Nota publicada online
Guillermo Ruberto, empresario, amante del arte y coleccionista. Es curioso, investiga permanentemente, tiene una mirada comprometida con los artistas de su colección. Desde Arte Online conversamos con él sobre sus inicios en el coleccionismo y la nueva vivencia estética.
¿Cómo nació el encuentro con el arte y tu coleccionismo? ¿Cuándo adquiriste tu primera obra?
-Desde que era chico sentí atracción por la belleza que emanaba de las obras de arte. Ya en plena adolescencia, a los 15 años, compré a uno de los pintores que iban en verano a la Plaza Colón en Mar del Plata una obra que me recordaba a la serie de los federales de Césareo Bernaldo de Quirós, pintor nacido en Gualeguay (Entre Ríos) donde yo también nací. Si bien no podía ser considerada una obra de arte, para mí lo era. Luego a los 24 años en la luna de miel con la que era entonces mi mujer, compré un paisaje de un óleo sobre madera de buenas dimensiones del pintor uruguayo Miguel De Vita, de quien de vez en cuando aparecen obras suyas en los remates de Castells & Castells en Montevideo. Allí diríamos que empecé a coleccionar arte.
¿Qué es ser coleccionista?
-Ser coleccionista para mí, además de ser una fuente de placer, es un cable a tierra. Es pasar del mundo “duro y frío” de las finanzas a un mundo creativo y de sensibilidad. De chico, como muchos, coleccionaba figuritas, monedas y estampillas de distintos países. Quizás esa la semilla de todo coleccionista.
Hoy disfruto de mi colección de arte, estudio, leo libros, he hecho cursos de arte y coleccionismo, apoyo artistas, participo de encuentros de coleccionistas, visito museos, galerías, talleres de artistas y, sobre todo disfruto de este mundo del arte.
Sobre tu colección
-Mi colección está compuesta de algo más de 500 obras y es de arte latinoamericano de los últimos 100 años, empezando con obras de Pedro Figari, Quinquela Martín, Joaquín Torres García (algunos dibujos constructivos) hasta la actualidad.
Abarca, además de artistas de nuestro país obras de artistas de Uruguay, Chile, Perú, Colombia, Venezuela y Nicaragua. Tanto modernos como contemporáneos.
Si bien mi intención es no encorsetarme con una sola escuela o movimiento, la mayor parte de mi colección está dedicada al arte constructivo, geométrico, precolombino y madí.
Principales artistas, además de los ya mencionados, Enio Iommi, Claudio Girola, Carmelo Arden Quin, Gyula Kosice, Juan Melé, Juan Del Prete, Yuyo Noé, Antonio Berni, Manuel Espinosa, Manuel Álvarez, Alejandro Puente. Los colombianos Edgar Negret, Eduardo Ramirez Villamizar, Omar Rayo. El peruano Fernando De Syszlo. Uruguayos, además de Figari y Torres García, José Gurvich, Manuel Pailós, Augusto Torres, Gonzalo Fonseca, Walter Deliotti. Chilenos: los contemporáneos Voluspa Jarpa, Catalina Swinburn, Loty Rosenfeld y El nicaragüense Elmar Rojas.
Contemporáneos argentinos: Eduardo Navarro, Ananké Asseff, Lucio Dorr, Vicente Grondona, Fabián Burgos, Benito Laren, Karina El Azem, Miguel Harte, Juan José Cambre, Alfredo Prior, Beto de Volder, Mariano Ferrante, Carolina Antoniadis, Lux Lindner, Silvana Lacarra.
Perdón si la lista es muy extensa, aunque hay varios más que son importantes y no estoy nombrando que se me vienen a la memoria como Rogelio Polesello, Alberto Heredia, César Paternosto, Aldo Paparella, Antonio Asís y el artista chileno cinético, radicado en Paris y contemporáneo de Julio Le Parc, Iván Contreras-Brunet, de reconocimiento internacional. Cristina Schiavi, Florencia Rodríguez Giles, Ernesto Arellano, Dalila Puzzovio, Alfredo Londaibere y Victor Chab de los ‘50 y ‘60.
Para que una obra entre a mi colección juegan varías factores: por supuesto que sea de mi agrado es lo principal, y aunque mi colección es ecléctica, sigue las tendencias artísticas de distintas épocas desde 1920 a la fecha. Por lo tanto, debe ser característica de la época y no una mera imitación o apropiación de épocas pasadas y, lógicamente y no menos importante, estar al alcance de mi bolsillo.
He colaborado como “padrino o mecenas” de artistas como Ananké Asseff, Lucio Dorr y Mariano Ferrante.
Además y en la medida de lo posible, he comprado obras de artistas que me han llamado porque necesitaban vender obras por la edición de un libro, o un viaje de residencia en el exterior, o por necesidades personales como mudanzas, compra de vivienda, etc.
Sobre las obras: la primera adquisición, una con conexión emotiva, y la última.
-Una de mis primeras obras fue “Atardecer” de Benito Quinquela Martín. De las obras más emotivas es esta de Lucio Dorr, por haberlo apadrinado y por haberse ido tan joven. Y una de las últimas piezas que adquirí es una obra de la artista chilena contemporánea Catalina Swinburn. Y en este encierro tuve la oportunidad de redescubrir un Juan Del Prete, del año 1947
¿Qué te sucede con a la vivencia estética hoy? ¿Sobre el encuentro con la obra, qué estrategias pansas que se puedan seguir o seguís para tener esos encuentros en este momento en modo de vida virtual?
-Con respecto al panorama actual del arte considero que estamos en un “impasse“ y que, salvo de artistas que uno ya posee en su colección o que los conoce muy bien por su trayectoria y haber visto su producción, es muy difícil la compra de obras de arte sin la apreciación presencial frente a la obra de arte.
Mientras tanto sigo la producción de artistas y el panorama actual del arte a través dé Instagram y de charlas y visitas virtuales a talleres.
He comprado en ferias internacionales: ARCO, ArteBA, Artbo, feria Ch.ACO pero siempre en forma presencial. Nunca en ferias on line o virtuales. La obra la debo apreciar personalmente con todos mis sentidos y, lamentablemente con esto de la pandemia, no me llega una obra por medio de una pantalla.
Esperemos superar pronto esta pesadilla del Covid 19 que nos está aislando a nivel humano ya que no es lo mismo la sociabilidad presencial que la virtual. Lo mismo pasa con las obras de arte.
