Nota publicada online
La fuerza de la obra de esta artista brasileña se sostiene desde hace muchos años en proyectos que configuran una representación que desea formar parte de los imaginarios sociales incidiendo de algún modo en la vida pública además de dejar una reflexión intensa.
Regina Silveira pertenece a una generación de artistas brasileros que vivió muchas etapas de su país natal con los vaivenes políticos y económicos sin por ello dejar de hacer aportes conscientes para impulsar meditaciones que toman mucho de la huella, el índice y lo colectivo como puntos de partida.
Invitada por la Bienal Sur Global a presentar su obra en una mesa donde se lució contando sus proyectos realizados con esa alegría y agudeza que posee, esta artista brasilera formada en la Universidad de Porto Alegre, fue docente en diversas universidades incluida la de Sao Pablo, hasta que decidió abocarse de lleno a su proyecto de obra, accede a conversar un momento.
Aclara que no es una artista que pueda asociarse solo a la sombra, aunque este tipo de obra haya marcado más de un proyecto desde sus inicios a fines de los cincuenta principios de los sesenta. Una de sus bellísimas metáforas donde la cualidad de proyección hace hincapié en la ausencia, es una obra temprana primero pintada a mano luego ploteada en sucesivas versiones. Un pedestal vacío, cubo o paralelepípedo blanco, proyecta algunas de las obras de Marcel Duchamp o de Man Ray, las más emblemáticas por ser aquellas donde la pieza es reconocible pero a la vez marcan y sustancian uno de los virajes esenciales del acto creativo en el siglo XX.
Ella aplica un plano de refacción a las formas, algunas veces mediante el uso de un objeto común –un tenedor, una tijera, un par de gafas de sol- muchas de la época en donde manejaba el grabado como parte esencial de su lenguaje. También se ocupa del espacio habitable como el de un departamento o una fachada reconocible por su eclecticismo.
La esencia de mis obras puede estar de algún modo sustanciada en el índice, la huella o la sombra pero esto no indica la totalidad de lo que hago, me explica, y coincido. Pues si bien la sombra es un índice, el tema de la luz y su núcleo esclarecedor produce algunos gestos muy bellos como su obra Lumen: una lámpara encendida en vez de iluminar proyecta una gran sombra. Hay ahí, le digo, una operación poética que busca señalar una reflexión que enuncia contextos sociales que han estado siempre en la sustancia en sus producciones y Regina asiente complacida.
Aunque claro está, Silveira busca la belleza de las formas, aun obligando a las mismas a presentar una perspectiva completamente forzada, incómoda, sugestiva de ostentar una zona inhabitable o clausurada. Es allí donde aparece un elemento que deja de lado aquella impuesta definición de su trabajo, es el espacio. Una preocupación muy clara a lo largo de muchos años donde el tema de abordar lo público y lo privado del espacio ha ganado en intervenciones site specific que tanto se desarrollan dentro como fuera de las instituciones que la han invitado. Para aludir al tránsito ha realizado algunas piezas como Frenazos donde la huella del neumático inunda las fachadas produciendo un contexto inusual. O cuando apela a los insectos e invade piso y pared para hacer que esa fauna molesta y potencialmente nociva, para el ser humano se transforme en una experiencia inmersiva, con diversas lecturas por parte de las personas que pasaron por ella, me aclara.
Meterse en el contexto social apelando a alianzas con grupos creativos de muy buen nivel como son los artistas del Street art que en Brasil vienen en alza. Así pasó de usar sus técnicas más usuales al stencil, que aprendió a manejar con un artista que le presentaron. Primero trabajó con las huellas de manos de habitantes de distintos sectores de favelas donde el uso de la identidad vuelve a tener el gesto de vitalizar la mano como identidad concreta. Esas huellas agigantadas y colocadas en diversos espacios públicos tanto como de instituciones, les otorga un espacio de visibilidad a una labor comprometida que le interesa concretamente.
En la última Bienal de La Habana usó el sistema stencil para recrear en el espacio de un aparcadero una serie de íconos que funcionan como analogías del sistema cubano, en evolución sobre todo desde el acuerdo con Estados Unidos. Allí el juego se tiñe de otros señalamientos menos filosóficos, y cuenta que el comentario de Castro sobre su obra fue que en ese espacio ahora había tres tanques, incluyendo la de su huella en el piso, me comenta y sonríe.
Otra de sus búsquedas coincide con lo que contamos en el párrafo anterior, se trata de encontrar analogías con la cosa construida mediante un gesto que une una gran trama formando un dibujo. Así el cáñamo que permite el bordado ha sido parte de un proyecto de intervención en micros urbanos donde la obra aparece fundida con un sentido de diseño más que de intervención artística, algo que le gusta bastante. La situación política y económica de Brasil le preocupa profundamente y la lleva a intentar contribuir a pensar analogías que sirvan de sistemas de reparación.