuentros similares, uno en el Centro Cultural Castelli en 2022 y otro en Punta del Este a principio de este año, la de El Cubo fue la tercera edición de DAM, cuya idea principal, según Juárez, es de generar “una llegada súper amable” para ese nuevo público. Explica Juárez, que tiene amplia experiencia de gestión y trabajo en circuitos sociales: “Es una experiencia, no es una feria. La gente viene, la pasa bien y quiere seguir viniendo. Algunas personas que en su vida imaginaron que iban a comprar arte, aportan un dinero (por ejemplo 3.000 dólares) para financiar la realización del encuentro, que es muy costoso, y esa suma les queda como crédito para comprar la obra que elijan. Entonces los artistas que participan saben que de algún modo un buen número de sus obras ya están vendidas de antemano.
También hay empresas que se vinculan con el evento de un modo similar. Es un modo de lograr que crezca el circuito del arte, que es pequeño en la Argentina. Se trata de sumar para crear una comunidad con el que sabe y con el que no, con jóvenes y con familias, con personas, galeristas y empresas. Es, ni más ni menos, disfrutar, pasarla bien y lograr que esto que a mí me gusta y me apasiona les apasione a otros. Para mí es un verdadero placer, por ejemplo, ver cómo un joven de 25 años que nunca había tenido contacto con el mundo del arte se llevó abrazada como si fuera un hijo una obra cinética del venezolano Parra Toro, para su primer departamento al que estaba por mudarse”, dice Juárez con una sonrisa emocionada. “Quiero despertar la idea de que es bueno vivir con arte”.
La realización de este evento con formato pop-up requirió acuerdos con las galerías que representan a algunos de los artistas (Jorge Mara- La Ruche, Pasto, Miranda Bosch, Nora Fisch y Diego Obligado) . Así, las galerías aceptaron que sus artistas participaran a cambio de recibir un porcentaje de ventas eventuales.
El resultado de DAM dejó felices a todos: se vendieron unas veinte obras.